La civilización que probablemente haya prestado más atención al culto al sol es la egipcia. En sus diversas encarnaciones, el dios solar adquiere todos estos atributos: como Ra, es el rey del firmamento; como Amón-Ra es el dios creador; como Khepry el escarabajo, indica el renacimiento después de la muerte.
El Sol en las mitologĂas europeas
En Europa, los vestigios del CalcolĂtico y la Edad del Bronce indican tambiĂ©n un importante culto al Sol. Éstos pueden encontrarse en las representaciones pictĂłricas alpinas de Italia, y en el arte rupestre escandinavo. En ambos lugares el sol aparece representado como circunferencia, como laberinto espiral o como rueda celeste, simbolizando el orbe que gira eternamente en el firmamento. TambiĂ©n aparecen personajes que, con los brazos alzados o a travĂ©s de combates rituales, adoran el astro rey.
Todas estas representaciones responden a la misma idea de viaje del astro solar, pero permanecen mudas para los oĂdos del mundo moderno. Sin embargo, uniendo su iconografĂa a lo que conocemos de los mitos de culturas como la griega o la egipcia, podemos imaginar el viaje mĂtico al que hacen referencia.
La imagen del Sol tirado por caballos o por aves representa el periplo de un carro solar que circula a travĂ©s de la bĂłveda del cielo. Ese mito, en la mitologĂa griega y romana, nos habla del dios Helios en su carro de oro tirado por caballos, circundando el firmamento desde sus casas de mármol situadas en Oriente, precedido por la Aurora y acompañado por las Horas, hasta hundirse en el mar por Poniente. Los dioses solares de los carros del bronce europeo aparecen tambiĂ©n montados en sus carros empujados por ánades sonrientes, o guiado por caballos o ciervos. Las barcas que aparecen en el arte de las sĂtulas aparecen representadas como dos efigies de aves, combinando las imágenes del barco y del ave. Toda esta iconografĂa parece representan la misma concepciĂłn de viaje representada en el mito grecolatino.
Este contenido nocturno del culto solar centroeuropeo se refleja en la doble cara del disco solar de Trundholm. La cara dorada representa la luz. Sin embargo, su otra cara está formada por un disco labrado de bronce, que representa la noche. También hace referencia a ello las tallas rupestres escandinavas, en las que el barco del Sol está escoltados por hombres armados. Estos guerreros están dotados de grandes cascos con cuernos y aparecen tocando trompetas o bocinas, anunciando al dios en su procesión. En Val Camónica también aparecen guerreros y dioses cornudos, a la manera de las representaciones escandinavas.
En definitiva, podemos reconstruir el periplo solar de la Europa PrehistĂłrica del siguiente modo:
Al amanecer, el dios Sol remonta el horizonte en un carro empujado por aves o caballos. En ese momento el orbe solar derrota a la Oscuridad y se alza como el rey del firmamento. Al alcanzar de nuevo el horizonte con el anochecer, el dios del Sol cambia de vehĂculo y de trayecto. Ahora es conducido por una barca que navega a travĂ©s de los mares del mundo inferior, acompañado de su sĂ©quito de guerreros, que lo protegen de monstruos y fantasmas. SimbĂłlicamente, el Sol ha muerto y se encuentra en el Más Allá. Cuando el Sol termina su periplo en el Mundo Inferior habiendo pasado todas las pruebas y dificultades, renace de nuevo. Su luz indica su renovaciĂłn, el poder que ha alcanzado tras superar la prueba. Ahora, el Sol empujado por las aves acuáticas, es el garante de la renovaciĂłn, mostrando a travĂ©s de su resurrecciĂłn el ciclo infinito de la vida y de la muerte en el que están inmersos todos los seres.
Siendo capaces de descifrar la simbologĂa de las representaciones artĂsticas de los antiguos europeos, a travĂ©s de los conocimientos que poseemos de las civilizaciones clásicas, podemos hacer hablar a su mitologĂa, aunque sus hĂ©roes y sus dioses sigan siendo personajes anĂłnimos de leyendas fascinantes. De esta forma, somos capaces de hacer que todos aquellos pueblos que no nos dejaron testimonios escritos hablándonos sobre ellos mismos, vuelvan a la vida y renazcan, como el Sol en su carro, de las brumas del olvido.
Autor: Jesús Manuel de la Cruz para revistadehistoria.es
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Fuentes:
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