En asuntos militares el Rey iba a la cabeza, solo él podÃa convocar el Lantweri y dirigirlo al campo de batalla. Como es evidente el Rey no podÃa estar presente en todas las batallas, sobre todo si tenemos en cuenta que los reyes carolingios solÃan tener varios frentes abiertos.
El aparato militar carolingio
En la guerra altomedieval los ejércitos formaban muros de escudos que se enfrentaban frente a frente. Una vez chocaban ambos muros, el combate a corta distancia era fundamental, por lo tanto, las lanzas empezaban a estorbar y entregaban todo el protagonismo a armas de corto alcance como los scramasax, diseñados para apuñalar más que para cortar. El objetivo de todo ejército era romper la formación, abrir una brecha en el enemigo y pasar al combate individual. Por último, la caballerÃa podÃa flanquear o iniciar la persecución de los soldados que emprendÃan la huida. Para defenderse de los empujes de la caballerÃa enemiga, los soldados francos llevaban consigo un poste que clavaban en la tierra para empalar a los caballos.
En la época de Carlomagno, la guerra habÃa cambiado sustancialmente, no solo en el armamento de los soldados, sino también a nivel táctico. Ya en el siglo IX, la importancia de la caballerÃa fue en aumento en detrimento de la infanterÃa. Los caballarii iban armados con una lanza larga, un escudo redondo o de cometa, una espada larga y otra corta. A partir de la ocupación del ring de los ávaros, los jinetes también iban equipados con un arco y un carcaj de flechas.
Sin embargo, la pieza más importante del ejército en esta época era las bruniae. Carlomagno exigÃa a todo aquel que pudiera permitirse una la llevase consigo en el campo de batalla. El propio Estado franco e incluso algunos obispados y abadÃas suministraban a los hombres de más confianza alguna de estas protecciones. De esta forma Carlomagno diseñó su propio cuerpo de elite, una caballerÃa acorazada que arrasó literalmente contra sus enemigos. La revolución militar carolingia no fue exclusivamente gracias a la innovación tecnológica, sino a la Lex Ribuaria. A través de esta se fomentaba la crianza de ganado.
Acudir a la guerra era un deber que debÃan cumplir todos los hombres libres. Sin embargo, esto no significaba que todos fueran convocados cada vez que se iniciase una campaña. Lo más frecuente era que fueran reclutados en lugares cercanos a las fronteras enemigas.
Al final de la vida de Carlomagno, la tendencia de reclutamiento fue diferente a la de sus inicios. A principios del siglo IX solo estaban obligados a acudir a la guerra aquellos hombres libres que contaran con medios suficientes para armarse. Sin embargo, aquellos que no eran partans (participantes) debÃan ayudar a armar a los que iban a la guerra, estos eran los aidants (colaboradores). Este sistema no era tan sencillo de llevar a cabo, pero, pese a su complejidad, siguió estando vigente hasta el reinado de Lotario I.
En cuanto al aparato logÃstico carolingio, este destacaba por la gran cantidad de tiempo y recursos que hacÃan falta para convocar al ejército. El objetivo de la campaña debÃa estar decidido en asamblea con mucha antelación, ya que podÃa llevar meses para reunir el ejército. Las cifras propuestas para el número de efectivos que podÃan participar en una campaña van desde los 5.000 a los 135.000. Hay que tener en cuenta los desplazamientos y la penetración en territorio enemigo, ya que en aquella época era muy frecuente el uso de la táctica de tierra quemada. Estos desplazamientos se realizaban a través de las calzadas romanas que continuaban siendo funcionales, aunque ya muy deterioradas. Mientras continuaban en territorio imperial usaban los recursos acumulados antes de partir. Sin embargo, una vez en territorio enemigo, cazaban en los bosques y saqueaban los campos y los pueblos.
En el caso de que el enemigo hubiese huido y haya quemado las tierras los soldados portaban consigo harina que mezclaban con agua y lo consumÃan como alimento principal. Cada carro tirado por dos bueyes podÃa llevar harina para alimentar a 500 soldados, por lo que en campaña podÃan acompañar hasta 6.000 carros al ejército para abastecerlo. Los desplazamientos debÃan ser muy lentos, ya que desplazar una columna militar de tales dimensiones suponÃa una buena organización.
Gracias a estas innovaciones y sobre todo a la aplicación de la Lex Ribuaria se darÃan los primeros pasos hacia el arquetipo de guerra medieval.
Autor: Fernando Manuel Torres Lara para revistadehistoria.es
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