Villarejo de Salvanés: el principio del fin de Isabel II

“Septembrina”, “Revolución de Septiembre” o “La Gloriosa” son los apelativos que recibió hace ahora 150 años la Revolución española de 1868 que acabó con el régimen de la monarquía de Isabel II , destronando a la dinastía Borbón que había llegado a España a principios del s. XVIII. El período que abrió su triunfo será conocido como “Sexenio democrático” por ser la primera vez en la que se implantaba el sufragio universal masculino y una constitución, la de 1869.

Todo había comenzado a fraguarse el 16 de agosto de 1866 en Ostende,   localidad belga en la que se habían reunido cuarenta y cinco dirigentes de la oposición al régimen: demócratas y progresistas. Estaban allí Prim, Sagasta, Ruiz Zorrilla, Castelar, Pi y Margall, etc. El acuerdo buscaba la destrucción de “todo lo existente en las altas esferas del poder” y establecer por sufragio universal una asamblea constituyente. Más tarde, en marzo de 1868, los unionistas del general Serrano se incorporarían al pacto para acabar con un caduco sistema político en el que imperaba el autoritarismo y la corrupción.

Todo estaba milimétricamente preparado para que el levantamiento comenzase en Cádiz  el 18 de septiembre de 1868. Allí se sublevaría la escuadra del Almirante Juan Bautista Topete. Previamente, a la ciudad emblema del liberalismo español, habían llegado los principales líderes del movimiento junto a los generales unionistas que estaban desterrados en Canarias, gracias en parte a la odisea del capitán Lagier. Juntos firmaron el manifiesto “Viva España con honra”, redactado por López de Ayala y que marcaría los objetivos del pronunciamiento: una verdadera regeneración patria, la implantación de verdaderos derechos democráticos, justicia, libertad, fraternidad, dignidad y sobre todo, honradez en el desempeño de las funciones públicas.

Prim, verdadero motor del pronunciamiento militar, recorrió la costa mediterránea sublevando aquellas ciudades a las que llegaba. Mientras, el ejército sublevado marchaba hacia Madrid y se formaban juntas revolucionarias por todo el país. En el puente de Alcolea, próximo a Córdoba, chocan las tropas isabelinas de Novaliches con las dirigidas por el general Serrano, librándose la batalla decisiva que inclinó definitivamente la balanza del lado del pronunciamiento.

En Madrid el general Concha no se opuso a la recientemente creada junta revolucionaria y se mantuvo neutral. La victoria era clara para el bando progresista que fue el que denominó al pronunciamiento militar como Revolución Gloriosa y había triunfado claramente en pocas semanas.

¿Por qué había triunfado el golpe?. El precedente de Villarejo de  Salvanés

Desde al menos 1866 los progresistas habían decidido derribar el régimen isabelino. Prim, con la colaboración de una amplia trama civil y militar, entre los que estuvo siempre el capitán de la marina mercante Ramón Lagier y un nutrido grupo de progresistas y republicanos, había fracasado en el conocido como Pronunciamiento de Villarejo de Salvanés donde Prim junto a varios ayudantes entre los que destacaba el brigadier Lorenzo Milans del Bosch,  por ser en esta localidad madrileña desde donde el ejército se sublevó, obligando a la reina Isabel II a que nombrara un gobierno progresista encabezado por el marqués de los castillejos.  El general Prim parece que no tenía claro el destronamiento de Isabel II aunque afirmó:

«que el pueblo tirase el trono por el balcón y que, con los soldados que contaba, se pondría sobre las cercas de Madrid, se le rendiría la corte y el país tendría un gobierno que, sin sangre ni disturbios, realizara la mudanza política».

Habría que retrotraerse a la conocida como Noche de San Daniel ,  masacre de estudiantes que protestaban por la destitución de Castelar como catedrático por un artículo titulado “el rasgo” en el que ponía en duda la ejemplaridad de la reina. Estos sucesos en la puerta del sol produjeron la sustitución de Narváez por el general O’Donell, con un gobierno de la Unión Liberal. Este gobierno ofreció a Prim la posibilidad de entrar en el juego parlamentario pero la junta del partido progresista rechazó la colaboración con el régimen. No quedaba otra solución para Prim que la insurrección para lograr su nombramiento como jefe del gobierno, llegando a los sucesos de Villarejo de Salvanés, que pretendían imitar a la Vicalvarada que había dado paso al Bienio Progresista. La idea de Prim era el golpe militar sin colaboración civil ni juntas que dificultaran el restablecimiento del principio de autoridad. Sin embargo el gobierno de O’Donell había ordenado el acuartelamiento de varias unidades, el posicionamiento en zonas estratégicas de las tropas fieles y el arresto de los oficiales menos fieles.

En la mañana del 2 al 3 de enero al frente de los regimientos de Calatrava y Bailén junto a las unidades de Aranjuez se dirigieron a Villarejo pero nadie más las acompañó.   Prim hizo una proclama pero fracasó, huyendo el general hacia Badajoz, pasando a Portugal. O’Donell obtiene poderes extraordinarios declarando el estado de sitio, censurando la prensa y cerrando algunos círculos progresistas.

Es entonces cuando Prim cambia de estrategia, apoyando al sector mayoritario de su partido que pedía un alineamiento con los demócratas y la negativa a presentarse a elecciones preparando entonces la sublevación del 68 que encabezaría definitivamente como el hombre con más prestigio.

A pesar de ello, el 22 de junio se produjo otra revolución armada de Madrid por parte de los sargentos de artillería del cuartel de San Gil, crispados por problemas profesionales y movilizados por demócratas y progresistas.   La alianza posterior de progresistas y demócratas en Ostende, fortalecida con la adhesión de los unionistas tras la muerte del general O’Donell, supondría el canto de cisne de la monarquía de Isabel II.

Autor: Luis Pueyo para revistadehistoria.es

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