Fue en 1543 cuando por primera vez llegaron los espaƱoles a JapĆ³n, el mismo aƱo que los portugueses, aunque oficialmente la llegada de los portugueses estĆ” reconocida en la cronologĆa histĆ³rica de JapĆ³n como primeros visitantes de Occidente.
La expediciĆ³n de 1542 enviada desde Acapulco y pilotada por el comandante Ruy LĆ³pez de Villalobo encontrĆ³ las islas de Hawai navegando por las islas de Marshall, Palau, Carolina y Mariana y llegando a isla de Mindanao. La misiĆ³n de la expediciĆ³n era encontrar la ruta marĆtima de vuelta de Manila a Acapulco.
Las curiosas cartas de Francisco Javier desde JapĆ³n (1549) y Goa (1552)
Dentro de las 137 cartas escritas por Francisco Javier y enviadas desde JapĆ³n y Goa, hay varios pĆ”rrafos que describen la cualidad de los japoneses y de la sociedad japonesa de 1549/1551. La primera impresiĆ³n era que en comparaciĆ³n con otros pueblos hasta entonces conocidos no habĆa encontrado ninguno igual, ya que el nivel de educaciĆ³n del pueblo era muy superiorĀ al resto del mundo no cristiano. Francisco Javier se sintiĆ³ optimista para poder convertir con facilidad a los japoneses a la religiĆ³n catĆ³lica, ya que la gente sabĆa leer y escribir y tenĆa sentido de justicia y razonamiento sobre las cosas de la vida.
Uno de los descubrimientos de Francisco Javier fue que la comida de los japoneses era muy sobria y pobre, porque no comĆan carne, alimento bĆ”sico para los occidentales. Francisco Javier sentĆa necesidad de comer carne para mantener su salud y no caer enfermo pero tenĆa que adaptarse a la dieta japonesa para no herir la sensibilidad de los japoneses. En todo caso como en JapĆ³n no sacrificaban a los animales ni tampoco existĆan muchos animales, no habĆa posibilidad de comer carne.
En Occidente la comida principal y tradicional era carne mientras en JapĆ³n era arroz, verduras y productos del mar. MĆ”s tarde Francisco Javier comenta que Ć©l y sus compaƱeros jesuitas se encontraban bien y gozaban de buena salud sin comer carne.
Hace 470 aƱos Javier reconociĆ³ que la comida japonesa era saludable, noticia olvidada hasta casi hoy en dĆa, cuando la UNESCO nombra la Cocina tradicional japonesa como Patrimonio de la Humanidad.Ā Algo insĆ³lito ya que gracias a su reconocimiento la comida japonesa se ha puesto de moda, aunque prĆ”cticamente todos los restaurantes que hoy ofrecen esta comida fuera de JapĆ³n, no cumplen con la tradiciĆ³n culinaria de JapĆ³n y se dedican a hacer negocio ofreciendo comidas exĆ³ticas asiĆ”ticas, pero no japonesas a los comensales occidentales.
AquĆ la carta 90 de Francisco Javier dirigida a los compaƱerosĀ residentes en Goa desde Kagoshima en JapĆ³n Ā 5 de noviembre de 1549.
PƔrrafo 45
āHĆzonos Dios tanta merced en traernos a estas partes, las cuales carecen de estas abundancias, que, aunque quisiesemos dar estas superfluidades a el cuerpo, no lo sufre la tierra. No matan ni comen cosa que crĆan, algunas veces comen pescado y arroz y trigo, aunque poco. Hay muchas yerbas de que se mantienen y algunas frutas, aunque pocas. Vive la gente de esta tierra muy sana a maravilla, y hay muchos viejos. Bien se ve en los japanes cĆ³mo nuestra naturaleza con poco se sostiene, aunque no hay cosa que la contente. Vivimos en esta tierra muy sanos de los cuerposā¦ā¦..ā
Sobre Bernardo, un joven japonĆ©s que fue a Goa con Francisco Javier para visitar Portugal, EspaƱa y Roma y que se convierte en el primer japonĆ©s que vino a EspaƱa, 30 aƱos antes que la misiĆ³n Tensho y 61 aƱos antes que la misiĆ³n Keicho. Ignacia de Loyola le recibiĆ³ en Roma en 1555.
