El Imperio Napoleónico se había derrumbado, se creía que Europa iba a volver a ser el mismo continente que antes de la Revolución francesa, sin embargo, nada volvería a ser lo mismo.
Waterloo, el ocaso de un Imperio
Napoleón Bonaparte, que había abdicado poco antes, fue enviado prisionero a la isla de Elba, en las costas italianas. Sin embargo, el terco corso consiguió huir de su retiro forzado y desafiar de nuevo al orden establecido. Tras recuperar la lealtad del ejército, el 20 de marzo de 1815 Napoleón Bonaparte se vuelve a hacer con el control de Francia y de su capital. Europa entera volvió a alzarse en armas contra los franceses, y en una última campaña las águilas imperiales se dispusieron a seguir a su emperador.

Napoleón, viéndose superado numéricamente por los aliados evitó darles el tiempo necesario para que concentraran sus tropas y aplastaran al renacido Imperio Francés, por ello, tomó las tropas de las que disponía e inmediatamente se lanzó de cabeza contra prusianos y británicos, que se hallaban todavía en Bélgica celebrando la derrota de Napoleón cuando inesperadamente volvió a aparecer.