Una de las mayores razones por las que Roma consiguió ser la potencia hegemónica de la Edad Antigua fue, sin lugar a dudas, su estrategia militar y las asociadas formaciones de sus legiones.
El historiador Vegecio nos contó en su obra Epitoma rei militaris, basada en el libro perdido de Sexto Julio Frontino, acerca de las formaciones más distendidas usadas por las tropas del Imperio.
Formaciones y Tácticas del Imperio Romano
Vegecio nos narró cómo los factores ambientales eran determinantes en el devenir de una batalla. Algunos de sus consejos escritos iban dirigidos hacia las ventajas e importancia de actuar en un terreno elevado frente a un enemigo postergado a un suelo más bajo, las irregularidades geológicas determinantes para luchar contra la caballería, batallar con el sol a la espalda para evitar cegarse con la luz o la influencia del viento en las armas arrojadizas.
La mayor confianza del ejército romano era hacia la infantería, que era colocada en el centro. En los lados se asentaba la caballería, cuyas funciones eran evitar que la infantería quedase rodeada o perseguir a los soldados que huyesen del campo de batalla. Principalmente la caballería era la tropa secundaria, pero determinante en el transcurso de muchas de las batallas que llevó a cabo el Imperio Romano. Se dividían en 10 escuadrones o
turmae de 3 decurias cada uno dando un número de 300
equites.
Vegecio también escribió acerca de las tropas de reserva, o tropas auxiliares (los
auxilia), que generalmente eran las primeras en entrar en combate y que permitían que los romanos no tuviesen que luchar. Las tropas auxiliares estaban formadas por ciudadanos que no eran romanos, como era el caso de los bárbaros.
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