Un tratado de guerra; la paz de Versalles
Reflexionaremos desde la óptica de nuestro tiempo presente pero también recurriremos a grandes voces como la de Ortega y Gasset y Hitler. A partir de los discursos de este último se puede observar cómo explotó el recurso de la humillación del pueblo alemán por los “cuatro grandes”:
“La Providencia me concedió que yo pudiera cumplir con mi tarea suprema de sacar al pueblo alemán de las profundidades de la derrota, liberándolo de las ataduras del más indignante dictado de todos los tiempos… El odio, la maldad y la sinrazón, fueron los antepasados intelectuales del Tratado de Versalles.”
Hemos recuperado el propio contenido del tratado, tan incómodo para británicos y franceses sobre todo, y también por Alemania en la actualidad por haber sido un texto muy mencionado y estudiado por Hitler.
“Alemania reconoce que es responsable, por haberlos causado, de todos los daños sufridos por los gobiernos aliados y asociados y por sus nacionales, como consecuencia de la guerra que les fue impuesta por su agresión”.
“No es necesario realizar la crónica detallada de la historia del período de entreguerras para comprender que el tratado de Versalles no podía ser la base de una paz estable”. Como sabiamente dijo el escritor sudanés Tayeb Saleh, “el que impone un castigo desproporcionado no corrige, sólo se venga.”
Sin hablar del tratado de Versalles no se puede entender ni el éxito de los totalitarismos ni la Segunda Guerra Mundial, uno de los desastres más humillantes de la historia de la humanidad. ¿Cómo es posible que para hablar de los orígenes de una guerra haya que mencionar un tratado, en teoría, de paz? No sería inapropiado recordar la frase del victorioso caudillo galo Breno, “ay de los vencidos” (vae victis, en latín), refiriéndose a la fatal suerte que corren los derrotados.
La democracia no puede crecer en tierra de rencor, y la Europa del memento lo era, tampoco iba a ser la paz de Versalles la semilla de un nuevo orden internacional basado en la concordia, más bien resultó ser la semilla del odio.
“Es feo ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar”.
Con esta afirmación de Foucault, invitando al lector a la reflexión, ponemos fin a este escrito; la paz de Versalles, un tratado de guerra.
Autor: Estefanía Sanz Romero para revistadehistoria.es desde https://unaderomanos.wordpress.com/
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