Después de ver en el anterior artículo como la Historia del Vestido empieza al pasar de ser una obligación de protegerse del clima a convertirse en una necesidad vital, vamos a ver ahora como evoluciona durante el Renacimiento y hasta el siglo XVIII con la aparición de las primeras publicaciones sobre tendencias de moda.
Historia del Vestido y la Moda, el Renacimiento
Con el Renacimiento aparece un nuevo ideal de conocimientos. El entusiasmo por el progreso y el culto hacia la persona se traducen en un fuerte individualismo, lo que tendrá una clara repercusión en el traje, considerado también un distintivo de las personas.
A mediados del siglo XV nace en España la moda del verdugado, que se propagó a otros países, como Inglaterra y Francia. Consistía en unos aros de mimbre en disminución, lo que ahuecaba las faldas en forma de cono. Era una prenda para mujeres de alta sociedad, ya que dificultaba mucho la libertad de movimientos y será el precedente de los diferentes artilugios que se implantaron en siglos posteriores para ahuecar las faldas.
A principios del siglo XVI los trajes de las clases altas eran excesivamente lujosos, con bordados y pieles que se prodigaban tanto en el vestuario femenino como el masculino. El jubón se alargó respecto a siglos anteriores, y será de raso, terciopelo y telas doradas. Pero todo cambió a mediados de siglo. España gozaba de un enorme prestigio en toda Europa, ya que ostentaba la supremacía económica, cultural y política; por lo que se impondrán las modas de origen español, que serán señal de máxima distinción.
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En esta época desaparecen los escotes y aparecen las lechuguillas, cuellos y puños de camisa almidonados y rizados que al principio se adornaban con puntillas y terminaron siendo todos ellos de encaje, y siguió el uso del verdugado.
Se empiezan a utilizar las botas altas de cuero negro que llegan hasta las calzas y también el ferreruelo, una capa masculina de origen árabe, que también adoptaron los nobles europeos.
Historia del Vestido y la Moda, el siglo XVIII
En el siglo XVIII, ante la decadencia política de España y el auge del absolutismo monárquico, Francia toma el relevo de la supremacía y también se convierte en capital de la elegancia. Las lechuguillas son sustituidas por el “cuello caído”, mientras que los trajes femeninos eliminan el verdugado y estarán formados por el cuerpo, con un escote adornado con encajes y cintas, las enaguas y el vestido.
Se imponen nuevas prendas masculinas como la casaca, una chaqueta larga con mangas, el chaleco y la cravatte, tiras de encaje y muselina origen de la corbata actual. También se dará importancia a los zapatos, sobretodo a los masculinos, que se adornan con todo tipo de abalorios. Y surge la moda de las pelucas masculinas rizadas, mientras que las mujeres se peinaban con inmensos tocados.
Cabe destacar que en esta época la moda experimenta una gran expansión social; la burguesía comienza a imitar a la nobleza en cuanto a trajes, tejidos, abalorios y peinados, aunque rechazaban los excesos y preferían una moda más simple y cómoda. Además, aparecen las primeras revistas y periódicos con mensajes publicitarios y noticias y así llegaba la información sobre los colores de moda.
Francia recurría, también, a otros procedimientos de difusión, como el envío una vez al mes a Londres de dos maniquíes tamaño natural vestidos con arreglo a la moda de diario y de gala. Tras la muerte de Luis XIV en 1715, los trajes femeninos se volvieron más sueltos y vaporosos, aunque la anchura de la falda creció hacia los lados mediante el uso de “ballenas” o varillas de mimbre.
El traje masculino sigue en la misma línea y el sombrero de tres picos fue de uso común durante todo el siglo. La moda de la peluca pervive hasta la Revolución Francesa, aunque se simplifican; el pelo se echaba hacia atrás y la peluca se acababa con un bucle en la parte posterior del cuello o con una coleta atada con una cinta negra. La Revolución Francesa supuso un gran cambio en la indumentaria. Se tiende a plasmar la antigüedad clásica en el vestuario. Se acaban las prendas que impedían los movimientos y se impone una nueva naturalidad.
El vestido “clave” es el “vestido camisa”, que presenta el talle a la altura del pecho y está confeccionado en telas ligeras como algodón, batista o muselina y generalmente es de color blanco.
El traje masculino imita los trajes ingleses del campo; se adopta el frac, el pantalón y el chaleco. En España aparece un fenómeno llamado “majismo”, que intenta imponer una forma de vestir nacional frente a la vestimenta de corte francesa. Las prendas masculinas de ámbito popular son la chaqueta, el chaleco corto y el calzón y capa larga y tricornio o montera. Las majas llevaban jubón de raso, basquiña (falda) semilarga sostenida por enaguas y con adornos.
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“ninguna persona de ninguno de los dos sexos puede obligar a un ciudadano, hombre o mujer, a vestir de una manera determinada…Todos son libres de llevar la prenda o vestimenta adecuada a su sexo que le agrade”.
Autor: Begoña Carreres Rodríguez para revistadehistoria.es
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