El hundimiento del Maine, comienza la Guerra de Cuba

El hundimiento del Maine aconteció cuando Cuba era la última joya del Imperio Español en 1898. Su valor comercial, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses S. Grant), que el gobierno español siempre rechazó ya que, prestigio aparte, se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.

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Puerto de La Habana hacia 1896

Con la excusa de asegurar los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, el gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. El viaje era más bien una maniobra intimidatoria y de provocación hacia España, que se mantenía firme en el rechazo de la propuesta de compra realizada por los Estados Unidos sobre Cuba y Puerto Rico.

El hundimiento del Maine

El 25 de enero de 1898, el Maine hacía su entrada en La Habana sin haber avisado previamente de su llegada, lo que era contrario a las prácticas diplomáticas tanto de la época como actuales. En correspondencia a este hecho, el gobierno español envió al crucero Vizcaya al puerto de Nueva York.

El hundimiento del Maine
El Maine

El 15 de febrero de 1898, a las 21:40 una explosión hizo saltar al Maine por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y dos oficiales.  El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.

El hundimiento del Maine
El hundimiento del Maine

Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst publicaba al día siguiente el siguiente titular:

«El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo»

Otro reportero del diario The World en La Habana, Silvestre Scovell, trató de enviar el siguiente cable:

“Un individuo desde un bote arrojó una bomba sobre el acorazado Maine que produjo la explosión…”

el censor le dijo que eso era falso a lo que le respondió:

“Sí, pero es sensacional”

Como el parte fue rechazado, lo envió clandestinamente por barco a Cayo Hueso y de allí lo transmitieron al diario neoyorquino donde fue publicada la información junto con un gran dibujo de la explosión.

El misterio del Maine

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5 Comments

  1. historiadorplus
    14/10/2016 @ 08:21

    En la noche del 16 de febrero de 1898, una gran explosión lo hundió, William Randolph Hearst, editor de la prensa amarilla norteamericana, y Joseph Pulitzer, creador del premio que lleva su nombre, señalaron a España como culpable de un supuesto sabotaje e instó al por aquel entonces presidente estadounidense, William McKinley, a iniciar una guerra contra los españoles, algo que el gobierno americano no tenía en mente, a pesar que se pudo demostrar que España no tuvo nada que ver en la voladura del crucero, pues la causa se debió a una causa en el interior del buque.
    “Permanezca usted ahí – le exigió Hearst a su corresponsal en Cuba, el dibujante Remington – usted facilite las ilustraciones, que yo le proporcionaré la guerra”.
    Finalmente, el 18 de abril de 1898, Estados Unidos declaró la guerra a España. La voladura del Maine dio a McKinley el esperado casus belli; la guerra se hizo inevitable que se acabó con el Tratado de París, en la que España perdió lo que le quedaba de su inmenso imperio colonial. Aunque antes de la guerra contra los americanos, los Estados Unidos ofrecieron a la Hacienda española 300 millones de dólares por la isla de Cuba, aparte de una fuerte suma para los negociadores. El Gobierno “no se dio por enterado” de la oferta americana. Al final, en el Tratado de París se nos compensó con solo 20 millones de dólares.

  2. Captain Wonder
    25/05/2017 @ 11:06

    Lo que se menciona menos es que a esa fiesta a la que acudió precisamente la oficialidad del Maine, quedándose el resto de la tripulación en el buque, estaba organizada por el tal Hearst, y que en los días previos, del 10 al 11 de febrero, había atracado a corta distancia del Maine, pese a la prohibición de hacerlo en dicha zona. Se sospecha que de alguna forma, pudo ser él quien colocó una mina que debía bastar como excusa para declarar la guerra a España. La cuestión es que se oyeron dos explosiones: solo la segunda pudo ser considerada fortuita, la correspondiente a la explosión de las calderas. Evidentemente, Hearst no preveyó tal masacre, pero la aprovechó en cualquier caso para proseguir su plan y alentar a los halcones del partido republicano a la declaración de guerra contra España. Una obra muy esclarecedora sobre el caso es Los misterios del 98, de la editorial Galland Book, en el que destaca entre otros, la influencia de la masonería de obediencia inglesa que muchos de nuestros políticos, jueces y militares de entonces profesaban, en el desastre del 98. Vamos, que en nuestro caso, la historia la han escrito los perdedores, porque es la versión oficial que nos ha llegado hasta nuestros días.

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