“sacarlos de España y enviarlos divididos en corto número a las provincias de América”.
Conocedores de que una medida similar había fracasado en Portugal, se acordó emprender el “exterminio” biológico, por lo que en junio de 1749 ya se planeaba una redada para capturar el mayor número posible de gitanos y gitanas de todas las edades a partir de los padrones confeccionados con motivo de la pragmática de 1745.
Los preparativos para la redada general de gitanos de 1749
“Habiendo resuelto el rey se recojan para destinar como lo tenga por conveniente todos los gitanos avecindados y vagantes en estos reinos, sin excepción de sexo, estado, ni edad”.
El 8 de julio Ensenada enviaba las instrucciones a los tres intendentes de Marina, junto con la relación de los lugares y destacamentos militares designados para desarrollar la operación. Los aspectos económico y logístico fueron cuidadosamente previstos, detallándose incluso la tropa y sus mandos. Éstos, el día 30 de julio, una vez en sus objetivos, abrieron las órdenes y se dispusieron a ejecutarlas “de acuerdo, en la mejor armonía y buena correspondencia” con las autoridades locales.
La ejecución de la redada general de gitanos de 1749
Formadas las partidas con las instrucciones y los listados de las personas sobre las que se debía de actuar, dio comienzo la operación a las doce de la noche del 30 de julio de 1749, momento en que se prendió y sacó de sus hogares a todos los gitanos y gitanas para separarlos a continuación por sexos.
Respecto a los bienes de los presos, se procedió tras la redada a la custodia y cierre de las casas para impedir su saqueo, inventariándose “todos los bienes raíces, muebles o dinero” que se hallaron para su posterior subasta y así costear la propia operación.
En Andalucía, tradicionalmente la región española con más presencia gitana se produjo el mayor número de capturas, especialmente en los reinos de Sevilla y Granada, a pesar de que, como en Cataluña, por no haber llegado la orden, hubo de esperar varias semanas a ejecutarla en poblaciones como Málaga. En total, entre la madrugada del 31 de julio y los meses siguientes, alrededor de 9.000 personas quedaron afectadas.
En casi su totalidad, no hubo resistencia. En Vélez Málaga, por ejemplo, a la llegada de los soldados, los gitanos no esperaron a ser capturados, y ante el asombro de éstos, se dirigieron a la cárcel diciendo que “ya sabían se les habían de prender, y que desde luego venían a que S.M. les mandase donde había de ir”.