Tebaldo Ricaldoni: el inventor olvidado

Tebaldo Jorge Ricaldoni es una figura de la ciencia en el Río de La Plata cuya memoria comenzó a ser rescatada recién a fines del siglo XX. Nació el 24 de mayo de 1865 en Montevideo (Uruguay). Terminó sus estudios secundarios a los 15 años y se radicó en la ciudad de Buenos Aires donde se recibió de Ingeniero Civil a los 19 años. De regreso a su país ocupó cargos en Obras Públicas, pero renunció dos años después para continuar su carrera en Argentina (“mi patria” como se refirió siempre). Trabajó brevemente en la construcción de la línea del Ferrocarril Pacífico, y fue durante 30 años docente del Colegio Nacional de Buenos Aires. Fue el primer Doctor en Ingeniería del país, y también obtuvo doctorados en Física y Matemática.

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Ricaldoni: el inventor olvidado

El prestigio ganado por Ricaldoni, así como sus contactos con la alta sociedad, llevaron a que fuera elegido por el fundador de la Universidad Nacional de La Plata, Joaquín V. González, para crear y dirigir el Instituto de Física de la nueva casa de estudios. El entusiasmo con el que encaró la nueva tarea lo llevaron a adquirir 2761 instrumentos para la demostración de fenómenos físicos y la enseñanza de la ciencia a la firma alemana Max Kohl. Ocupó numerosos cargos: decano, consejero académico y superior, y docente de varias asignaturas.[i].

Aunque tuvo que lidiar con conflictos políticos y burocráticos dentro de la institución, llegó a desarrollar durante estos años numerosos inventos. Su “primer y más querido invento[ii] fue el “Submarino Ricaldoni”. En 1889 la Marina de los Estados Unidos llamó a un concurso para la construcción de un submarino que cumpliera con 17 requisitos y se daba al ganador 500 mil dólares. En 1892 Ricaldoni ofreció en donación al Ministerio de Marina argentino el proyecto de su submarino y le pidieron que se ajustara  las 17 condiciones de la Marina estadounidense. Convencido de que

nunca se tendrá dominio sobre el aire sino imitando a las aves, y nunca se tendrá dominio sobre el mar sino imitando a los peces”[iii],

inició sus investigaciones y meses después presentó un trabajo que cumplía los 17 requisitos y agregaba 11 más. Además incluía 27 inventos para cuidar la seguridad de los tripulantes. Su tamaño era de 40 metros de eslora y 4,8 de manga.

El “Submarino Ricaldoni” incorporaba muchas novedades como un mecanismo de control de profundidad inspirado en los peces, capacidad de mantener la horizontalidad y evitar los movimientos bruscos, motor eléctrico, sistema de reciclaje de oxígeno y capacidad de sumergirse en cuestión de segundos en lugar de minutos[iv].

Autodefinido como pacifista, Ricaldoni aseguraba que el objetivo de su submarino era la protección de los estuarios. Dos veces estuvo a punto de ser construido, pero desde la Marina le dijeron que

no sabemos qué rol asignarle[v].

Finalmente fue adquirido por el gobierno de Francia.

Otro de sus inventos fue el telégrafo sin hilos, que habría adelantado al de Marconi. En 1899 se instaló en Buenos Aires una pequeña estación experimental diseñada por Ricaldoni basándose en las experiencias de Branly, Popoli, Hertz y Marconi. Aunque era muy rudimentaria, la estación consiguió comunicarse con el vaporcito Vigilante a 50 kilómetros. El número del 29 de abril de 1899 de la revista Caras y Caretas celebraba que Ricaldoni pudo solucionar los problemas

que aún tienen en estudio al inventor Marconi[vi].

Su nieto Jorge Ricaldoni señala que, cuándo Marconi lo visitó en 1906 le ofreció comprarle la patente del transmisor inalámbrico que había desarrollado, pero Tebaldo decidió regalárselo y continuar trabajando[vii]. Marconi ganó el Premio Nobel de Física en 1909.

También desarrolló una rueda capaz de captar energía colgante para vehículos en movimiento, un “pincel de fuego” que destruyó por tratarse de un arma peligrosa, un periscopio de 360 grados de proyección, una boya de rescate para submarinistas, paracaídas para aviadores, un propulsor sin hélices, un abridor de latas, un intelectómetro, ensayó un elevador de agua, bolsas de oxígeno, investigó como producir energía gratuita, un interruptor de alto voltaje, el “reductor Ricaldoni”, una máquina voladora y el desvía torpedos, entre otros. Es autor de más de 20 libros para la enseñanza de las ciencias. Predijo la existencia de Plutón y creyó (erróneamente) ver una luna en Mercurio.

Por sus inventos el Gobierno Francés le otorgó en una oportunidad la Palma de Oro, y en dos oportunidades la Palma de Bronce, distinciones que entonces tenían el mismo prestigio que el Premio Nobel, y fue nombrado Oficial de Instrucción Pública.

En 1909, tras la reorganización de la Facultad, fue desplazado de la dirección del instituto por el reconocido científico alemán Emil Bose. Siguió desempeñándose como docente y desarrollando sus inventos en su taller particular, gracias al mecenazgo de personas que aportaron capital para sus investigaciones.

Falleció sumido en la pobreza el 22 de septiembre de 1923. Ricaldoni es una figura que merece ser destacada en la historia de la ciencia argentina y latinoamericana. Nos deja como legado sus decenas de inventos, sus obras científicas y educativas, y los miles de instrumentos utilizados para la enseñanza que forman parte del Museo de Física de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor: Luciano Andrés Valencia para revistadehistoria.es

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1 Comment

  1. Paz Btz
    15/11/2017 @ 12:13

    ¡Muy interesante el artículo! Dejó en mi el bichito de la curiosidad activado para investigar más sobre Ricaldoni, así como de otres cientificos/as que aún son desconocidos para mi.
    Gracias por escribir el articulo!

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