Heredero del trono a temprana edad, se destaca por su reinado, el segundo más largo en la historia del antiguo Egipto, con una duración de 66 años y dos meses, entre 1279 y 1213 a.C.
La larga sombra del faraón: Ramsés II y su reino eterno
Ramsés II fue una figura imponente, un líder visionario y un constructor prodigioso. Conocido por su poderío militar, también llevó a cabo numerosas reformas internas y desarrolló extensas campañas de construcción que transformaron el paisaje de Egipto.
Sus logros en el campo de batalla son bien conocidos, destacando la célebre Batalla de Kadesh en 1274 a.C., uno de los conflictos militares más grandes de la antigüedad.
La batalla de Kadesh
La Batalla de Kadesh, librada en el año 1274 a.C., es uno de los enfrentamientos militares más famosos de la Antigüedad. Tuvo lugar entre las fuerzas del Antiguo Egipto, bajo el mando de Ramsés II, y el Imperio hitita, liderado por Muwatalli II. La batalla se realizó cerca de la ciudad de Kadesh, en lo que hoy es Siria.
Esta batalla es notable por varias razones. En primer lugar, es considerada uno de los combates con carros de guerra más grandes de la historia, con más de 5,000 carros desplegados por ambos bandos. En segundo lugar, fue documentada en detalle tanto por los egipcios como por los hititas, lo que proporciona un registro histórico único de la táctica militar de la época.
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En esta parte de la batalla, Ramsés demostró su valor personal al liderar el contraataque. Según los relatos egipcios, él mismo cargó contra los hititas, ayudando a reagrupar sus fuerzas y repeler al enemigo.
El resultado final de la batalla es objeto de debate. Las fuentes egipcias presentan la batalla como una gran victoria para Ramsés II. Según estos relatos, el faraón egipcio habría logrado repeler a los hititas y salvar a su ejército de una derrota segura. Sin embargo, las fuentes hititas sugieren que ellos fueron los verdaderos vencedores y que el ejército de Ramsés II fue el que se retiró del campo de batalla.
Lo que es indiscutible es que la Batalla de Kadesh no decidió la guerra entre Egipto y los hititas. Ambos lados reclamaron la victoria, pero el conflicto continuó durante muchos años después de la batalla. No fue hasta el Tratado de Kadesh, firmado alrededor de 15 años después, que se estableció la paz entre los dos grandes imperios. Este tratado es conocido como el primer acuerdo de paz internacional registrado en la historia.
En cualquier caso, Ramsés la presentó como una victoria personal, y las inscripciones que narran el enfrentamiento llenan las paredes de muchos templos egipcios, como un canto a su fortaleza y audacia.
Afán constructor
A pesar de su notable destreza militar, Ramsés II es tal vez más recordado por sus logros en el ámbito de la construcción. Templos, monumentos, ciudades enteras y estatuas colosales fueron creados bajo su patrocinio, entre los que destaca el complejo de Abu Simbel. Con dos templos excavados en la roca viva, el recinto se yergue como una demostración de la grandiosidad y ambición de Ramsés II. Las gigantescas estatuas de Ramsés, de más de 20 metros de altura, son testamento de un líder que se veía a sí mismo como un dios en la tierra.
Sin embargo, Ramsés II no fue solo un guerrero y constructor, sino que también mostró gran sabiduría en las negociaciones diplomáticas. Tras la Batalla de Kadesh, Ramsés II negoció el primer tratado de paz conocido en la historia con el rey hitita Hattusili III. Esta reconciliación marcó un punto de inflexión, dando inicio a una etapa de cooperación entre ambos reinos que se mantuvo hasta la caída del Imperio hitita.
Ramsés II también tuvo un fuerte impacto en la vida religiosa de Egipto. No solo consagró múltiples templos a los dioses, sino que también se asoció con ellos. Su afiliación con la deidad de la guerra, Seth, fue tan intensa que adoptó el epíteto “El Joven del dios Seth”. Por otro lado, la relación de Ramsés II con el dios sol Ra es particularmente notoria. Ramsés significa “Nacido de Ra”, y se ve claramente que este vínculo está reforzado en su forma de gobernar y en su divinización. Esta divinización no era nueva, todos los faraones se consideraban dioses vivientes, pero Ramsés llevó esta práctica a nuevas alturas, incluso ordenando la construcción de una nueva capital, Pi-Ramsés, ‘la Ciudad de Ramsés’, que destacaba su papel como un gobernante deificado.
Las estructuras monumentales que ordenó erigir a lo largo de su reinado hicieron más que solo realzar su figura y su poderío, también proclamaron su asociación con lo divino. Su presencia monumental en la arquitectura y el arte del antiguo Egipto no solo lo hizo eterno a los ojos de su gente durante su vida, sino que aseguró su lugar en la memoria de la humanidad.
Su vida personal también fue objeto de gran interés. Fue padre de alrededor de 100 hijos y tuvo muchas esposas, aunque la más destacada fue Nefertari. Su amor por Nefertari fue tan grande que le dedicó uno de los templos de Abu Simbel, un raro honor para una reina.
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