La RevoluciĆ³n Mexicana

La RevoluciĆ³n Mexicana es abordada por algunos estudiosos como uno de los grandes mitos del siglo XX, en el entendido que fue un movimiento que contaba con grandes ideales que no se realizaron. A la par de los enfrentamientos militares, en ella se postularon el respeto a los derechos, el reparto agrario, la jornada de ocho horas de trabajo, el sufragio efectivo y quizĆ” el menos escuchado pero el mĆ”s impactante, ā€œtierra y libertadā€. Tiempo despuĆ©s cuando las acciones bĆ©licas se diluyeron, los gobiernos emanados de la RevoluciĆ³n quisieron ponerlos en prĆ”ctica de varias maneras con el objeto de resolver diversas cuestiones.

A fines de los aƱos setenta del siglo pasado empezĆ³ a perfilarse una revisiĆ³n histĆ³rica de la revoluciĆ³n mexicana y sus consecuencias, con estĆ” perspectiva se replanteĆ³ el estudio de este tema que hasta la fecha sigue dando de quĆ© hablar.

La RevoluciĆ³n Mexicana un tema polĆ©mico vista desde el siglo XXI

Este paĆ­s fue cimentado entre otras cosas con la promesa de justicia social y el desarrollo Industrial protegido por el Estado. Sin embargo, a Ćŗltimas fechas los estudios y la realidad se han encargado de establecer que los ideales surgidos al fragor de las batallas sĆ³lo quedaron en eso. La RevoluciĆ³n a esta distancia, pues nos separan varias dĆ©cadas, aparece como una gesta que quedĆ³ truca, inacabada e incompleta. Los romĆ”nticos (ejĆ©rcitos que clamaban un cambio radical) fueron vencidos y con ello sucumbieron sus planes.

Se habla de dos muertes de la RevoluciĆ³n. La primera, aconteciĆ³ por las pocas mejoras sociales obtenidas por la sociedad en su conjunto, estĆ” lugar en los aƱos cuarentas. Una de las caracterĆ­sticas de estĆ” primera muerte se debe a las limitaciones de los polĆ­ticos para sacar avante un modelo econĆ³mico que se pensaba idĆ³neo para nuestro paĆ­s, de tal manera zozobrĆ³.

La RevoluciĆ³n Mexicana ha sido abordada mediante infinidad de escritos, algunos de ellos refutan sus metas, otros hacen la apologĆ­a del bando ganador, unos mĆ”s la analizan en perspectiva. Por ejemplo, sus alcances a largo plazo. De estos Ćŗltimos haremos especial menciĆ³n.

Antes de abordar la temĆ”tica es oportuno aclarar que no se pueden partir lanzas sobre la vigencia o muerte de los logros de la RevoluciĆ³n, en el entendido que nos separan ochenta aƱos de su terminaciĆ³n. A los muertos, como dijo un renombrado historiador no se les regaƱa.

Para la presente exposiciĆ³n se retomara la visiĆ³n que se tiene sobre una de las etapa mĆ”s significativas de los gobiernos que legitimaron su actuaciĆ³n con base en dicho episodio, tal caso es la gestiĆ³n presidencial de Miguel AlemĆ”n ValdĆ©s.Ā 

Los gobiernos posrevolucionarios

Durante buena parte del siglo XX, los grupos polĆ­ticos que han emanado de las pugnas y que tomaron el poder, han establecido un puente de uniĆ³n entre su proceder polĆ­tico-administrativo y el pasado, para ser mĆ”s precisos con la RevoluciĆ³n. Su ejercicio ha sido de este modo justificado ante los hombres y, por que no decirlo ante la historia.

Venustiano Carranza, fue el iniciador de los discursos en donde se hablaba de los nexos de su Estado, lĆ©ase gobierno con la gesta revolucionaria. De tal manera justificaba su posiciĆ³n. Los otros caudillos, como fueron los casos de Ɓlvaro ObregĆ³n y Plutarco ElĆ­as Calles sustentaron la base de su poder en el hecho de asumirse como herederos indiscutibles de la RevoluciĆ³n.

