Roma, capital ideológica del Imperio español




También puedes apoyarnos compartiendo este artículo en las redes sociales o dándote de alta en nuestro selecto boletín gratuito:

Déjanos tu Email y te avisaremos cuando haya un nuevo Artículo Histórico

 
Bibliografía:

La Roma española. Thomas J. Dandelet.

La cultura del Barroco. José Antonio Maravall

Páginas: 1 2

5 Comments

  1. John Carpenter
    20/02/2020 @ 18:38

    Una visión optimista sin duda, la de D. José María, respecto a los supuestos beneficios obtenidos por la corona española de su implicación con el papado de Roma, que además de optimista creo que es tendenciosa y alejada de la realidad, ya que aparte de otros “beneficios” culturales y espirituales, derivados de la dictadura vaticana, un oscurantismo cuyos ecos se perduran hasta hoy, el dudoso privilegio de ser calificada como “La espada de Roma” y admitir esa “capitalidad ideológica y legitimadora”, costó al imperio español el oro de un continente.

    Los supuestos beneficios obtenidos por el Imperio español debieron serlo en forma de bendiciones, salmos y jaculatorias más que en beneficios tangibles, porque como admite D. Jose, después de afirmar literalmente que Roma o sus Estados Pontificios no eran capaces ni de producir suficiente para alimentar a sus súbditos, nos cuenta sin rubor que la inabarcable suma de obras grandiosas y costosas que hizo Roma, fueron posibles gracias a la abundancia económica propiciada por el flujo constante de dinero desde los reinos españoles.

    Pretende contarnos D. José, la la verdadera historia de la vinculación entre España y Roma, que mucho mejor nos hubiera ido si se hubiera reducido a la anécdota de los Borgia, pero desgraciadamente para nosotros, el asunto es mucho mas extenso y afortunadamente y ya sido tratado extensamente en alguna obra.

    No contento con lo anterior y como justificación de los ríos de recursos en forma de dinero y mantenimiento de un ejército al servicio del imperio espiritual de del papado, nos cuenta D. José la milonga de que “los beneficios que la Corona obtenía a cambio de mantener en volandas al Estado pontificio eran con certeza muy superiores a los gastos que ocasionaba. Durante estos siglos, un pontífice tras otro, fueron imponiendo diferentes tasas sobre las rentas eclesiásticas que debían ser pagadas a la hacienda real castellana” (sic).

    Lo que olvida contarnos es que tanto el Primer Estado (el clero) como el Segundo (la nobleza) vivían como plaga de langosta sobre las costillas del Tercer Estado (el pueblo) y que entonces como ahora, las mentadas “rentas eclesiásticas” provenían de las costillas del estamento productivo y que la liberalidad papal de permitir que parte de dichas rentas fueran a parar a la hacienda real, equivalía a pagar a la Corona con su propio dinero.

    Se vuelve a equivocar D. José cuando supone que influyendo en la españolidad de los Papas, estos seguían una política beneficiosa para los intereses del Imperio, porque la realidad es que en cuanto ceñían el solideo, todos los papas han mirado por los intereses de su ridículo estado terrenal y de su imperio espiritual, antes que los de cualquier otro.

    Lleva razón D. José cuando afirma que Roma constituyó la clave de bóveda del sistema ideológico de aquella dinastía de tarados que fueron los Austria. Pero ese ha sido uno de nuestros pecados y al día de hoy, seguimos pagando las consecuencias.

  2. John Carpenter
    20/02/2020 @ 18:38

    Una visión optimista sin duda, la de D. José María, respecto a los supuestos beneficios obtenidos por la corona española de su implicación con el papado de Roma, que además de optimista creo que es tendenciosa y alejada de la realidad. Aparte de los “beneficios” culturales y espirituales, derivados de la dictadura vaticana y de un oscurantismo cuyos ecos perduran hasta hoy, el dudoso privilegio de ser calificada como “La espada de Roma” y admitir esa “capitalidad ideológica y legitimadora”, costaron al imperio español el oro de un continente.

    Pretende contarnos D. José, la verdadera historia de la vinculación entre España y Roma, pero mucho mejor nos hubiera ido si se hubiera reducido a la anécdota de los Borgia. Desgraciadamente para nosotros, el asunto es mucho más extenso y ha sido tratado con detalle en alguna obra.

