Los primeros emperadores de Bizancio no solo se enfrentaron a la ardua tarea de construir un nuevo poder polÃtico, sino que también lidiaron con la transición cultural y religiosa que transformarÃa profundamente al mundo conocido.
Desde Constantino el Grande hasta Justiniano I, la historia de los primeros emperadores bizantinos está plagada de rivalidades dinásticas, conquistas territoriales, revoluciones internas y, sobre todo, una ambición sin igual por consolidar un poder único en el este del Mediterráneo.
Para comprender los comienzos del Imperio Bizantino, es necesario remontarse al año 330 d.C., cuando el emperador Constantino I decidió trasladar la capital del Imperio Romano a la antigua ciudad griega de Bizancio, en un movimiento estratégico que apuntaba tanto a una mejor defensa militar como a un control más eficiente del comercio entre Europa y Asia. Renombrada Constantinopla en su honor, la nueva capital serÃa mucho más que una sede administrativa; se convertirÃa en el corazón de un imperio que, con el tiempo, se distinguirÃa por su singularidad cultural y su rol como bastión del cristianismo ortodoxo.