La Casa de la Vida, en egipcio pr-ˁnḫ, de per (casa) y ankh (vida) es una de las instituciones quizás más desconocidas por aquellos no iniciados en el mundo del Egipto faraónico y, aun así, para los propios egiptólogos es difícil otorgarle una sola definición.
¿Qué sabemos de la Casa de la Vida?
Señalada como un centro de enseñanza adjunto a un templo, lo cierto es que la Casa de la Vida era mucho más que eso, pues aparte de los propios estudiantes, una serie de personas bien instruidas llevaban a cabo diversas tareas relacionadas con la medicina, astronomía, religión, arte y escritura. Tal como menciona Gardiner (1938), sabemos mucho más sobre el personal de las Casas de la Vida, que de la propia institución en sí misma.
Estas se situaban en una o dos de las grandes ciudades (Edfu, Tell el-Amarna, Coptos, Abydos…), donde los jóvenes que aspiraban a una gran enseñanza realizaban sus estudios antes de conseguir un trabajo como escribas o sacerdotes en las provincias. Además, poseían un conjunto de edificios formados por aulas, residencias, comedores y salas auxiliares, asociadas al templo o al palacio real, donde profesores y alumnos desarrollaban sus actividades (Recio, 2019).
Sabemos que las actividades que allí se realizaban estaban estrechamente unidas con la magia y con la búsqueda de la regeneración y vivificación. Esto se debe, en parte, a la relación de los dioses egipcios y sus atributos con cada Casa de la Vida. En estos lugares existía un grupo de especialistas tales como el ejecutor del ritual, encargado de las ceremonias mágicas y de sacrificar a los animales del mismo; un grupo de artistas que se encargaban de cubrir las paredes de los templos y tumbas con inscripciones o relieves, pintando jeroglíficos y escenas.
Entre dichos especialistas, se encontraban los médicos (los sunu, los de Sekhmet o los magos) así como lo sacerdotes (uab, we’eb, el Sumo Sacerdote…), sin embargo, los que más sacaron provecho de las Casas de la vida, fueron los escribas, educados desde el rango más bajo hasta el más elevado con asignaturas como agronomía, matemáticas o incluso medicina. Por ello, parece indudable que, uno de los objetivos de la Casa de la Vida, era la creación de un cuerpo administrativo preparado, que permitiera la estabilidad y continuidad del Estado egipcio, claramente reflejado en textos como la Sátira de los Oficios, también conocida como las Máximas de Duat-Khety, la cual se trata de un texto pedagógico en el que se ponen de manifiesto las dificultades y penurias de todos los trabajos, excepto el del escriba, para alentar a los jóvenes a esforzarse y a no acabar realizando tareas más arduas.
Por otro lado, encontramos numerosas menciones a los hombres que componían las Casas de la vida, así como sus títulos: del reinado de Pepi II durante la VI dinastía, Reino Antiguo, conservamos un pasaje de dos decretos reales referidos al sacerdocio de Min en Coptos, donde se menciona al “equipo de la Casa de la Vida” o incluso, el caso de Ramsés IV, que organizó una gran expedición de más de 9 mil hombres, la cual llevó a cabo gracias a la consulta de los libros de la Casa de la Vida. Este mismo faraón nos cuenta él mismo que era asiduo a la consulta de libros en este lugar situado en Abydos.
Por lo tanto, las Casas de la Vida eran una parte importante de la sociedad egipcia, en ocasiones oculta al conocimiento de muchos, cuyas funciones suponían uno de los principales motores para el correcto funcionamiento de la Ma’at, la justicia y el orden que tan esencial era en la vida de los antiguos egipcios.
Autora: Ana Iriarte Muñoz, historiador para revistadehistoria.es