Durante más de un siglo, hasta su desintegración en el 1031, el Califato de Córdoba fue un faro de cultura, arte, ciencia y poderío militar, capaz de competir con los grandes centros culturales y políticos del mundo islámico y europeo de la época.
El Califato de Córdoba: Abderramán III
Nacido en 889 en Córdoba, era nieto de Abderramán II, y ascendió al trono a la temprana edad de 21 años tras la muerte de su abuelo. En su momento, Al-Ándalus se encontraba fragmentada por rebeliones internas y la presión externa de los reinos cristianos en el norte de la Península Ibérica. Abderramán III trabajó incansablemente para unificar y estabilizar su territorio, y logró éxitos notables en este sentido.
Durante su reinado, Abderramán III llevó a cabo una serie de reformas administrativas y fiscales para fortalecer su gobierno, reconstruir la economía y mejorar la vida de sus súbditos. Aumentó la seguridad y la estabilidad en la región, fortaleció el ejército y construyó una serie de fortalezas y ciudades, entre ellas la magnífica ciudad palatina de Medina Azahara.
Además, promovió la cultura y las ciencias, convirtiendo a Córdoba en un centro de conocimiento y aprendizaje. Los eruditos de Al-Ándalus hicieron contribuciones importantes en campos como la astronomía, la medicina, la filosofía y la literatura durante su reinado. Córdoba floreció bajo su mandato, llegando a tener una población de cerca de medio millón de habitantes, una gran biblioteca y numerosas escuelas y universidades.
Abderramán III murió en 961 después de un reinado de casi medio siglo. Su gobierno se caracterizó por la estabilidad, el florecimiento cultural y el aumento del poder y la influencia de Al-Ándalus, y se considera una de las épocas más prósperas de la historia islámica de la Península Ibérica.
Alhakén II
Después de la muerte de Abderramán III en el 961, el Califato de Córdoba fue gobernado por una serie de califas omeyas, entre los que se destaca Alhakén II, cuyo nombre completo era Alhakén ibn Abderramán, fue el segundo califa del Califato de Córdoba. Gobernó desde 961 hasta su muerte en 976. Era hijo de Abderramán III, a quien sucedió en el trono.
Durante su reinado, Alhakén II continuó las políticas de su padre para fortalecer y consolidar el Califato de Córdoba. Una de sus principales preocupaciones fue la defensa de Al-Ándalus contra los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica, y llevó a cabo varias campañas militares exitosas para asegurar sus fronteras.
Alhakén II también es conocido por su gran patrocinio de las artes y las ciencias, siguiendo la tradición de los califas omeyas. Durante su reinado, Córdoba continuó siendo un importante centro de cultura y aprendizaje, atrayendo a pensadores, científicos y artistas de todo el mundo islámico.
Uno de los logros más notables de Alhakén II fue la expansión de la Gran Mezquita de Córdoba. La nueva sección de la mezquita, conocida como la “expansión de Alhakén”, es famosa por su impresionante decoración y su arquería de doble nivel, que se ha convertido en uno de los símbolos más emblemáticos de la arquitectura islámica en Al-Ándalus.
Alhakén II también fue un gobernante prudente y administrativamente competente. Implementó reformas en el sistema educativo y promovió el estudio de diversas disciplinas, como la astronomía, la medicina y la filosofía. Asimismo, puso en marcha medidas para mejorar la infraestructura y los servicios públicos en Córdoba y otras ciudades del califato.