A mediados del siglo XIII en Europa nos encontramos en un tiempo en el que la gente aún tenía como referentes principales a su párroco, al abad del convento, al conde o al marqués de turno, y un territorio más o menos limitado que podía abarcar al pueblo, la ciudad o como mucho la comarca.
Pero existía una tendencia de concentración y centralización en la mayor parte de los reinos europeos en la que ya se vislumbraba otra estructura, mucho más vasta y más definida, con sus fronteras y sus emblemas.
Alfonso X y el Renacimiento del siglo XIII
Normalmente se ha vinculado la obra cultural alfonsí con la Escuela de Traductores de Toledo, pero en realidad la actividad cultural del reino no estaba centralizada en Toledo. Y la mencionada escuela ni siquiera fue fundada por este rey, sino que se remonta al siglo anterior. Resulta que había otros dos focos importantes, uno era la ciudad de Murcia y sus escuelas, y el otro era Sevilla. Esta última era sede habitual de la corte, lo cual ya hubiera implicado actividad cultural, y además allí se creó una Escuela General de latín y arábigo.
Europa se encontraba muy por detrás de la cultura islámica, y esto de las escuelas de traductores era una forma de acceder a los libros árabes e intentar ponerse a su altura, saber qué habían dicho y hecho en las diferentes materias para seguir haciendo a partir de ahí. En la Península Ibérica partíamos con cierta ventaja, pues se podía acceder de primera mano a las obras árabes, y se podía contar con judíos y moros como traductores excepcionales. Hay que decir que los judíos sefardíes, es decir, los hispánicos, habían desarrollado una cultura que el Judaísmo considera una de sus cumbres, y de eso pudo aprovecharse Alfonso X y sus locas ideas.
Estas Cántigas, que son una colección de poemas con música sobre la Virgen María, suponen uno de los monumentos musicales más importantes de la historia europea y una obra fundamental para entender la música medieval. Así de contundente y de claro. Pero es que además son una obra poética de primer orden. Y encima van acompañadas de miniaturas, ilustraciones, que además de bellísimas, sirven de fuente de conocimiento de aquel momento, porque describen la corte, formas de vestir, instrumentos, costumbres y ciudades.
Las Cántigas se escribieron en galaico-portugués, que era el idioma poético-musical del momento, algo así como ocurre ahora con el inglés en el pop y el rock. Pero el resto de las obras de Alfonso X se escribieron en castellano, y no en latín como era lo normal por aquel entonces. Y señalo esto porque da una idea de la visión de estado y nacionalista por anticipado del rey. El resultado fue que consiguió afianzar el castellano, que pasó de ser el latín deformado en el que hablaba el pueblo, a ser un idioma nacional, la lengua de un estado que estaba naciendo y, por lo tanto, un nuevo manto de control y unificación que, a cierto nivel, igualaba los viejos territorios dónde surgiera la lengua, allá por La Rioja y el norte de Castilla, con Toledo y Castilla la Nueva y también con Sevilla y los nuevos territorios en Andalucía.
Autor: José María Maesa para revistadehistoria.es desde http://insensateces-de-un-exiliado-cronico.blogspot.com.es
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Bibliografía:
Alfonso X el Sabio. Manuel González Jiménez.