El hundimiento del Maine aconteció cuando Cuba era la última joya del Imperio Español en 1898. Su valor comercial, agrícola y estratégico ya había provocado numerosas ofertas de compra de la isla por parte de varios presidentes estadounidenses (John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses S. Grant), que el gobierno español siempre rechazó ya que, prestigio aparte, se trataba de uno de sus territorios más ricos y el tráfico comercial de su capital, La Habana, era comparable al que registraba en la misma época Barcelona.
El hundimiento del Maine
El 15 de febrero de 1898, a las 21:40 una explosión hizo saltar al Maine por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y dos oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas.
Sin esperar el resultado de una investigación, la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst publicaba al día siguiente el siguiente titular:
«El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo»
Otro reportero del diario The World en La Habana, Silvestre Scovell, trató de enviar el siguiente cable:
“Un individuo desde un bote arrojó una bomba sobre el acorazado Maine que produjo la explosión…”
el censor le dijo que eso era falso a lo que le respondió:
“Sí, pero es sensacional”
A fin de determinar las causas del hundimiento se crearon dos comisiones de investigación, una española y otra estadounidense, puesto que estos últimos se negaron a una comisión conjunta. Los estadounidenses sostuvieron desde el primer momento que la explosión había sido provocada y externa.
La conclusión española fue que la explosión era debida a causas internas. Los españoles argumentaron que no podía ser una mina como pretendían los estadounidenses, pues no se vio ninguna columna de agua y, además, si la causa de la explosión hubiera sido una mina, no tendrían que haber estallado los pañoles de munición.
En el mismo sentido, hicieron notar que tampoco había peces muertos en el puerto, lo que sería normal en una explosión externa.
España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña mediática realizada por los periódicos de William Randolph Hearst, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España.
EE. UU. acusó a España del hundimiento y declaró un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba, además de empezar a movilizar voluntarios antes de recibir respuesta. Por su parte, el gobierno español rechazó cualquier vinculación con el hundimiento del Maine y se negó a plegarse al ultimátum estadounidense, declarándole la guerra en caso de invasión de sus territorios, aunque, sin ningún aviso, Cuba ya estaba bloqueada por la flota estadounidense.
En cuanto al hundimiento del Maine, varios estudios posteriores han llegado a la conclusión de que lo más probable es que la explosión fuese provocada desde dentro del buque, debido a una ignición de la santabárbara, común en los buques estadounidenses de la época a causa del cambio del tipo de carbón utilizado, ya que hasta la época de la construcción del Maine, se usaban mamparos comunes para separar las carboneras de los almacenes de munición pues usaban como combustible la antracita para alimentar sus calderas.
De hecho, se había informado de incendios en las carboneras de buques de la Armada antes del hundimiento del Maine, varios de los cuales estuvieron a punto de provocar explosiones.
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14/10/2016 @ 08:21
En la noche del 16 de febrero de 1898, una gran explosión lo hundió, William Randolph Hearst, editor de la prensa amarilla norteamericana, y Joseph Pulitzer, creador del premio que lleva su nombre, señalaron a España como culpable de un supuesto sabotaje e instó al por aquel entonces presidente estadounidense, William McKinley, a iniciar una guerra contra los españoles, algo que el gobierno americano no tenía en mente, a pesar que se pudo demostrar que España no tuvo nada que ver en la voladura del crucero, pues la causa se debió a una causa en el interior del buque.
“Permanezca usted ahí – le exigió Hearst a su corresponsal en Cuba, el dibujante Remington – usted facilite las ilustraciones, que yo le proporcionaré la guerra”.
Finalmente, el 18 de abril de 1898, Estados Unidos declaró la guerra a España. La voladura del Maine dio a McKinley el esperado casus belli; la guerra se hizo inevitable que se acabó con el Tratado de París, en la que España perdió lo que le quedaba de su inmenso imperio colonial. Aunque antes de la guerra contra los americanos, los Estados Unidos ofrecieron a la Hacienda española 300 millones de dólares por la isla de Cuba, aparte de una fuerte suma para los negociadores. El Gobierno “no se dio por enterado” de la oferta americana. Al final, en el Tratado de París se nos compensó con solo 20 millones de dólares.
25/05/2017 @ 11:06
Lo que se menciona menos es que a esa fiesta a la que acudió precisamente la oficialidad del Maine, quedándose el resto de la tripulación en el buque, estaba organizada por el tal Hearst, y que en los días previos, del 10 al 11 de febrero, había atracado a corta distancia del Maine, pese a la prohibición de hacerlo en dicha zona. Se sospecha que de alguna forma, pudo ser él quien colocó una mina que debía bastar como excusa para declarar la guerra a España. La cuestión es que se oyeron dos explosiones: solo la segunda pudo ser considerada fortuita, la correspondiente a la explosión de las calderas. Evidentemente, Hearst no preveyó tal masacre, pero la aprovechó en cualquier caso para proseguir su plan y alentar a los halcones del partido republicano a la declaración de guerra contra España. Una obra muy esclarecedora sobre el caso es Los misterios del 98, de la editorial Galland Book, en el que destaca entre otros, la influencia de la masonería de obediencia inglesa que muchos de nuestros políticos, jueces y militares de entonces profesaban, en el desastre del 98. Vamos, que en nuestro caso, la historia la han escrito los perdedores, porque es la versión oficial que nos ha llegado hasta nuestros días.