Bernado fue hijo del clan Samurai de Satsuma (en Isla de Kyuushu) que servĆa a Daimyo Shimazu Takahisa. TenĆa 15 aƱos cuando conociĆ³ a Francisco Javier y se bautizĆ³. AcompaƱaba a Francisco Javier como ayudante en sus tareas de divulgaciĆ³n cristiana en JapĆ³n. Bernardo no pudo volver a JapĆ³n como deseaba Francisco Javier y muere en Coimbra con 23 aƱos de edad en marzo de 1557 despuĆ©s de recorrer Lisboa, Sintra, Coimbra, Salamanca, Segovia, Valencia, Barcelona, Sicilia, NĆ”poles, Roma, Pisa, Florencia, GĆ©nova, Alicante, Valladolid, Lisboa y Coimbra.
AquĆ la carta de Francisco Javier que habla del joven:
Carta 108
Al Padre SimĆ³n Rodriguez, Portugal,Ā Ā desde Goa, 8 de abril de 1552.
La gracia de Cristo nuestro SeƱor sea siempre en nuestra ayuda y favor, Amen.
Carismo Hermano mĆo maestro SimĆ³n:
āĀ 1.
Ā AllĆ” van Mateo y Bernardo, japonĆ©s de naciĆ³n, los cuales vinieron conmigo de JapĆ³n a India, con intenciĆ³n de ir a Portugal y a Roma, a ver la cristianidad, para despuĆ©s tornando a sus tierras, dar fe de lo que vieron a los japonĆ©s. Por amor y servicio de Dios nuestro SeƱor os ruego, Hermano mĆo maestro SimĆ³n, que mirĆ©is mucho por ellos y hagĆas cĆ³mo tornen contentos; porque con la fe que dieren a sus naturales, mucho crĆ©dito nos darĆ”n. Porque los japnes tienen para sĆ, que no hay otros hombres en el mundo sino ellos; esto es porque nunca conversaron con otra gente, hasta que los portugueses nuevamente descubrieron aquellas islas, que hace ahora ocho o nueve aƱos.
2.
A estas islas llaman los castellanos islas Platareas. Y dijĆ©ronme los portugueses que hallĆ© en JapĆ³n, que los castellanos que parten de Nueva EspaƱa para Maluco, pasan muy cerca de estas islas; y que si algunos de los castellanos que parten de Nueva EspaƱa para descubrir estas islas, se pierden en el viaje, es porque dicen los japonĆ©s que por aquella parte, por donde los castellanos pueden ir a JapĆ³n, hay muchas restingas al mar, y que allĆ se pierden.
3.
Esta cuenta os doy, Hermano mĆo maestro SimĆ³n, para que digĆ”is al Rey nuestro seƱor y a la Reina que, por descargo de sus consiencias, debĆan dar aviso al Emperdor o a los reyes de Castilla, que no mandasen mĆ”s armadas por vĆa de la Nueva EspaƱa para descubrir las islas Platreas; porque aunque en el mar no se perdiesen, si tomasen las islas de JapĆ³n, es la gente de JapĆ³n tan belicosa y codiciosa, que por muchos navĆos que viniesen de Nueva EspaƱa, a todos los tomarĆan; y por otra via es tan estĆ©ril la tierra de JapĆ³n de mantenimiento, que morirĆan de hambre. Y ademĆ”s de esto, son tan grandes las tempestades, en tan gran manera, que los navĆos no tendrĆan ninguna salvaciĆ³n, si no estuviesen en algĆŗn puerto amigo suyo.ā
Autor: Yutaka Suzuki paraĀ revistadehistoria.es
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