“Septembrina”, “Revolución de Septiembre” o “La Gloriosa” son los apelativos que recibió hace ahora 150 años la Revolución española de 1868 que acabó con el régimen de la monarquía de Isabel II , destronando a la dinastía Borbón que había llegado a España a principios del s. XVIII. El período que abrió su triunfo será conocido como “Sexenio democrático” por ser la primera vez en la que se implantaba el sufragio universal masculino y una constitución, la de 1869.
Prim, verdadero motor del pronunciamiento militar, recorrió la costa mediterránea sublevando aquellas ciudades a las que llegaba. Mientras, el ejército sublevado marchaba hacia Madrid y se formaban juntas revolucionarias por todo el país. En el puente de Alcolea, próximo a Córdoba, chocan las tropas isabelinas de Novaliches con las dirigidas por el general Serrano, librándose la batalla decisiva que inclinó definitivamente la balanza del lado del pronunciamiento.
En Madrid el general Concha no se opuso a la recientemente creada junta revolucionaria y se mantuvo neutral. La victoria era clara para el bando progresista que fue el que denominó al pronunciamiento militar como Revolución Gloriosa y había triunfado claramente en pocas semanas.
¿Por qué había triunfado el golpe?. El precedente de Villarejo de Salvanés
«que el pueblo tirase el trono por el balcón y que, con los soldados que contaba, se pondría sobre las cercas de Madrid, se le rendiría la corte y el país tendría un gobierno que, sin sangre ni disturbios, realizara la mudanza política».
Habría que retrotraerse a la conocida como Noche de San Daniel , masacre de estudiantes que protestaban por la destitución de Castelar como catedrático por un artículo titulado “el rasgo” en el que ponía en duda la ejemplaridad de la reina. Estos sucesos en la puerta del sol produjeron la sustitución de Narváez por el general O’Donell, con un gobierno de la Unión Liberal. Este gobierno ofreció a Prim la posibilidad de entrar en el juego parlamentario pero la junta del partido progresista rechazó la colaboración con el régimen. No quedaba otra solución para Prim que la insurrección para lograr su nombramiento como jefe del gobierno, llegando a los sucesos de Villarejo de Salvanés, que pretendían imitar a la Vicalvarada que había dado paso al Bienio Progresista. La idea de Prim era el golpe militar sin colaboración civil ni juntas que dificultaran el restablecimiento del principio de autoridad. Sin embargo el gobierno de O’Donell había ordenado el acuartelamiento de varias unidades, el posicionamiento en zonas estratégicas de las tropas fieles y el arresto de los oficiales menos fieles.
En la mañana del 2 al 3 de enero al frente de los regimientos de Calatrava y Bailén junto a las unidades de Aranjuez se dirigieron a Villarejo pero nadie más las acompañó. Prim hizo una proclama pero fracasó, huyendo el general hacia Badajoz, pasando a Portugal. O’Donell obtiene poderes extraordinarios declarando el estado de sitio, censurando la prensa y cerrando algunos círculos progresistas.
Es entonces cuando Prim cambia de estrategia, apoyando al sector mayoritario de su partido que pedía un alineamiento con los demócratas y la negativa a presentarse a elecciones preparando entonces la sublevación del 68 que encabezaría definitivamente como el hombre con más prestigio.
Autor: Luis Pueyo para revistadehistoria.es
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