¿Edad Media, Edad Central o Edad Esencial?

Que hablemos de “medievalismo” como una suerte de estado del pensamiento, esto es, una corriente de ideas, un código de valores, una colección de modelos referidos a la creación y a la estética, y que exista también lo que se ha dado en llamar “neomedievalismo” como un fenómeno sociocultural y artístico, en pleno siglo XXI, es ya prueba más que sobrada  de la capacidad evocadora que ese período de la Historia de la Humanidad conocido como Edad Media tiene en nuestros días, a pesar de las connotaciones negativas con las que esta etapa histórica se relaciona, o quizá precisamente por esto.

¿Edad Media, Edad Central o Edad Esencial?

Todo lo que se envuelva con la aureola del mito, la leyenda, la epopeya, la épica caballeresca, la aventura o el misterio reúne ingredientes más que suficientes para causar fascinación, convertirse en reclamo y ser un éxito, especialmente en una sociedad consumista como la nuestra en la que una buena parte de la producción cultural y artística a las que son de aplicación tales etiquetas deviene en lo que la intelectualidad considera “kitsch”. La imitación sin ton ni son de contenidos, formas y estilos de un pasado histórico que se replican y replican y son socialmente aceptados y estéticamente consumidos, tirando de las varias definiciones que sentaran teóricos como Hermann Broch, Walter Benjamin, Theodor Adorno o Clement Greenberg. Aquella especie de “falsa conciencia” de la que hablaran los marxistas. Una imposición de la industria y del mercado.

Aun así, resulta un tanto paradójico que, por un lado, hagamos –¿quién alguna vez no ha incurrido en tal simpleza?– referencias despectivas a la Edad Media, hasta el punto de que la propia expresión nos sirva para calificar peyorativamente algunas realidades de nuestro presente, y al mismo tiempo sea el espejo de la Historia en el que más nos miramos. Bueno, sí, resulta algo paradójico, como decimos, mas no sorprende. Porque, ciertamente, la Edad Media es mucho más que una mera transición entre el Mundo Antiguo y el Mundo Moderno, mucho más que una fase de tinieblas, oscuridad y retroceso entre la Antigüedad Clásica y el Renacimiento.

Como período comprendido entre la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 y la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453 –dicho sea siguiendo la definición cronológica de corte academicista, fruto de una convención necesaria a efectos prácticos–, abarca todo un milenio, diez siglos durante los que –tras la desintegración previa en la que incide la visión hegeliana[2]– cristalizan las bases en las que se asienta la Europa que hoy conocemos –no en vano la historia medieval es historia del Viejo Continente– y también lo que llamamos “Civilización Occidental”, independientemente de que todavía no emergieran, hasta más tarde, las estructuras estatales propiamente dichas.

Una etapa que no fue monocolor como en ocasiones se la ha pintado, ni estuvo tan sumergida en las sombras de la irracionalidad, la intolerancia y la ignorancia como frecuentemente se la he descrito, sino que también tuvo su colorido y fue fructífera, creativa, próspera y civilizadora. Tanto es así, que puede considerarse, como señala Umberto Eco, la edad en la que “madura el hombre occidental moderno[3]”. Cuando, de la mano del cristianismo, se fraguan unas concepciones del individuo y de su libertad –teóricas al menos–, así como de la propia naturaleza, sin las que el humanismo renacentista de los siglos XV y XVI no se entendería.

Y es también durante su transcurso cuando, en contra de los manidos estereotipos, se construyen muchos de los fundamentos de la arquitectura política, institucional y urbana que triunfa en la Edad Moderna y cuya herencia aún perdura.

Autor: José A. Ortega Espinosa para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

[1] Flocel Sabaté; L’Edat Mitjana (Món real i espai imaginat). Editorial Afers; Barcelona, 2012. Págs. 283-305. Desde la Edad Moderna y hasta bien entrado el siglo XIX,  el Medioevo se ha identificado erróneamente con estancamiento cultural, guerra, crueldad y barbarie, pero esto no es más que una imagen distorsionada de la realidad que empieza a fraguarse en el Renacimiento.

[2] George Wilhelm Friedrich Hegel; Filosofía de la Historia. Editorial Claridad, S.A.; Buenos Aires, 2008. Págs. 324-325.

[3] Umberto Eco; La Edad Media ha comenzado ya. Alianza Editorial, S.A.; Madrid, 1974. Págs. 9-12.

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