El origen de la civilización egipcia
Los grupos que se habían aventurado más allá de las latitudes medias, regresaron a las tierras cálidas para intentar sobrevivir buscando los medios necesarios para asegurar su subsistencia. Acabada la glaciación, la corriente migratoria los había congregado mayoritariamente en el Creciente Fértil y en África nororiental, lugares ambos donde surgirían las primeras civilizaciones tiempo después, fruto de la riqueza y ergonomía de su suelo, la clemencia de su clima y la presencia de flujos hídricos.
La nueva era geológica de la humanidad, imprimió en la tierra la relevancia de ciertos elementos para sostener la vida, como la fertilidad del suelo y los elementos cósmico climáticos, cosas ambas que las comunidades primitivas asumieron en el imaginario colectivo. Así, los cultos neolíticos hacia mediados del VIII milenio a.n.e, están estrictamente relacionados con la divinización de la fertilidad y del Sol, ambos vitales para la supervivencia común. Bajo tan imponentes pilares, los humanos darían a luz al mundo antiguo.
A finales del VI milenio a.n.e, una renovada crisis climática empezó a desertificar la franja del Sahel, lo que empujó a los pastores del norafricanos a buscar refugio en la periferia del valle del Nilo. En tan rica tierra, estos nómadas convergerían con los agricultores sedentarios llegados del Próximo Oriente, con los que pugnarían durante los próximos dos milenios para hacerse con el control territorial. Como resultado de estas migraciones, pugnas y sincretismos, surgirían en la periferia del Nilo pujantes comunidades agropecuarias que irían complejizando sus creencias y jerarquizando su sociedad hasta dar origen a los protoestados primigenios. A estas alturas, el Sol redoblaba su protagonismo como elemento simbólico del renacimiento vital y el agua del Nilo se habían arrogado la idea de fertilidad en Egipto. Ello se debe a que anualmente el Nilo decuplicaba su caudal en período estival, lo que depositaba sedimentos sobre la tierra negra que la circundaba, al tiempo que formaba nuevas riberas y montículos muy fértiles para el cultivo y el ganado, actuando como un agente dador de vida.
A finales del IV Milenio a.n.e, las beligerantes jefaturas tribales perpetuaban la perenne pugna, buscando legitimidad al identificarse con las deidades para labrar alianzas y prestigio. En pocas generaciones, destacó el caudillo del Alto Egipto, y el celestial Horus de Hieracómpolis, la divinidad a la que se había inscrito, lo había legitimado. Con la unificación del 3.150 a.n.e, los soberanos del Egipto unificado se identificaron a sí mismos con Horus, señor predador de los cielos. Fueron en las monumentales tumbas de estos reyes, donde nacería la leyenda del origen del mundo, en base a los cultos de largo aliento creados con los conocimientos milenarios del renacimiento cósmico y de la fertilidad antedicha. Pronto esta realidad contagió al mito, uno que ha quedado grabado en los despojos de nuestros ancestros comunes.
El mito establece que Osiris fue el primer gran rey de Egipto, un ser ecuánime, justo y grande, que introdujo la agricultura en el valle del Nilo para beneficio de todos los humanos, lo que le valió la envidia y el odio de su hermano Seth. Este ambicioso dios, que ansiaba el trono de su hermano, engañará a Osiris para arrebatarle el trono y, para esto lo confinará en un sarcófago, lo cortará en trozos y los lanzará a las aguas del Nilo, quedando cada fragmento varado en lo que serán las grandes ciudades de Egipto. Isis, hermana de ambos y fiel esposa de Osiris, recopilará los fragmentos de su amante y uniéndolos a todos con su magia durante las pocas horas de una noche, copulará con él quedando embarazada de Horus. Fallidas las malas artes de Seth para asesinar al heredero de Osiris, Horus crecerá y, en cuanto pudo, reclamará ante los dioses el trono de su padre, ahora rey del más allá, aceptando un combate contra Seth que habría de decidirlo todo. En la lucha, Seth impactará en el ojo de Horus, lo que dejará a éste con un ojo incólume, el Sol, y con otro dañado, la Luna, pero por contraposición Seth perderá los testículos, si bien conservará su vida. Con Horus victorioso y reestablecida la justa línea sucesoria en el trono de Egipto, el infértil Seth será desterrado a reinar en el desierto, territorio que adquirirá su infecunda naturaleza.
Autor: Manuel Ruíz Isac para revistadehistoria.es
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Bibliografía
- Los primeros reyes y la unificación de Egipto, Alejandro Jiménez Serrano, Universidad de Jaén, 2007
- El antiguo oriente; Historia, sociedad y economía, Mario Liverani, Grijalbo, 1995. https://uhphistoria.files.wordpress.com/2011/02/liverani-mario-liverani-el-antiguo-oriente-historia-sociedad-y-economia.pdf
- Historia antigua del Próximo Oriente; Mesopotamia y Egipto, Joaquín Sanmartin y Jose Miguel Serrano, Akal, 1998
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