El Llanto de Gorgias

La curiosidad que tratamos a continuación, tiene como protagonista al filósofo Gorgias, pero antes, conozcámoslo un poco mejor para saber quién fue y a qué se dedicó.

Hijo de Carmántidas, nació en la isla de Sicilia en torno al año 480 a. C. Pronto se convirtió en discípulo de Empédocles, quien le enseñó los principios de su formación retórica y lo fue familiarizando con el pensamiento de los filósofos Zenón y Parménides, perteneciendo a la primera generación de sofistas. En el año 427 a. C. fue enviado como embajador a Atenas con el fin de captar apoyo militar contra los intereses de expansión de Siracusa.

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Tras la pérdida de independencia de Leontinos en el 424 a. C., Gorgias se exilió a la Grecia continental, donde fue el profesor más prestigioso y el orador más popular en Atenas y en Tesalia. Conquistó a todos con sus bellos discursos, su palabra elocuente y persuasiva. Incorporó elementos poéticos notables en su retórica, así como paralelismos, una cuidada rima o la antítesis. Como orador, se le debe considerar el fundador de la oratoria epidíctica. Dicen que consiguió reunir tal fortuna con su enseñanza, que ordenó levantar en Delfos una estatua de oro macizo.

Los discursos que han sido conservados son un Epitafio, un Olímpico, un Pítico y un Elogio de los eleáticos, todos ellos en fragmentos. Nos queda, en cambio, el texto íntegro de los ejercicios sofísticos, el Elogio de Elena y la Apología de Palamedes. En ellos, Gorgias hace ostentación de su habilidad dialéctica.

En cuanto a sus discípulos, podemos encontrar a nombres como Isócrates, Pericles y Tucídides.

También lo encontramos en Gorgias, uno de los diálogos de Platón correspondiente a su fase intermedia, que trata sobre la retórica, en el que Sócrates discute sobre la retórica falsa y verdadera, y sobre la retórica entendida como el arte de la adulación.

El Llanto de Gorgias

Ya en el año 375 a. C. aproximadamente, Gorgias fallece con más de cien años (algunas fuentes hablan de entre 105 y 108 años). Sin duda, es un logro llegar a esa edad y en plenas facultades como Gorgias, pero esa no es la curiosidad a la que nos referíamos al principio. No tenía nada que ver con su muerte, sino todo lo contrario, con su nacimiento.

Cuentan que vino al mundo durante el funeral de su madre. Mientras los asistentes participaban en silencio en el sepelio, escucharon el llanto de lo que parecía un bebé. Atónitos, comprendieron que el sonido procedía del interior del féretro y, al abrirlo, encontraron al recién nacido.

Qué hubiera sido de la historia de los sofistas y de la filosofía en general, si no hubiesen escuchado el llanto que le salvó la vida.

Autor: Juan Álvarez-Nava García para revistadehistoria.es

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