Valeriano, el emperador humillado

Pocos episodios fueron tan impactantes como la captura del emperador Valeriano por el rey persa Sapor I. Este evento no solo marcó un hito en la historia de Roma, sino que también subrayó la fragilidad de un imperio que enfrentaba múltiples desafíos tanto internos como externos.

Valeriano, cuyo nombre completo era Publio Licinio Valeriano, nació alrededor del año 200 d.C. en una familia de la aristocracia romana. Poco se sabe de sus primeros años, pero su carrera militar y política se desarrolló en un periodo turbulento, caracterizado por las constantes amenazas de invasiones bárbaras y las luchas internas por el poder. En 253 d.C., tras una serie de emperadores efímeros y la creciente amenaza de los godos y los persas, Valeriano fue proclamado emperador por sus tropas en un intento desesperado por restaurar la estabilidad en el imperio.

Valeriano, el emperador humillado

La ascensión de Valeriano al trono coincidió con una época de profunda crisis en el Imperio Romano. Las fronteras eran constantemente asaltadas por tribus germánicas y los persas, bajo el liderazgo del ambicioso rey Sapor I, representaban una amenaza persistente en el este. Además, el imperio estaba fragmentado internamente por la usurpación y la inestabilidad política. Valeriano, consciente de estos desafíos, dividió el imperio en dos administraciones, delegando el control de Occidente a su hijo Galieno mientras él se centraba en la defensa del Oriente.

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