La idea de cruzada debe plantearse desde los debates historiográficos que existen en torno a este tema, que básicamente se reducen a ¿Qué es una Cruzada? En torno a esta pregunta hay dos corrientes: tradicionalista y pluralista.
Los tradicionalistas defienden que las cruzadas son un periodo marcado en el espacio y en el tiempo, una acción papal con el objetivo de salvaguardar los Santos Lugares.Por otro lado, los pluralistas defienden las cruzadas como un concepto de guerra santa sin extensión temporal ni espacial, ni un enemigo determinado (musulmanes, cismáticos o herejes) incluyendo acontecimientos como la Reconquista de la Península Ibérica o los conflictos en tierras bálticas, cuyo objetivo principal es la defensa de los intereses de la Iglesia como institución.
La idea de Cruzada

“El salto cualitativo (…) es, pues, el paso del llamamiento puntual para un problema eclesiástico concreto al llamamiento universal para la salvaguarda del cristianismo”.
Antes del inicio de la Primera Cruzada, existía un ambiente revanchista contra los musulmanes por haber destruido la iglesia del Santo Sepulcro. Incluso el antecesor de Urbano II realizó proyectos para llevar a cabo la reconquista de los lugares sagrados. Desde este momento, y teniendo el anterior llamamiento como un precedente claro de la Primera Cruzada, la idea de la misma va unida directamente a la liberación del Santo Sepulcro.
En torno a la ciudad de Jerusalén y los espacios sagrados encontramos otro debate historiográfico. Encontramos a aquellos que consideran que el papel de Jerusalén, como espacio sagrado, no fue lo que provocó el llamamiento de Urbano II, sosteniendo que el motivo de este llamamiento fue la defensa de los cristianos de Oriente, con el objetivo de unificar de nuevo la iglesia. Y por el contrario encontramos los defensores de que desde el comienzo, la cruzada dejó de lado la protección de los cristianos de Oriente, y se centró en la conquista de los santos lugares apoyada en la ambición de los reyes europeos ansiosos de nuevos territorios.

Otro factor a tener en cuenta es el del peregrinaje, y de nuevo tenemos diferentes corrientes historiográficas. Autores como Riley-Smith, defienden que la cruzada estuvo directamente ligada a la peregrinación a Jerusalén, que durante esta época había visto como se ralentizaba el flujo de peregrinos hacia la zona palestina debido a la conquista musulmana de Jerusalén. Cuando se inicia la Cruzada el Papa extendió a todos los cruzados el status jurídico de “peregrini”, por el que conseguían la protección de la Iglesia y la inviolabilidad de sus propiedades. Por lo que el término “cruzado” y “peregrino” pasaron a ser sinónimos. Por otro lado, autores como Jean Flori, defienden que el peregrinaje no fue un factor que Urbano II tuvo en cuenta para iniciar la cruzada, y otros, como Tyerman, que afirman que este factor únicamente fue incluido en el discurso de la Iglesia una vez reconquistada Jerusalén, y que vería la cruzada como otra forma de peregrinaje, pero igualmente redentora.
No hay que olvidar que este conflicto se generó con la petición de ayuda del emperador bizantino, Alejo I Comneno, al Papa Urbano II, para defender a la cristiandad de oriente frente a la Media Luna. El Imperio Bizantino se sentía amenazado por los musulmanes, que cada vez estaban más cerca de la capital y el ejército imperial más menguado. Esto provoca la petición de ayuda, por lo que podemos afirmar que se utilizó lo religioso para llevar a cabo una defensa política de los territorios bizantinos, o esto es lo que pretendió hacer el emperador. Hay que recordar también que en numerosas ocasiones, al igual que en la Primera Cruzada, los intereses del cristianismo coincidieron con la defensa del Imperio.

Otro de los factores claves que ayudaron a que el Papa Urbano II realizase el llamamiento a la cristiandad, fue la promesa del antiguo emperador Miguel VII Ducas al Papa Gregorio VII, de la reunificación de ambas Iglesias bajo la dirección de Roma. Esta era una oportunidad, que dejó escapar Gregorio VII, y que Urbano II no lo haría, por lo que rápidamente incitó a todos los grandes reyes de Europa, para acudir a ayudar al Imperio.
Podemos afirmar que la idea de cruzada cuando se inició el conflicto fue un tanto idílica, ya que el único fin por el que se pensaba que iban a combatir era la defensa de los Santos Lugares contra el Islam, en concreto el Santo Sepulcro como ya hemos mencionado, y ayudar a los cristianos de Oriente.
Bizancio no contó en ningún momento con la avaricia de los príncipes cruzados que ansiaban grandes botines, y que los cruzados iban a tomar. Poco a poco el Imperio Bizantino se fue desengañando de volver a recuperar estos territorios.
Autor: Eneko Caballero para revistadehistoria.es
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