Hijo del emperador Vespasiano y hermano de Domiciano, se le recuerda por la dualidad de su vida: el militar que destruyó Jerusalén y el emperador que se ganó el corazón de su pueblo.
El emperador Tito Flavio Vespasiano
Al llegar a Judea, Tito se encontró con un escenario complicado. La revuelta no sólo estaba enraizada en cuestiones políticas y tributarias, sino que también tenía un profundo trasfondo religioso. Los judíos estaban fuertemente divididos entre distintas facciones, algunas de las cuales incluso lucharon entre sí en el curso del conflicto. Sin embargo, todos compartían el objetivo de expulsar a los romanos y restaurar un estado judío independiente.
El asedio de Jerusalén en el año 70 d.C. fue la culminación de la campaña. Durante meses, las legiones romanas cercaron la ciudad, cortando cualquier posibilidad de escape o suministro. Las tácticas de Tito incluyeron la construcción de muros y torres de asedio, lo que finalmente permitió a los romanos penetrar las defensas judías. El Segundo Templo, el corazón espiritual de la cultura judía, fue incendiado y arrasado, lo que efectivamente selló el destino de la revuelta. Se estima que cientos de miles de personas murieron durante el conflicto, y un número aún mayor fue esclavizado o deportado.
Los eventos de Judea dejaron una profunda huella tanto en la historia judía como en la romana. Desde el punto de vista romano, la campaña fue un éxito militar que reafirmó la autoridad del Imperio en una región estratégica. Tito regresó a Roma como un héroe, y el Arco de Tito se erigió para conmemorar su victoria. Este monumento detalla en relieves la captura de artefactos del Templo, y ha sido objeto de estudio y contemplación durante casi dos milenios.
Sin embargo, la destrucción de Jerusalén y el Templo tuvieron un impacto catastrófico para los judíos. La diáspora resultante dispersó a las comunidades judías por todo el mundo romano y más allá, dando inicio a un largo periodo de sufrimiento y persecución que ha dejado su sello en la historia judía hasta nuestros días. Tito, por lo tanto, emerge como una figura compleja: un comandante militar efectivo que llevó a cabo su deber con aplomo y decisión, pero cuyas acciones resultaron en un sufrimiento incalculable para un pueblo entero.
El Arco de Tito
La caída de Jerusalén fue seguida de la construcción del Arco de Tito en Roma, una obra que representa la conquista de Judea y muestra cómo prisioneros judíos son llevados a Roma. Este arco no solo serviría como un monumento de triunfo, sino también como una declaración política de la autoridad y poder de Roma.
El arco es un ejemplo exquisito del arte romano de la época Flavia, que combina habilidades arquitectónicas y artísticas para crear una obra que tanto conmemora como celebra. La estructura está compuesta por un único vano, flanqueado por columnas corintias. Pero lo que realmente atrae la atención son los relieves esculpidos en el interior del arco, que ilustran escenas de la campaña de Judea.