Ya que estĆ” en su periodo armado involucrĆ³ una serie de factores que hay que ponderar. Por ejemplo, la victoria de la propuesta de los hombres del norte sobre la prĆ©dica de los vencidos eternos: los campesinos del Sur, principalmente en Morelos. Esto fue crucial para el desarrollo que tendrĆ­an la polĆ­tica, la economĆ­a y el posible proyecto de NaciĆ³n emanado de ella. Las repercusiones fueron graves. El campo mexicano siguiĆ³ en las mismas condiciones. El reparto agrario llegarĆ­a tarde, hasta LĆ”zaro CĆ”rdenas. Empero la polĆ­tica de los aƱos veintes fue clara. La reconciliaciĆ³n del paĆ­s requerĆ­a de algunos individuos que durante el Porfiriato hicieron grandes fortunas. Primero se tendrĆ­a que asegurar a corto y mediano plazo la fuerza empresarial para posteriormente desarrollar a MĆ©xico. En este caso triunfĆ³ el proyecto del norte, los campesinos de otras latitudes mantuvieron las esperanza de la dotaciĆ³n de tierras y al no ocurrir por supuesto se unieron a la guerra Cristera. Como fue el caso de algunos contingentes zapatistas.

No estoy mencionando que algunas de las grandes ideas que motivaron el enfrentamiento entre facciones se hayan perdido, gracias a la pluralidad del Constituyente se incluyeron en la Carta Magna del 17. No hay que perder de vista, que el modelo de RevoluciĆ³n que finalmente triunfĆ³ fue la diseƱada por los hombres de Sonora. ObregĆ³n, Calles y de la Huerta. Estos dirigirĆ­an los destinos del paĆ­s hasta la llegada de CĆ”rdenas.

Ahora bien, la cuestiĆ³n de la vigencia de la RevoluciĆ³n nos lleva forzosamente a la idea de los Ć©xitos materiales tangibles en nuestro presente, serĆ­a difĆ­cil acertar cuales son, sobre todo en estos tiempos calamitosos, en donde las promesas del reparto agrario, igualdad polĆ­tica y social se diluyen con la corrupciĆ³n y el salvamento de la banca. No existe en la realidad tangible, cotidiana un estado de derecho. SerĆ” un legado de la revoluciĆ³n o de la degradaciĆ³n.

En este aspecto nos detendremos y profundizaremos en los ā€œlogrosā€ econĆ³micos. Estos fueron debidos en gran medida a la propaganda que hubo en la Ć©poca de los gobiernos militares (preludio del presidente AlemĆ”n) ya que fue una etapa de relativa calma dentro de la era posrevolucionaria. La complicada situaciĆ³n polĆ­tica, agravĆ³ por lĆ³gica la estructura econĆ³mica, los planes que se presentaron fueron bĆ”sicamente la reactivaciĆ³n del modelo porfirista, la economĆ­a repuntĆ³ gracias a las exigencias internas.

Claramente se puede distinguir la herencia del movimiento armado y tambiĆ©n sus dolencias, de Ć©stas Ćŗltimas, al parecer es donde se legĆ³ en demasĆ­a. Por ejemplo, Lorenzo Meyer, en La segunda muerte de la RevoluciĆ³n mexicana analiza las condiciones de esta etapa y su proyecciĆ³n a futuro, es decir nuestro presente. En su libro menciona que las demandas esbozadas en 1910 en buena medida siguen vigentes, en parte por su cumplimiento a medias. En dicha obra tambiĆ©n se menciona que de alguna manera el proyecto de paĆ­s generado durante el periodo de AlemĆ”n, se vino abajo. El llamado ā€œmodelo estabilizadorā€, no funcionĆ³ por varios factores, uno de ellos, quizĆ” el mĆ”s importante, fue la nula planeaciĆ³n de la economĆ­a a largo plazo. Su plan consistiĆ³ en satisfacer sus demandas con horizontes limitados, es decir como taltoani.

La era de Miguel AlemĆ”n, seƱala el cambio de los gobiernos militares por los civiles. La transiciĆ³n al parecer serĆ­a compleja, pero la prensa exhibĆ­a a estĆ” como una empresa de grandes alcances. MĆ©xico tenĆ­a garantizado su futuro. Los civiles una vez en el poder, pusieron en marcha el proyecto de paĆ­s que tenĆ­an en mente, para ello construyeron por doquier. El plan era dotar al paĆ­s de suficientes obras para llegar a la modernidad. ParecĆ­a estar la bonanza al alcance de la mano. La instrumentaciĆ³n corriĆ³ a cargo de hacer todo lo que el presidente mandarĆ”. MĆ©xico, pudo gracias a los largos aƱos de la administraciĆ³n militar, entrar a una etapa de desarrollo, ahora estĆ” serĆ­a seƱalada por los gobiernos civiles. Al sexto aƱo de gobierno, las secuelas eran notorias, habrĆ­a que replantear el programa. Sin embargo eso le tocarĆ­a al sucesor.

