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Los esclavos de Atenas

Atenas, cuna de la democracia, ciudad de hombres libres. Nada mas lejos de la realidad. Se calcula que aproximadamente un tercio de la población eran esclavos y provenían de los pueblos que los atenienses consideraban bárbaros, como Tracia, Iliria, Lidia o Escitia.

Los esclavos de Atenas

Había de todo tipo. Por ejemplo los esclavos públicos, que podían ejercer de policías o en la administración como escribas o secretarios. Una gran mayoría eran artesanos, que trabajaban en talleres, donde fabricaban todo tipo de utensilios para sus amos, con tanta diligencia que a menudo sus amos apenas se inmiscuían en el negocio, dejado enteramente en manos del esclavo a cambio de un sueldo.

Pero no todos tenían “tanta” suerte. Los esclavos destinados a las minas de plata de Laurio afrontaban durísimas condiciones de vida. Eran también de titularidad pública, pues las minas pertenecían al Estado, el cual las subarrendaba a particulares que no dudaban en maltratar a los esclavos.

También existía la categoría de los esclavos domésticos, y que vivían casi como un miembro más de la familia, participando en las fiestas familiares y gozando incluso de días libres. Entre sus quehaceres estaban el de cocinar, los pedagogos encargados de los niños, siempre bajo la supervisión de la dueña de la casa que cuidaba de que no se relacionasen entre ellos sin permiso (hombres y mujeres dormían por separado) e incluso cuidaba de ellos cuando enfermaban, no tanto por humanidad, sino por lo valiosos que eran para la economía familiar.
Los esclavos de Atenas: mujeres como botín de guerra

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Si bien no tenían derechos legales, se acostumbraba a recompensar a los mas diligentes, y podían declarar en los procesos judiciales, eso sí, sólo si aceptaban someterse a tortura, ya que se suponía que sólo así se declaraba la auténtica verdad… Sólo había una forma de mejorar la condición de un esclavo en Atenas: si se acogían como suplicantes en el templo de Teseo, podían conseguir que se les vendiera a un dueño mejor y muy raramente, conseguían la libertad si su amo la declaraba ante testigos o si conseguían pagar al peculio (una pequeña cantidad de dinero que sus amos les permitían ahorrar) Pero eso sí, quedaban obligados a permanecer junto a sus antiguos amos mientras vivieran…

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