El ejército ruso se batió en retirada, sabedor de la superioridad militar francesa practicando una política de tierra quemada para dificultar el abastecimiento del enorme ejército napoleónico. No fue hasta el 8 de septiembre que los rusos presentaron por fin batalla en Borodinó, de la que los franceses salieron victoriosos despejando por completo el camino hacia Moscú.
Napoleón y el Gran Incendio de Moscú
Tras la derrota de Borodinó, el popular general ruso Mijaíl Kutúzov ordenó la evacuación de Moscú. Así, cuando Napoleón entró en la ciudad con su ejército quedó completamente desconcertado. Sus 270.000 habitantes habían desaparecido, la ciudad estaba completamente vacía de habitantes y suministros.
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El gobernador de la ciudad, el conde Rostopchin había elaborado un plan en colaboración con el superintendente de la policía Moscovita Voronenko. Identificaron los mejores puntos para incendiar su ciudad, que estaba construida casi íntegramente de madera, y que tras un caluroso y seco verano, ardería fácilmente. Reclutaron a convictos, y a cambio de su libertad les proveyeron de detonadores inflamables y los colocaron en edificios cuidadosamente seleccionados.
Con la ciudad ardiendo por los cuatro costados, los soldados franceses perdieron su disciplina y comenzaron el saqueo con la excusa de que no era tal, pues todo se iba a quemar. Incluso oficiales y generales se apuntaron. Tres días después las dos terceras partes de Moscú estaban arrasadas, mas de 6000 viviendas, cientos de tiendas y almacenes, iglesias, universidades y bibliotecas fueron pasto de la destrucción, sólo el Kremlin se salvó por un casual cambio de viento.
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