Los francos (Primera parte)

Los francos irrumpieron en la historia durante la crisis romana del siglo III. El origen del pueblo franco es difuso aunque diversas fuentes, como Ernest Bendriss, aseguran que surgieron como un conglomerado de tribus anteriores entre las que se encontraban pueblos como los bructeros o los catuarios.

Los francos

En el siglo III les encontramos entre los ríos Rin y Weser. Aprovechando la guerra civil de un Imperio Romano escindido entre el gobierno oficial de Roma y el rival de Colonia, los francos aprovecharon para invadir la Galia junto a los alamanes. Los emperadores ilíricos lograron reestablecer el orden, pero los francos ya no abandonarían la historia jamás.

A finales de la centuria se escindieron en dos ramas, la de los salios se dirigió a los Países Bajos y el noroeste de Alemania, los ripuarios pusieron rumbo a la región de Colonia. Los salios estuvieron en un contacto más directo con las autoridades romanas, a las que sirvieron en calidad de federados, por lo que sufrieron una romanización mayor que sus homólogos ripuarios.

Los francos defendían la frontera del Rin cuando fueron desbordados por los vándalos, suevos y alanos el 31 de diciembre del 406. A partir de entonces el Imperio Romano Occidental entra en un caos que permite el asentamiento de pueblos en territorios imperiales.

Por aquel entonces los francos eran un pueblo pagano, en el que la venganza regía la justicia, motivo por el cual no tardaron en establecerse compensaciones económicas para las víctimas de los crímenes o sus familias. El rey era un jefe ante todo militar rodeado por una comitiva de compañeros guerreros, llamados leudes, que elegían al mejor de ellos para gobernarles.

Los francos
Los francos

Los poderes de los monarcas eran amplios, especialmente en tiempos de guerra, gracias al ban, la prerrogativa de mandar y castigar en cualquier ámbito. Sin embargo, para poder establecer una ley necesitaba el permiso de la asamblea de los hombres libres, reunidos una vez al año.

Los francos
Los francos, Clodion

Los primeros registros sobre monarcas francos son muy confusos y teñidos del tono de la leyenda épica. La tradición afirma que el primer rey del pueblo franco fue Pharamond (420-428), sucedido por su hijo Clodion. Con este monarca se instala el símbolo de la realeza divina reflejada en la melena real, que tiene poderes mágicos. En otras palabras, el pelo largo se convierte en un emblema del monarca, hecho que será aprovechado en su momento para derrocar reyes.

Clodion avanzó hasta el norte de Francia apoderándose de Cambrai. Murió en 455 y fue sucedido por Meroveo, que da nombre a la primera dinastía real francesa: los Merovingios. Según la leyenda, fue criado por un monstruo marino mitad hombre, mitad toro. Participó en la Batalla de los Campos Cataláunicos.

Meroveo fue sucedido por Childerico, a quien le tocó afrontar el hito de la caída del Imperio Romano de Occidente. El reinado de Childerico no estuvo exento de dificultades, teniendo que hacer frente a una rebelión nobiliaria que le desposeyó del título y le envió al exilio. Con ayuda de Siagrio, último representante de la autoridad romana en la Galia, quien tenía situada su capital en Soissons, recuperó el trono.

Los francos
Los francos, Meroveo y su estirpe

Tras la caída de Roma, Childerico juró lealtad al gobierno de Odoacro en Italia. Poco después falleció legando el trono a su hijo Clodoveo. Clodoveo fue sin duda uno de los gobernantes más capaces de los turbulentos tiempos posteriores a la desaparición del Imperio Romano de Occidente. Partiendo de un pequeño territorio al noroeste de Francia fue capaz de hacerse con un gran reino.

Una de las claves de su éxito fue su conversión, junto a la de su pueblo, al catolicismo, lo que le congració con la aristocracia galorromana. Derrotó a Siagrio y se apoderó del reino de Soissons. Posteriormente venció a los alamanes extendiendo su poder más allá del Rin. Tras ello su siguiente objetivo fue el reino visigodo.

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