Bolívar y la fragmentación política hispanoamericana posterior a las Independencias

A casi doscientos años de distancia, mucho se ha escrito sobre el pensamiento político de Simón Bolívar[1], quien ha sido objeto de numerosos estudios que versan sobre sus ideas ilustradas, su conducción de la  guerra de liberación anticolonialista y, sobre todo, de la forma en que debía constituirse, de ser posible, la nueva entidad independiente resultante. Dentro de sus planeamientos políticos destacaba la conocida intención de  lograr la unidad hispanoamericana como un nuevo país continental derivado del desmembramiento del Imperio español en América[2], y también es muy conocida la decepción al final de su vida[3] con respecto a la imposibilidad de implantar gobiernos centrales y fuertes en una confederación de repúblicas unidas por intereses comunes[4].

Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión  y riquezas que por su libertad y gloria.

                        Simón Bolívar, La Carta de Jamaica

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Bolívar, revolucionario e ideólogo.

Las revoluciones de Independencia iberoamericanas fueron, simultáneamente conflictos militares, ideológicos y populares[5]. La mayoría de los insurrectos se levantaron en armas porque querían lograr gobiernos dirigidos por las elites criollas pero dentro de ellas, y en las muy diversas regiones del entonces en crisis Imperio español, hubo conflictos que  hicieron que, en algunos casos, el diferendo mayor se diera no con la metrópoli colonial sino con las diversas capitales virreinales en América[6]. La aspiración bolivariana de construir repúblicas centralizadas que formaran una confederación fue  lanzada mediante la concreción del Congreso de Panamá[7], durante 1824, sin embargo, pronto se vio frustrada por el desinterés y complicaciones surgidas en cada una de las regiones. Esta idea de unidad, que lo acompañó en todo momento, estuvo presente en Bolívar, quien consideraba que era

(…) una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América[8].

Sin embargo, la diversidad étnica, regional, económica y cultural, jugaron un papel determinante en la dificultad de construir sistemas republicanos en Hispanoamérica; tanto como el surgimiento de múltiples caudillismos e interpretaciones políticas de la realidad social de entonces. También sabemos que para Bolívar no será suficiente con liberar los territorios del poder español sino romper con el sistema que fundamenta dicho Imperio: liberar esclavos, repartir tierras y lograr la participación de todas las clases sociales en las nuevas entidades políticas[9]. En cuanto al problema de la disgregación política; consideraba entonces que el remedio era la unión:

(es) la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. La América está encontrada entre sí, porque se haya abandonada de todas las naciones; aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares, y combatida por la España que posee más elementos para la guerra que cuantos nosotros furtivamente podemos adquirir[10].

El congreso en Panamá, fue un paso importante, aunque deficiente, en el anhelo unionista bolivariano. Fue entonces que Bolívar escribió:

“Que bello sería que el istmo  de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos”[11]. Al referirse al “nosotros”, se refería a la América española. Nosotros esperábamos –escribió por entonces- “que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos” sin embargo, “no solo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa”. Increpaba también   a España su negativa a reconocer las luchas y objetivos independentistas.

Ya que por infinitos triunfos hemos logrado anonadar la huestes españolas, desesperada la Corte de Madrid ha pretendido sorprender vanamente la conciencia de los magnánimos soberanos  que acaban de extirpar la usurpación y la tiranía en Europa, y deben sr los protectores de la legitimidad y de la justicia de la causa americana. Incapaz de alcanzar con sus armas nuestra sumisión, recurre la España a su política insidiosa: no pudiendo vencernos, ha querido emplear su artes suspicaces. Fernando se ha humillado hasta confesar que ha menester de la protección extranjera para retornarnos a su ignominioso yugo ¡a un yugo que todo poder es nulo para imponerlo![12]

Por lo demás, el contexto internacional, desde la crisis imperial española y aún en la época de las consumaciones independentistas, no era favorable a la emancipación americana. Los hispanoamericanos no contarían entonces con aliados, ni con el reconocimiento de las potencias que luchaban contra movimientos liberales, pensemos en Napoleón, ni con la aceptación que tuvo en su momento la revolución separatista norteamericana[13]. Sólo Inglaterra, preocupada por su preeminencia internacional, se convirtió pronto en el principal y potencial aliado para las nuevas naciones. El divisionismo posterior inter-latinoamericano, y la debilidad hispanoamericana, fue sin duda, el principal obstáculo para la prosperidad continental.

Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado la Europa volarán a Colombia libre, que las convidará con un asilo[14]

La crisis cuaudillista.

