Este episodio no sólo evidenció los fallos logísticos, tácticos y organizativos de la administración colonial, sino que marcó profundamente la memoria colectiva española de las primeras décadas del siglo XX.
La debacle militar no fue producto de un solo error, sino la consecuencia acumulada de decisiones imprudentes, subestimaciones del adversario y un entorno geográfico y político que el mando español no supo manejar.
El desastre de Annual. Los antecedentes del conflicto
La figura de Abd el-Krim emergió en este contexto como un líder carismático que supo aunar voluntades en una región tradicionalmente dividida. Intelectual, jurista y conocedor tanto de las costumbres locales como de las debilidades del enemigo, construyó un aparato militar y político que, a pesar de su aparente precariedad, resultó devastadoramente eficaz. Frente a él, el mando español desplegaba una estructura militar dispersa, basada en una cadena de posiciones fortificadas mal abastecidas y peor defendidas.
La estrategia de Silvestre
El general Manuel Fernández Silvestre fue el encargado de comandar la ofensiva española en el Rif oriental. Su plan consistía en avanzar rápidamente desde Melilla hacia el interior del territorio, ocupando posiciones sin consolidar las líneas de suministro ni asegurar las retaguardias. Silvestre confiaba en una victoria rápida y en la supuesta incapacidad de los rifeños para organizar una resistencia sostenida. No obstante, ignoró las advertencias de otros mandos militares, entre ellos Dámaso Berenguer, que le instaban a proceder con cautela.
A medida que el ejército español se adentraba en terreno montañoso, las dificultades logísticas se acumularon. Las tropas estaban mal alimentadas, mal pagadas y poco motivadas. Además, muchas de las posiciones ocupadas carecían de agua potable o estaban situadas en lugares de difícil acceso. Mientras tanto, Abd el-Krim observaba y se preparaba. Su estrategia era clara: esperar el momento adecuado para lanzar una ofensiva generalizada contra una estructura militar española tan extensa como vulnerable.
Igueriben y el inicio del desastre
El punto de inflexión tuvo lugar en la posición de Igueriben, situada cerca de Annual. Aislada y mal pertrechada, esta guarnición fue asediada por fuerzas rifeñas que cortaron sus suministros y atacaron sin tregua. El intento de socorro por parte de Silvestre fracasó, y los defensores de Igueriben fueron aniquilados o hechos prisioneros tras días de resistencia desesperada. La caída de Igueriben marcó el inicio de una cadena de retiradas desorganizadas que, en pocos días, se transformaron en un caos absoluto.
El 22 de julio de 1921, las tropas españolas abandonaron Annual en medio de la confusión. Miles de soldados, oficiales y reclutas huyeron en desbandada, perseguidos por las fuerzas rifeñas. El ejército se desintegró, y los intentos de organizar una defensa ordenada fracasaron ante la presión del enemigo y la desmoralización general. En los días siguientes, decenas de posiciones cayeron sin apenas resistencia, y las bajas se contaron por miles.
El colapso de Monte Arruit
Uno de los episodios más dramáticos de la retirada fue el sitio de Monte Arruit. Allí se habían refugiado más de 3.000 soldados que, tras resistir durante días sin esperanza de refuerzos, se rindieron bajo promesa de respeto a sus vidas. Sin embargo, lo que siguió fue una masacre: cientos fueron asesinados después de entregarse, y sólo unos pocos lograron sobrevivir. El horror de Monte Arruit simbolizó la crueldad de la guerra y la impotencia de un ejército abandonado por sus mandos.
La retirada alcanzó incluso la ciudad de Melilla, que estuvo a punto de ser atacada por las fuerzas de Abd el-Krim. Sólo la llegada de refuerzos, la reorganización de las defensas y la prudencia del líder rifeño evitaron una catástrofe aún mayor. En total, se estima que el desastre de Annual costó la vida a entre 8.000 y 10.000 soldados españoles, una cifra que incluye a numerosos oficiales y también a miles de reclutas peninsulares y soldados indígenas.
Consecuencias políticas y militares
El impacto de la derrota no se limitó al plano militar. En España, la noticia del desastre provocó una oleada de indignación. El sistema de reclutamiento, las condiciones del ejército en África y la falta de preparación de los mandos fueron duramente criticados. El rey Alfonso XIII, que había mantenido correspondencia directa con el general Silvestre, fue señalado por sectores de la opinión pública como corresponsable moral del desastre. La crisis abierta por Annual derivó en una investigación parlamentaria, conocida como el Expediente Picasso, que documentó con crudeza los errores y negligencias del mando español.
El escándalo también debilitó al régimen de la Restauración, que ya sufría un desgaste por la corrupción, el caciquismo y la ineficacia de sus instituciones. La percepción de que los militares estaban sacrificando vidas sin un propósito claro alimentó el rechazo popular hacia la política colonial. En los años siguientes, el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923 se presentó, en parte, como una respuesta al caos y la falta de autoridad manifestados en Marruecos.
El cautiverio de los prisioneros
Uno de los capítulos más dolorosos de la posguerra fue el cautiverio de los soldados españoles en manos de las fuerzas de Abd el-Krim. Muchos fueron retenidos durante meses en condiciones extremadamente duras. Las cartas y testimonios que lograron llegar a España revelaban sufrimientos físicos, enfermedades, hambre y humillaciones. El gobierno español se vio obligado a negociar con el líder rifeño para lograr la liberación de los prisioneros, lo que supuso el pago de cuantiosos rescates y la aceptación de condiciones impuestas por los rifeños.
Entre los prisioneros se encontraba el comandante García Aldave, cuya figura se convirtió en símbolo del sufrimiento y la dignidad de los cautivos. Su experiencia y las crónicas de otros supervivientes contribuyeron a mantener vivo el interés de la opinión pública española por el destino de sus compatriotas.
Reorganización y revancha
A pesar de la magnitud del desastre, el ejército español no abandonó Marruecos. La presión política, el interés económico en la región y el deseo de restaurar el honor militar impulsaron una reorganización de las fuerzas. Bajo el liderazgo de generales como Sanjurjo y Primo de Rivera, se diseñó una nueva estrategia basada en el control efectivo del territorio mediante acciones conjuntas con el ejército francés.
La culminación de esta estrategia fue el desembarco de Alhucemas en 1925, una operación anfibia sin precedentes para el ejército español, que permitió recuperar el control sobre amplias zonas del Rif. La ofensiva, apoyada por aviación y armamento moderno, obligó a Abd el-Krim a rendirse dos años más tarde y marcó el fin de la resistencia organizada rifeña.

Una herida en la memoria
Si quieres profundizar puedes leer más Aquí
¿Eres Historiador y quieres colaborar con revistadehistoria.es? Haz Click Aquí
Suscríbete a Revista de Historia y disfruta de tus beneficios Premium
Podcast: El Desastre de Annual