Caracalla, conocido también como Marco Aurelio Severo Antonino, es recordado como uno de los emperadores más brutales y controvertidos del Imperio Romano.
Gobernó desde el año 211 hasta su asesinato en el 217 d.C., dejando una impronta profunda y muchas veces temida en la historia de Roma.
Su mandato estuvo marcado por la violencia, la ambición desmedida y una gran cantidad de decisiones políticas que, aunque cuestionables en términos morales, marcaron un hito en la estructura social del imperio. Para entender plenamente a Caracalla, es necesario analizar tanto su contexto personal como el panorama general del Imperio Romano durante su tiempo.
Caracalla, una juventud forjada en la intriga y el poder
Caracalla nació en el año 188 d.C. en Lugdunum, la actual Lyon en Francia. Era el hijo mayor del emperador Septimio Severo y Julia Domna, una mujer influyente y culta que pertenecía a la nobleza siria. Su infancia estuvo rodeada por la pompa del poder imperial y, al mismo tiempo, por la continua amenaza de conspiraciones y traiciones, algo común en la política romana del momento. Septimio Severo se caracterizó por ser un emperador fuerte y despiadado, lo cual moldeó profundamente el carácter de Caracalla.
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