Durante el siglo XVI, son tres las ordenes encargadas de evangelizar a la población de la Nueva España: Franciscanos, Dominicos y Agustinos. Sin embargo, por diversas adversidades y al saber del éxito de la Compañía de Jesús en el ámbito educativo en otras latitudes del vasto imperio español se les solicita que auxilien en las colonias americanas. La misma orden de Los Franciscanos solicitan su ayuda, la cual es reiterada por el cabildo de la Ciudad de México (Gonzalbo, 1998).
La educación impartida por la Compañía de Jesús en la Nueva España, 1572 – 1767
Posteriormente se abrió un tercer colegio, el cual era exclusivo para indios. Se ubicó en la ciudad de Puebla. La expansión jesuita fue rápida, a finales del siglo XVI existían nueve colegios. Dos seminarios para estudiantes seglares, dos internados para indígenas, tres residencias, una casa profesa y un noviciado (Gonzalbo, 1990b). Para 1767, antes de su expulsión por Carlos III de todos sus reinos, los jesuitas tenían más de veinte colegios tan sólo en la Nueva España. El establecimiento de los centros jesuitas era considerado a modo de “progreso”. Las ciudades competían por tener una escuela de la Compañía; los lugareños lo veían como signo de prestigio, al grado que les entregaban bienes e inmuebles suficientes para la construcción y el sostenimiento de los colegios (Gonzalbo, 1990a).
Por otro lado, la vida académica en los colegios jesuitas era exigente. Los varones solían ingresar entre los nueve y diez años. Posteriormente pasaban entre cinco o seis años estudiando gramática, incluido dos a tres años de estudio del griego y del latín. Más adelante, entre los doce y quince años los alumnos terminaban de estudiar humanidades y comenzaban estudios de filosofía. Este curso abarcaba tres etapas. Primero se estudiaba lógica e introducción a las ciencias; después cosmología, psicología y física; y por último metafísica y filosofía moral. Aunado a esto, se estudiaba un año a los literatos e historiadores clásicos como Cicerón, Virgilio, Horacio, Livio, César y Salustio (Gonzalbo, 1990b, 1998). Las matemáticas fueron relegadas, en palabras de Loyola se debía estudiar “con la moderación que conviene para el fin que se le pretende” (Gonzalbo, 1990b). En algunos colegios se profundizaban por dos años más en el campo de la filosofía y la teología moral. Estos estudios los realizaban jóvenes entre dieciséis y dieciocho años. Al terminarlos podían estudiar la carrera en teología, la cual duraba cuatro años más.
La educación jesuita estaba basada en el modelo que se utilizaba en la Universidad de París. Un método de enseñanza práctico. Las características más relevantes eran (Gonzalbo, 1982):
- Estudios abiertos a clérigos laicos. Mientras que las otras órdenes religiosas reservaban los estudios conventuales a sus propios miembros.
- Clase para alumno externos y grupos muy numerosos. La asistencia se facilitaba por la gratuidad y la residencia de los alumnos en sus propias casas.
- Atención personalizada a los alumnos. Muy diferente de las universidades del tipo medieval, en donde el profesor sólo se ocupaba de sus propias exposiciones, no del aprovechamiento de los estudiantes.
- Riguroso orden en el acceso de los cursos inferiores a los superiores y de las materias elementales a las más difíciles. Nunca antes había existido tal orden.
- Insistencia en la colaboración de los alumnos mediante ejercicios orales y escritos. En contraposición al viejo sistema que no consideraba en absoluto la intervención de los alumnos en el aprendizaje.
- Predominio del estudio de las humanidades a partir del latín y por medio del conocimiento de los clásicos. Hasta entonces el latín había sido un instrumento para el conocimiento y se había descuidado su corrección gramatical y belleza expresiva.
- Eliminación casi completa de los castigos sustituidos por un sistema de emulación con premios honoríficos competencia entre compañeros y concursos. Más adelante otros centros de enseñanza siguieron el ejemplo y dedujeron las penas corporales.
- Proyección social de las actividades escolares a través de actos públicos literarios y colaboración en la vida cultural de las comunidades.
A manera de reflexión
Es imperioso recalcar que a lo largo de trescientos años de domino español no se unificó un sistema educativo, sino que se modificaba según las necesidades. La visión jesuita se caracterizaba, según Wright (2005), por “una voluntad de no encerrarse en el claustro, sino lanzarse plenamente a la agitación y a las luchas de la vida como católicos”. Aunque este dinamismo no fue bien visto por todos, puesto se creó un grupo bastante amplio de críticos en su contra.
Autor: Alan Job Montellano Jiménez para revistadehistoria.es
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Bibliografía
Gonzalbo Aizpuru, P. (1982). Los colegios y la educación jesuita en el siglo XVI. Colegio de México.
Gonzalbo Aizpuru, P. (1990a). La compañía de Jesús en México. En Historia de la Educación en la Época Colonial. El Colegio de México.
Gonzalbo Aizpuru, P. (1990b). Historia de la educación en la época colonial. La educación de los criollos y la vida urbana. El Colegio de México.
Gonzalbo Aizpuru, P. (1998). La educación popular de los jesuitas. Universidad Iberoamericana.
Gonzalbo Aizpuru, P. (2010). El virreinato y el nuevo orden. En Dorothy Tanck de Estrada (coord.), La educación en México. El Colegio de México.
Pérez Herrero, P. (2002). El modelo de sociedad de los conquistadores. En La América Colonial (1492-1763). Política y Sociedad. Ed. Síntesis.
Writght, J. (2005). Los jesuitas. Una historia de los “soldados de Dios”. Debate.
03/02/2022 @ 13:58
Gracias Alan por compartirnos su artículo. No estoy muy familizarizado con los jesuitas, pero recuerdo en clase que los menciono.