El fenĆ³meno alemanista es por demĆ”s interesante. El mexicano se sumĆ³ al sueƱo de grandeza que ofreciĆ³ durante su campaƱa por la presidencia. Los logros estaban al alcance de la mano. Por ejemplo la construcciĆ³n de carreteras, hospitales, el desarrollo de la pugante industria, la minerĆ­a, la consolidaciĆ³n de la extracciĆ³n del petrĆ³leo y demĆ”s infraestructura serĆ­a en pocos aƱos la puerta de entrada a la prosperidad. En pocas palabras, el Estado se lanzĆ³ a fondo en la creaciĆ³n de las obras necesarias para el engrandecimiento del paĆ­s. El cuerno de la a abundancia, que representa la figura de la repĆŗblica, era todo un vaticinio.

ĀæCĆ³mo llegĆ³ MĆ©xico a este nivel? La respuesta es que durante la dĆ©cada de los cuarentas, la industria mexicana habĆ­a experimentado un rĆ”pido crecimiento. El cierre de los mercados europeos y la concentraciĆ³n de la industria norteamericana en la producciĆ³n bĆ©lica, le permitieron verse libres de la competencia en el mercado interno, a la vez que se le abriĆ³ la posibilidad de exportar manufacturas a CentroamĆ©rica y a los mismo Estados Unidos. Sin embargo, desde 1944 comenzaron a sentirse los efectos del reinicio de la competencia por parte de la industria del vecino del norte. Las altas tasas de inflaciĆ³n en MĆ©xico, superiores a las registradas en los Estados Unidos, de entrada pusieron en desventaja a los productos mexicanos que se vendĆ­an en el exterior.

El Plan econĆ³mico de Avila Camacho se vino abajo. Por ello cuando Miguel AlemĆ”n tomĆ³ posesiĆ³n como presidente seƱalĆ³ que era necesario conciliar la puesta en prĆ”ctica de su proyecto de crecimiento que implicaba fuertes inversiones gubernamentales y crĆ©ditos accesibles con el lĆ³gico control de la inflaciĆ³n. De entrada segĆŗn declaraciones pĆŗblicas hechas por RamĆ³n Beteta: el gobierno decidiĆ³ seguir una polĆ­tica que no fuese ni inflacionista ni deflacionista, que conservara la estabilidad de nuestra moneda y que acelerara la actividad econĆ³mica del paĆ­s.[1]

Fiel a sus compromisos de campaƱa, el gobierno de AlemĆ”n fue tomando una serie de medidas de apoyo a la industria. Entre ellas sobresalen el alza de aranceles y, especialmente, el mecanismo de licencias o la prohibiciĆ³n de varias importaciones, a fin de proteger el mercado interno, a los industriales, empresarios y a la oligarquĆ­a.

Los esfuerzos gubernamentales se orientaron paralelamente a la modernizaciĆ³n del sector agrĆ­cola con el proĆ³sito de que Ć©ste pudiera cumplir con el papel que se le habĆ­a designado. En consecuencia se destinĆ³ un mayor presupuesto a proyectos de irrigaciĆ³n.

En otras palabras, el gobierno de AlemĆ”n se esforzĆ³ por otorgar los apoyos econĆ³micos solicitados por el sector privado, y en ocasiones fue aĆŗn mĆ”s lejos. Como resultado Ć©ste obtuvo altas ganancias. El objetivo de esto y la implementaciĆ³n de leyes como la de Atribuciones EconĆ³micas, fue frenar el efecto de la Guerra de Corea[2]. Las recesiones cĆ­clicas comenzaban.

La crisis amenazaba el ā€œdesarrollo estabilizadorā€. El efecto Corea ā€”otros han sido tequila, Vodka, Sakeā€” sobre la economĆ­a y la avanzada norteamericana en mercados nacionales y extranjeros tenĆ­a amenazada a la economĆ­a mexicana. Se optĆ³ por cerrar las fronteras a muchos productos y poner una barrera a la economĆ­a mundial. MĆ©xico se encerrĆ³ en sĆ­ mismo.

Estos planes se vinieron abajo en el mismo momento en que se terminĆ³ con el sexenio. El presidente entrante Adolfo Ruiz Cortines, tuvo dadas las circunstancias, que hacer frente a la emergencia nacional, el proyecto econĆ³mico alemanista no habĆ­a dado lo que se esperaba, el paĆ­s acrecentĆ³ su deuda con el exterior. Las crisis por los malos manejos pĆŗblicos serĆ­an recurrentes. De tal manera que el ruizcortinismo se enfrentĆ³ a estĆ”, montĆ³ una administraciĆ³n en la que se hizo poco, a comparaciĆ³n de la anterior. El paĆ­s, a pesar de estĆ” dura prueba, se mantuvo en el rumbo que fijaron los herederos de la RevoluciĆ³n. Comenzaba el milagro mexicano, el paĆ­s se hacĆ­a y deshacĆ­a periĆ³dicamente.