La prolongación de la guerra y la magnitud de los escenarios de liberación desde México hasta Chile, tuvieron como consecuencia el surgimiento de numerosos caudillos militares. El hecho de que fueran los militares quienes consumaran las Independencias tuvo  importantes consecuencias[15]. Como consecuencia de la crisis de legitimidad monárquica, en los años de 1808 a 1815 prevalecieron las afirmaciones de soberanía local en vez de proclamaciones de construcción de Estados-nación. La inestabilidad que trajo el desorden político, no posibilitó la unidad de las antiguas regiones integradas en virreinatos. El ejemplo claro es la Gran Colombia, creación de Bolívar, desintegrada inmediatamente después de su muerte[16].

La pretensión de autoridad de la ciudad de México provocó tensiones con las regiones anteriormente integradas en el territorio de la Nueva España; Las pretensiones del Perú sobre Chile, anteriormente sancionada por la corona, fue imposible de lograr tras la liberación chilena en 1818. Buenos Aires buscó sujetar a las provincias internas del Río de la Plata, consiguiendo solamente prolongar las tensiones sobre Asunción y Montevideo.

No es el despotismo militar –señaló Bolívar- el que puede hacer la felicidad de un pueblo, ni el mando que ostento puede convertir jamás, sino temporariamente a la República. Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria o es el árbitro de las leyes ni del gobierno; es el defensor de su libertad. Sus glorias deben confundirse con las de la República; y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país[17].

De acuerdo con la frase: “España sembró cabildos y cosecho naciones”[18], la fragmentación política fue un resultado no planteado abiertamente pero deseado por finalmente por las elites regionales, no reconocieron otra autoridad, durante la crisis de la monarquía española, que la suya propia, roto el pacto establecido con anterioridad con el monarca español. Las contradicciones inherentes en los largos años de la lucha independentista trajeron resultados inesperados. A los intentos unionistas se sucedieron la fragmentación política y las luchas internas.

La Independencia hispanoamericana (con la excepción de Cuba y Puerto Rico) llevó como resultado la libertad económica con respecto al colonialismo español, aunque condicionada por el nuevo escenario del capitalismo moderno en Europa. En lo político, la administración de varias unidades políticas en lugar de uno solo significó grandes costos a largo plazo[19].

Se engendraron en Hispanoamérica gobiernos débiles, a pesar de los deseos de Bolívar y otros visionarios. Esta circunstancia conllevó mayores gastos militares en cada país amenazado por sus vecinos.

Comentario final.

Simón Bolívar es un héroe continental que lucho, como sabemos, por la emancipación americana y en contra de las posturas neocolonialistas del gran capital de la época. “Para nosotros la patria es la América”, declaró el Libertador, afirmando que

Después de quince años de sacrificios consagrados a la libertad de América para obtener el sistema de garantías que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestro nuevo destino, es tiempo ya de que los nuevos intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos[20].

Bolívar fue un genio político y militar que destacó en las luchas anticolonialistas. Su pensamiento y obra, por encima de los divisionismos inter-latinoamericanos, ha servido para mantener viva la idea de liberación, tan necesaria hoy en día, como ayer, en nuestro continente. De él dijo José Martí:

La América toda hervía: venía hirviendo de siglos; chorreaba sangre de todas las grietas, como un enorme cadalso, hasta que de pronto, como si debajo de la tierra los muertos se sacudieran el peso odioso, comenzaron a bambolear las montañas, a asomarse los ejércitos por las cuchillas, a coronarse los volcanes de banderas. De entre las sierras sale un monte por sobre los demás, que brilla eterno: por entre todos los capitanes americanos, resplandece Bolívar[21].

Autor: Domingo Coss y León para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

Acosta Saignes, Miguel. Introducción a Simón Bolívar. México: Siglo XXI Editores, 1983.

Gutiérrez, Ángel. “Bolívar: hombre de Nuestra América”. En: Leopoldo Zea et al. Bolívar y el mundo de los libertadores. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.

López Portillo, Felícitas. “Uso y abuso del pensamiento bolivariano”. En: Leopoldo Zea et al. Bolívar y el mundo de los libertadores. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.

McFarlane, Anthony. “La caída de la monarquía española y la Independencia latinoamericana”. En: Marco Palacios (coordinador). Las Independencias hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después. Bogotá: Editorial Norma, 2009.

Prados de la Escosura, Leandro. “Hispanoamérica tras la Independencia: un balance de su revolución económica (1820-1870)”. En: Marco Palacios (coordinador). Las Independencias hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después. Bogotá: Editorial Norma, 2009.

Rojas, Rafael. Las repúblicas de aire. Utopía y desencanto en la revolución de Hispanoamérica. México: Taurus, 2009.

Stoetzer, Carlos. “Sentido y proyección de la gesta de la emancipación en América Latina”.  En: Leopoldo Zea et al. Bolívar y el mundo de los libertadores. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.

Vázquez, Josefina Zoraida. “Europa desde América”. En: Patricia Galeana (coordinadora). Latinoamérica en la conciencia europea. Europa en la conciencia latinoamericana. México: Fondo de Cultura Económica / Archivo General de la Nación / Universidad Nacional Autónoma de México, 1999.

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