La caída de Constantinopla, tras resistir tres cercos en 1391, 1396 y 1422, acontenció el 29 de mayo de 1453, cuando el gran cañón otomano abrió una brecha en la hasta entonces inquebrantable triple muralla bizantina, erigida por Teodosio II.
La caída de Constantinopla
Una serie de malos presagios vino a desmoralizar aún mas a la población. Una profecía decía que la ciudad resistiría mientras la luna brillase, por lo que el eclipse lunar de la noche del 24 de mayo causó gran pesar, mientras que en una procesión, la imagen de la Virgen María cayó al suelo para consternación de todos.
El Gran Cañón y el asalto
En la mañana del 29 de mayo, los mercenarios europeos al servicio de los otomanos iniciaron el asalto, pero la ciudad resisitió el mismo durante dos horas.
El comandante de las tropas bizantinas, el genovés Giovanni Giustiniani Longo fue gravemente herido, lo que desmotivó a sus tropas, moral que ni el mismo emperador Constantino XI Paleólogo pudo recuperar al acudir en persona a las murallas, donde luchó hasta la muerte tal y como había prometido. Los cañones de gran calibre de los otomanos dispararon a la base de la muralla bizantina, abriendo un boquete de grandes dimensiones, que los defensores (menos de 8.000 soldados para defender la inmensa triple muralla que contaba con 300 torres defensivas), ya no pudieron ni rellenar ni defender.
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