En la forma, MĆ©xico era el mismo, sĆ³lo que la visiĆ³n gubernativa de AlemĆ”n no correspondiĆ³ con las expectativas de la poblaciĆ³n. Su plan de llegar a la modernidad chocĆ³ con viejas estructuras sociopolĆ­ticas que desvinculaban la teorĆ­a de la realidad. Los distintos MĆ©xicos no estarĆ­an presentes.

Los logros de la RevoluciĆ³n Mexicana

La pregunta que se plantearon durante el ruizcortinismo, teniendo como base la experiencia anterior, ĀæHubo realmente una RevoluciĆ³n? De ello no hay la menor duda. Los hombres que participaron en ella no vislumbraron los acontecimientos polĆ­ticos de su obra. Las respuestas a esta cuestiĆ³n nos ponen en el terreno de los supuestos. Con esa lĆ³gica si la RevoluciĆ³n la hizo el pueblo, de esto no existe la menor duda; empero, los triunfadores una vez convertidos en gobierno se olvidaron de sus promesas vertidas enĀ  campaƱa.

Con Venustiano Carranza el orden constitucional, roto por los aƱos de guerra, quedĆ³ reinstalado. Personajes que se habĆ­an enriquecido en el porfirismo pudieron regresar al paĆ­s. ĀæHubo cambios? Las clases en el poder polĆ­tico y econĆ³mico de antaƱo se acomodaron nuevamente en la nueva era. Las reglas del juego polĆ­tico cambiaron, no se establecerĆ­a por mucho tiempo el caudillismo. Incluso el caudillo guardarĆ­a las formas.

Sin embargo, la clase econĆ³mica del Antiguo RĆ©gimen se combinĆ³ con la clase polĆ­tica que surgiĆ³ de la RevoluciĆ³n. Los oligarcas del porfirismo pactaron con la clase revolucionaria. El dinero siguiĆ³ circulando, al parecer segĆŗn los estudios de la Ć©poca el nivel de vida del mexicano bajĆ³, pero despuĆ©s en los cuarentas se vio claramente una mejorĆ­a sustancial debido al auge econĆ³mico que pudo poner en marcha Miguel AlemĆ”n, el famoso cachorro de la RevoluciĆ³n. Se tenĆ­a la estructura para progresar.

Los polĆ­ticos de la posrevoluciĆ³n mantuvieron sus vĆ­nculos con el pasado y su justificaciĆ³n para mantenerse en la cĆŗspide. Los poderosos constantemente aducĆ­an a que su autoridad estaba emanada de la RevoluciĆ³n. Los lideres del Partido oficial tambiĆ©n se referĆ­an a estĆ” como un ejemplo de sacrificio en aras de la patria. En la otra cara de la moneda, no hubo logros para la mayorĆ­a de la poblaciĆ³n; en cambio, los hubo para la familia revolucionaria. El movimiento armado para ellos trajo prosperidad, lujo confort. Por lo menos a alguien le sirvieron los ideales del Plan de Guadalupe, Ayala y Agua Prieta.

De estos tres planes el comĆŗn denominador fue la toma de la conciencia popular, la bĆŗsqueda de apoyo para emprender una serie de medidas tendientes a conseguir una meta, a excepciĆ³n del de Ayala, los otros dos manifiestan abiertamente el afĆ”n por la toma de poder. DespuĆ©s de la renuncia de DĆ­az, estĆ” serĆ­a la preocupaciĆ³n de los polĆ­ticos en pugna: el poder.

Una de las herencias de la confrontaciĆ³n bĆ©lica fue sin lugar a dudas que el Estado mexicano se fortaleciĆ³. De este hecho emergiĆ³ sĆ³lido, la instituciĆ³n fue omnipresente. Por ejemplo, Carranza fue el iniciador de esa obra, Calles su operador, quien gozĆ³ de sus privilegios y largos aƱos en el poder tras el trono.

Los planes fueron la justificaciĆ³n para acceder al poder. Una vez en Ć©l la ā€œcausaā€ se olvidarĆ­a para convertirse en gobierno y desde tal posiciĆ³n permanecer en Ć©l por medio de la fuerza, la mentira y la corrupciĆ³n, es decir entierro, encierro o destierroā€ El pueblo fue manipulado. La lecciĆ³n de manejarlo fue asimilada, en la medida de lo posible, no se convocarĆ­a su participaciĆ³n para dirimir conflictos de relevo en el poder.