    Los beneficios obtenidos por el Imperio español debieron serlo en forma de bendiciones, salmos y jaculatorias, más que en tangibles. Porque como admite D. Jose, después de afirmar que Roma o sus Estados Pontificios no eran capaces ni de producir suficiente para alimentar a sus súbditos, afirma sin rubor que la inabarcable suma de obras grandiosas -y costosas- que hizo Roma, fueron posibles gracias a la abundancia económica propiciada por el flujo constante de dinero desde los reinos españoles.

    No contento con lo anterior y como justificación de los ríos de recursos en forma de dinero y bastimentos de un ejército al servicio del imperio espiritual del papado, nos cuenta D. José la milonga de que “los beneficios que la Corona obtenía a cambio de mantener en volandas al Estado pontificio eran con certeza muy superiores a los gastos que ocasionaba. Durante estos siglos, un pontífice tras otro, fueron imponiendo diferentes tasas sobre las rentas eclesiásticas que debían ser pagadas a la hacienda real castellana”.

    Lo que olvida contarnos es que tanto el Primer Estado (el clero) como el Segundo (la nobleza) vivían como plaga de langosta sobre las costillas del Tercer Estado (el pueblo); que entonces como ahora, las mentadas “rentas eclesiásticas” provenían del estamento productivo y que la liberalidad papal de permitir que parte de dichas rentas fueran a parar a la Hacienda real, equivalía a pagar a la Corona con su propio dinero.

    Se vuelve a equivocar D. José cuando supone que influyendo en la españolidad de los Papas, estos seguían una política beneficiosa para los intereses del Imperio. La realidad es que en cuanto ceñían el solideo, todos los papas han mirado por los intereses de su ridículo estado terrenal y de su imperio espiritual, antes que los de cualquier otro.

    Lleva razón D. José cuando afirma que Roma constituyó la clave de bóveda del sistema ideológico de aquella dinastía de tarados que fueron los Austria. Pero ese ha sido uno de nuestros pecados y al día de hoy, seguimos pagando las consecuencias.

    • José María Maesa
      22/03/2020 @ 13:41

      No ha sido mi intención en ningún momento juzgar la política o la sociedad del siglo XVI y XVII desde un punto de vista actual. Mucho de lo que usted dice, Don John, puede ser cierto, pero no veo tan clara las afirmaciones de tipo “mejor nos hubiera ido si…”, porque implicarían cosas como aplicar conceptos de igualdad social, democracia u otros valores muy alejados de aquel momento. Cuando yo hablo de beneficios, me refiero a beneficios para la corona o los cardenales, no, obviamente, al pueblo llano, que aún estaban lejos en aquella época de aspirar a ser, ni siquiera, considerados. Y que la la Corona castellana obtenía beneficios de sus acuerdos con Roma, creo que no hay dudas. Que estos beneficios no revertían en el pueblo castellano, tampoco hay dudas. Obviamente todo iba encaminado a sufragar las relaciones internacionales, es decir, sobre todo europeas, es decir, guerras por doquier. Pero el no mencionar esto, de sobras conocido, no invalida que hubiera beneficios para la Castilla en su relación con Roma, ideológicos, pero también económicos.
      En cualquier caso, mi intención es más bien resaltar una situación que para la mayoría, creo, no es conocida. Y es el papel decisivo de la Corona de los Austria españoles en el desarrollo de lo que hoy es reconocido como uno de los momentos culminantes de la cultura.

      José María Maesa

  3. Rafael, Renacimiento en estado Puro - Revista de Historia
    06/05/2020 @ 22:17

    […] espíritu despierto y curioso ayudado por la energía de la juventud. Al final le llegó el premio: Roma. Allí le ofrecieron el empleo en el Vaticano que entre otros frescos acogió La Escuela de […]

  4. El saqueo de Roma, 1527 - Revista de Historia
    17/06/2020 @ 18:50

    […] Curioso cuanto menos que el rey defensor de la fe fuera el protagonista del “Sacco” de Roma, ciudad que representa el cristianismo, sin embargo estaba en juego […]

Deja una respuesta

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies