Normalmente los pueblos bárbaros que asolaron el Imperio Romano son sólo una breve lista de nombres en un libro de Historia. ¿Quiénes fueron realmente aquellos visigodos, ostrogodos, francos, vándalos o suevos? En este artículo explicamos el origen de uno de ellos: el de los vándalos.
Los Vándalos

Los asdingos participaron en las guerras marcómanas sirviendo a Marco Aurelio como auxiliares en la Dacia. Durante el reinado de Constantino se asentaron en Panonia. A finales del siglo IV fueron cristianizados pero adoptaron la fe arriana a diferencia de los romanos, quienes seguían el credo de Nicea.

El siguiente lustro los vemos avanzando hasta el Rin. A sus huestes se les unieron contingentes de sus hermanos, vándalos silingos, así como un nutrido grupo de suevos. Al llegar al Rin, que llevaba sirviendo como frontera entre la provincia de la Galia y el mundo bárbaro desde cinco siglos antes, su avance se detuvo. La zona estaba puesta bajo la protección de los francos, quienes presentaron una dura batalla que le costó la vida al rey vándalo, Godegisilio, y a 20.000 de sus hombres. Tras lograr la victoria, el 1 de enero de 406, los vándalos y los suevos penetraron en la Galia y rompieron la frontera del Imperio Occidental. Según apuntan muchas fuentes el Rin estaba congelado, circunstancia que aprovecharon los bárbaros para cruzarlo sin dificultad.
En aquella década Roma vivía una época de anarquía. El emperador Honorio tuvo que hacer frente a la usurpación de Constantino III y al ataque de los visigodos liderados por Alarico. Todo este caos fue aprovechado por los germánicos, que tras un lento avance por la Galia, saquearon Aquitania y cruzaron los Pirineos en el otoño del 409. Fue el momento en el que silingos, asdingos, suevos y vándalos se separaron y pusieron rumbo a zonas distintas de la Península Ibérica para que les resultara más fácil el saqueo y el pillaje.

Dos años después la situación de Honorio había mejorado sobremanera. Alarico había muerto y Constantino III pronto le siguió rumbo a la tumba. Fue el momento en el que la corte de Rávena, nueva capital imperial, pudo retomar las riendas de lo que pasaba en sus dominios. Desde el punto de vista militar, la situación hispana era de difícil arreglo por lo que se decidió recurrir a la solución de firmar un foedus, pacto de asentamiento, con los pueblos que entraron en la Península en 409. Los asdingos se establecieron en Galicia y los silingos en la Bética, dando nombre, según una de las teorías existentes, a la comunidad autónoma de Andalucía cuyo topónimo provendría de Vandalusía, nombre con el que se conoció a la región tras el establecimiento de los vándalos allí.
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Autor: Jorge Hijosa Nieto para revistadehistoria.es
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