Carlos V, refiriéndose a los arcabuceros en señal de agradecimiento, dijo:
“La suma de sus guerras era puesta en las mechas encendidas de sus arcabuceros españoles y que en lo más arduo de sus dificultades y combates, aunque sólo se viese rodeado de cuatro o cinco mil se consideraba por completo invencible, y arriesgaba, únicamente sobre el valor de ellos, su persona y su imperio y todos sus bienes”
Los Doce Apóstoles
Al contrario de lo que se pueda pensar, y a pesar del corte religioso que impregnaba a los miembros de los Tercios Españoles, “los Doce Apóstoles” era la denominación popular que otorgaban a las cargas de sus arcabuces que llevaban colgados en la bandolera.
El disparo se preparaba con el vertido de pólvora a través del cañón del arcabuz. Al principio esta medición era un poco arbitraria, y el arma era cargada a través de un cuerno que contenía la pólvora. Se trataba de un método lento y poco preciso, porque la carga variaba según creía el sujeto que la realizaba. Debido a los problemas que conllevaba la medición arbitraria, como era la insuficiente cantidad de pólvora o su exceso, y los problemas asociados como atascamientos en los disparos o explosiones accidentales, se comenzaron a usar pequeños tubos con la cantidad de pólvora adecuada para realizar un disparo.
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