Sevilla en el siglo XVI era una enorme ciudad que estaba llena de oportunidades y picaresca, así como de trampas mortales para los fracasados y los miserables. Las ingentes riquezas de los grandes comerciantes convivían con la informe y desmesurada masa de pobres, mendigos y pícaros, que reptaban por el subsuelo de la abundancia para recoger las migajas que se escabullían de las manos llenas de los exitosos.
El nacimiento de la picaresca
Como si fuera el Chicago o el Nueva York de los años 20, Sevilla bullía con los ricos y los que querían coger las migajas de los ricos. Y al igual que lo más profundo y decadente de las ciudades norteamericanas de la primera mitad del siglo XX inspiró todo un género, el cine negro, Sevilla inspiró su propio género negro: la novela picaresca. Dos de los libros fundacionales de este género tan hispano surgieron directamente de la ciudad hispalense: la Novela Ejemplar Rinconete y Cortadillo, de Cervantes, y el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán.
¿Y cómo se las ingenió la ciudad para conseguirlo? El movimiento táctico consistió en agarrar a los dos incautos novelistas, Cervantes y Alemán, darles un vulgar trabajo de recaudadores de impuestos –oficio muy socorrido de la época, pero lleno de trampas- y provocarles deudas. De esta forma los tuvo a su merced para arrojarlos a un pozo brutal e inspirador. Los dos genios acabaron en prisión, la Cárcel Real de Sevilla, un lugar en el que, en palabras del propio Cervantes, toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación. Allí asegura el autor de las Novelas Ejemplares que se engendró el Quijote, y sin duda que lo que allí vio Mateo Alemán inspiró el Guzmán.
Autor: José María Maesa Márquez para revistadehistoria.es desde http://insensateces-de-un-exiliado-cronico.blogspot.com.es/
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Referencias:
Sevilla en tiempos de Cervantes. José Manuel Caballero Bonald.
Orto y ocaso de Sevilla. Antonio Domínguez Ortiz.