El hoplita ateniense del siglo V aC (Parte I)

Mucho se ha escrito sobre los soldados espartanos, no en vano eran los hoplitas (infantes pesados en la antigua Grecia) más temidos de la época.

Sin embargo los espartanos eran la excepción, pues ningún soldado griego se dedicaba a tiempo completo a la guerra, por lo que surge la pregunta, ¿cómo eran los mayores rivales de los espartanos en el siglo V aC., es decir, cómo eran los hoplitas atenienses del siglo V aC.?

El hoplita ateniense del siglo V aC

La primera cuestión que debe tratarse es el origen social de los hoplitas atenienses, pues la condición de hoplita se encontraba relacionada con el status social. En Atenas procedían en su inmensa mayoría de la clase llamada los zeugitai, es decir, la tercera de las cuatro clases en las que el legislador Solón dividió a los atenienses un siglo antes, según su índole económica. Por supuesto las dos clases superiores, menos numerosas, también aportaban hoplitas, pero es la tercera la que supone la base de este tipo de soldados. Los componentes de esta clase estaban lejos de ser grandes propietarios, pero si que tenían un terreno lo suficientemente grande como para pagarse su propia panoplia. Muy clarificadoras son las palabras del helenista francés Edouard Will, que calificó la carga de los hoplitas atenienses en Maratón como “la carga de los campesinos del Ática”.

Por lo tanto los hoplitas atenienses eran ante todo medianos propietarios, hombres libres que vivían pendiente de los cambios del tiempo, de la recolección de la cebada o de tener el dinero suficiente para poder pagar la comida que consumían sus dos esclavos, o se vería obligado a vender uno.  Para estos varones mayores de veinte años, y a pesar de no ser su ocupación central tal y como estamos diciendo, la guerra (polemos) si que era una faceta casi familiar, una condición más de lo que suponía ser ciudadano ateniense,

“La guerra es la madre de todas las cosas”

frase atribuida a Heráclito y que ejemplifica como pocas la relación de los griegos con la guerra

Para ellos la guerra era como acudir a la asamblea o cumplir con sus deberes cuando les tocaba algún cargo público. Cuando llegaba la primavera y con ella el tiempo de los combates, el hoplita ateniense se vestía con la panoplia pagada por él mismo o recibida en herencia por parte de su padre, ya demasiado viejo, o fallecido, como para llevarla.

A comienzos del siglo V aC., los atenienses combatían agrupados en diez tribus (siguiendo la nueva división política en la que Clístenes había dividido a los habitantes del Ática), cada una dirigida por un stratego. Los diez strategoi se encontraban encabezados por el Arconte Polemarco, y los once eran quienes tomaban las decisiones a ejecutar por parte del cuerpo cívico en combate. En esa fecha se estima que cada tribu podía alinear alrededor de 1.000 hoplitas.

Y hasta aquí se acaba la excepcionalidad militar de Atenas en el mundo griego, porque la formación de combate de las diez tribus era la misma que el resto de los griegos, la falange. Esta táctica suponía que los hoplitas combatiesen en formación cerrada, hombro con hombro, presentando un muro de escudos lo más compacto posible al enemigo y del cual sobresalían las lanzas. Los atenienses también colocaban a sus mejores tropas en el lado derecho del frente de combate, porque los griegos entendían que al embrazar el escudo con el brazo izquierdo, el lado derecho estaba así mucho más desprotegido. Era en este sector donde se colocaba el Arconte Polemarco.

Esta forma de combate responde a todo un comportamiento social, ya que lo importante en este tipo de lucha era el grupo, no las individualidades. Este aspecto puede observarse muy bien en quien erigía el trofeo si se alcanzaba la victoria tras una batalla. Eran los atenienses, como cuerpo cívico, y no el stratego quien lo hacía.

Por otro lado el combate hoplítico se entendía como la manera de luchar más digna, la más honrosa para cualquiera de los ciudadanos, de ahí que la inmensa mayoría de los atenienses más acomodados lucharan como hoplitas y no como caballeros sobre sus monturas. Por supuesto los ciudadanos menos pudientes (thetes) y que no podían permitirse el costearse su panoplia, no podían llegar nunca esta posición de honra. Los thetes nunca alcanzarían esa virtud (areté) que, como vemos, los atenienses (en este caso también el resto de los griegos) asociaban a una determinada forma de combatir.

Para una ciudad democrática como Atenas, la asociación del hoplita con el ciudadano virtuoso, suponía que estos apoyaran a las facciones que apostaban por una democracia más moderada (algunos líderes fueron Arístides, Cimón o Tucídides), en contraposición a los thetes, que apoyaron a aquella facción que apostaba por una democracia más plena (algunos líderes fueron Temístocles, Efialtes o Pericles). Durante todo el siglo V aC. los thetes servirán en la flota, y de ahí vendrá la asociación por parte de los atenienses de la flota con la democracia más radical, y el ejército de a pie, los hoplitas, con los aristócratas o al menos con una versión de la democracias más moderada.

La importancia de pertenecer a este grupo “politico-económico-social”, puede observarse en el epitafio de Esquilo, en el cual no se menciona su faceta de poeta trágico, sino su papel en la batalla de Maratón, como hoplita, por supuesto.

HOPLITAS. SOLDADOS DE GRECIA

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