Tras la muerte de Clodoveo, el antiguo reino franco fue dividido entre sus cuatro hijos: Teodorico heredó Reims con el nordeste de la Galia; Clodomiro el valle del Loira y Aquitania; Childeberto el valle del Sena y Normandía; Clotario se quedó el norte de la Galia y Bélgica.
Los francos, de Clodoveo al último merovingio
Tras la muerte de Clodomiro, Childeberto y Clotario se dividieron sus territorios. Teudorico, por su parte, apostó por la conquista de Germania. Los monarcas francos consideraban una cuestión de prestigio el agrandar el reino que recibieron como herencia.
A comienzos del siglo VII el reino franco merovingio se reunió íntegro por última vez hasta la llegada al trono de los carolingios. Clotario II obtuvo todo el poder y consiguió traspasárselo a su hijo Dagoberto I. Por esta fecha se comenzaron a perfilar los dos principales reinos erigidos sobre la antigua Galia: Neustria, al oeste, y Austrasia, al noreste; cada uno con su respectivo rey y administración.
El siglo VII asistió a un progresivo debilitamiento del poder real y a una degeneración de las costumbres del clero. Fue una centuria violenta e inestable en el que el poder pasó a los Mayordomos de palacio, que ostentaban el poder relegando al monarca a un papel meramente nominal.
Diez años después, el poder recayó en Pipino de Herstal, sobrino de Pipino de Landen, quien fue elevado al cargo de Mayordomo de Palacio en Austrasia. Tras su triunfo en 687 en la batalla de Terty logró el cargo de Mayordomo de la corte de Neustria. Pipino gobernaba, por tanto, sobre la práctica totalidad de la Galia.
Los hijos legítimos de Pipino murieron antes que él. Por ello, a su muerte se corrió el riesgo de que cundiera un vacío de poder que los débiles monarcas merovingios, llamados los “Reyes zánganos”, eran incapaces de cubrir. Comenzó entonces una guerra civil entre la viuda de Pipino y su hijo bastardo, Carlos Martel, para hacerse con el poder fáctico.
El resonante triunfo de Carlos marcó el inicio del fin de la etapa merovingia. Su hecho más conocido fue su victoria en la Batalla de Tours o Primera Batalla de Poitiers de 732, en la cual detuvo el avance de los musulmanes por Europa. El esfuerzo bélico pudo ser soportado gracias a su ingente labor de confiscación del patrimonio eclesiástico, que le aportó suculentos ingresos.
Carlos Martel, auténtico rey de la Galia aunque la corona aún no ciñese su cabeza, legó el reino franco a sus tres hijos: Carlomán, Pipino el Breve y Grifo. Grifo fue recluido en un monasterio por sus hermanos que se dividieron el poder. Carlomán recibió años después la llamada de Dios y se marchó al monasterio de Monte Cassino, en Italia, donde parece que trabó amistad con el papa Zacarías.