Espartiata, como convertir a un bebé en el guerrero mas temido de Grecia

La espartiata es una de esas culturas que se rodean de un halo de romanticismo, que en la actualidad mitificamos, pero no era un vida nada utópica, eran duros y aguerridos, valientes, y esto se lo debían a una estricta educación desde niños, algo impensable en la actualidad desde el punto de vista humano.

Espartiata, como convertir a un bebé en el guerrero mas temido de Grecia

La espartiata era una sociedad basada en la eugenesia, en la selecciĂłn de los mejores para convertirse en ciudadanos.  En el momento en que el bebĂ© nacĂ­a, su padre lo llevaba ante los ancianos de la tribu para su presentaciĂłn.  Estos lo examinaban  para comprobar que el reciĂ©n nacido estaba sano y bien formado. Solo si era un niño perfecto, sano y fuerte, podrĂ­a ser ciudadano y recibir, por lo tanto, una parcela de tierra para cultivar. Si era rechazado, el bebĂ© se arrojaba por una sima cuyo nombre era, eufemĂ­stico, “DepĂłsitos”, a los pies de del Taigeto.

El bebĂ©, seleccionado, y por lo tanto que se libraba de la “exposiciĂłn”, era criado sin pañales para que su cuerpo creciese con total libertad y no se viese constreñido ni atado, asĂ­ los mĂşsculos y huesos crecĂ­an sin malformaciones.  Al niño no se le permitĂ­an las rabietas ni ningĂşn capricho y ya desde los primeros meses de vida debĂ­a aprender a estar solo y a no tener miedo a la oscuridad.

A los siete años, el niño, dejaba su hogar y pasaba a ser educado por el Estado.  Era obligado a abandonar su hogar y a romper todo vĂ­nculo con su familia, a la que dejaba de ver a excepciĂłn de contadas ocasiones y de visita.  A esta Ă©poca de su infancia, dice mucho de su mentalidad, se la denominaba “rebaños” y entraban en la instituciĂłn denominada “conducciĂłn”.

Hasta los doce años endurecían su cuerpo y su carácter con juegos y pruebas que realizaban desnudos y descalzos.  Aprendían además a leer, escribir, aritmética, expresión oral, música, danza y poesía.

A partir de los doce años, a los niños se los dividía en compañías, según su edad.  Siempre permanecían en grupos.  Vestían sólo un manto. Comían poco, conminándoles a desarrollar su ingenio y destreza en el robo, en el caso de ser pillados recibían un castigo severo, debían aprender a no ser descubiertos.    En este periodo el entrenamiento era básicamente militar, solo se les seguía instruyendo en danza y música por sus grandes beneficios tanto religiosos como por el ejercicio físico  y por ser un sistema óptimo para seguir el ritmo del  movimiento de la falange hoplítica.

A partir de los 14 años, su relaciĂłn con el mundo adulto era normalizada, los jĂłvenes tenĂ­an que aprender los mecanismos de poder y como ser un ciudadano modelo.  Los adultos,  de unos 30 años, pasaban a convertir al adolescente en su amante.  A partir de ese momento se convertĂ­an en su guĂ­a  y conductor, responsabilizando de las acciones del pequeño, de forma que si este cometĂ­a un error, el adulto era castigado por ello.  La “pederastia” estaba socialmente admitida y tanto Plutarco como Jenofonte la defienden,  segĂşn ellos mismos afirman, con ella no se buscaba el goce fĂ­sico (esto nos lo creeremos o no, claro), incluso este Ăşltimo autor creĂ­a que someter a la persona a la sodomĂ­a era la mejor forma de educarla.

A los 20 años, y hasta los 30, comenzaba su instrucción militar en el ejército.  A los 30 el joven ya ciudadano de pleno derecho, pudiendo participar en la Asamblea de ciudadanos, incorporarse a las filas hoplíticas del ejército y participar en las magistratutras.  Además ya podía casarte y formar una familia.

No todos, solo unos pocos seleccionados, probablemente d la alta nobleza espartiata, además de toda la educaciĂłn anterior, debĂ­an pasar una prueba, la denominada cripteia, que ocurrĂ­a entre los 20 y 30 años.  Se trataba de un rito de paso ancestral: los jĂłvenes vestidos con solo una tĂşnica (la prueba se realiza en inverno), sin calzado, litera, esclavos,… solo con un puñal, tenĂ­an que vagar  por las montañas escondiĂ©ndose durante le dĂ­a para no ser descubiertos por los adultos y evitar asĂ­ ser castigados, eran la presa de su propio pueblo.  Para sobrevivir tenĂ­an que robar y por la noche era cuando se convertĂ­an en cazadores, descendiendo de las montañas y matando a los hilotas (esclavos propiedad del estado espartiata).

Este sistema educativo era la piedra angular de Esparta, convertía a los niños en aguerridos ciudadanos y guerreros, soldados, al mismo tiempo que virtuosos y acatadores de las leyes inmutables del Estado.  Solo los reyes y las mujeres no participaban de esta educación y los 300 lo hacían solo en parte.  El principal objetivo era el bienestar de la comunidad, que se situaba por encima de todo, no tenía cabida ni el beneficio ni la gloria personal, no podían demostrar arrogancia ni opulencia.  Todos eran iguales y todos eran un uno.

 

Autora: Mª Engracia Muñoz para revistadehistoria.es desde http://arqueologiaenmijardin.blogspot.com.es/

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