En el corazón de una monarquía que tejía el primer Imperio transoceánico de la historia, Felipe II se alzó como el eje firme de un mundo en expansión.
Desde los silenciosos salones de El Escorial, gobernó con la pluma siempre en la mano, atento a cada carta, a cada decisión, a cada latido de sus extensos territorios.
Bajo su mirada prudente, la Monarquía Hispánica tejió rutas oceánicas, unió continentes y alimentó artes, saberes y fe. Entre galeones que surcaban el Pacífico, tercios que combatían en Flandes y mapas que revelaban tierras recién nombradas, su tiempo fue un escenario de grandeza, sacrificio y ambición universal.