1929, seƱala el final de la guerra cristera. El Estado mantuvo el control de la vida polĆ­tica, social y econĆ³mica. A la par de lo anterior, es mĆ”s importante aĆŗn para los efectos de largo plazo, la fundaciĆ³n en ese mismo aƱo del partido polĆ­tico oficial: el Partido Nacional Revolucionario (PNR). Abuelo del actual PRI.

Al igual que antes de 1940 el Estado no se limitĆ³ a invertir en la infraestructura, sino que ademĆ”s siguiĆ³ extendiendo su control directo en importantes sectores de la economĆ­a como, por ejemplo en la producciĆ³n de acero, la fabricaciĆ³n de maquinaria y aparatos, la industria y comestibles. De modo que entre 1940 y 1967 la participaciĆ³n del Estado en la formaciĆ³n total de capital nunca estuvo por debajo del 30%. El resultado de este desarrollo fue la formaciĆ³n de una economĆ­a mixta que hasta principios de los aƱos noventa siguiĆ³ siendo caracterĆ­stica de MĆ©xico.

La participaciĆ³n del Estado en el auge econĆ³mico del periodo de posguerra; sin embargo, no se limitĆ³ a su intervenciĆ³n directa en los mencionados sectores de la economĆ­a. MĆ”s bien creĆ³ un marco polĆ­tico y social particularmente favorable para este crecimiento, reduciendo al mĆ­nimo los efectos de la crisis que suelen resultar de un acelerado crecimiento econĆ³mico.

Por debajo de la superficie del ā€œmilagro mexicanoā€ sin embargo, se hacĆ­an notar en creciente medida focos de crisis desde los aƱos sesentas, que en primer lugar, serĆ­an seƱalados con base en el ejemplo del desarrollo agrario posrevolucionario.

La RevoluciĆ³n Mexicana en nuestros dĆ­as

En los Ćŗltimos aƱos la historiografĆ­a mexicana ha abordado varios temas. Uno de ellos es el anĆ”lisis de los momentos mĆ”s importantes del siglo que fenece: la RevoluciĆ³n Mexicana, el movimiento estudiantil, las revueltas campesinas. Para ello se ha impuesto la moda maniquea de analizar lo bueno y lo malo, lo claro y lo oscuro de tal manera se habla de los triunfos y fracasos de la RevoluciĆ³n. Es una tema polĆ©mico. Que pude explicarse tentativamente por medio de la argumentaciĆ³n de los momentos mĆ”s importante de la polĆ­tica de los presidentes que se legitimaron gracias a su discurso en donde la RevoluciĆ³n mexicana era algo vivo, tangible, cercano, una mina de justificaciones.

La sociedad mexicana de los ochentas y noventas vive la sensaciĆ³n generalizada de un cambio de Ć©poca, la sospecha de una gran transiciĆ³n polĆ­tica e histĆ³rica. La pregunta obligada es acerca de la herencia de la RevoluciĆ³n. No lego bienestar para todos, solidaridad, renovaciĆ³n moral, democracia, participaciĆ³n ciudadana. Entonces ĀæquĆ© fue la RevoluciĆ³n? Madero fue asesinado y con Ć©l tambiĆ©n la democracia, de lo anterior no hay duda. ĀæEntonces que pasĆ³ con los ideales?

En perspectiva histĆ³rica la era AlemĆ”n, en donde la transiciĆ³n fue el cambio del mando polĆ­tico. Supuso en el mejor de los casos una mejora. El modelo econĆ³mico heredado se podĆ­a mantener. Los generales se regresaron a sus cuarteles. Los civiles ocuparon la presidencia y los puestos pĆŗblicos mĆ”s relevantes. El plan econĆ³mico tomĆ³ otro rumbo que el asignado por el Ćŗltimo militar en la presidencia.

La gestiĆ³n de Miguel AlemĆ”n es crucial para entender el proceso histĆ³rico en donde el programa polĆ­tico civil se impuso. ĀæCuĆ”les fueron los logros? A corto plazo pareciera que la propaganda oficial apoyĆ³ decididamente la actuaciĆ³n polĆ­tica de AlemĆ”n salvo que los problemas financieros se le endosaron en esa Ć©poca las consecuencias de la guerra de Corea, lo cierto es que la bonanza econĆ³mica de los primeros aƱos del presidente Avila Camacho se truncaron en poco tiempo, en vista del restablecimiento del comercio mundial. MĆ©xico, no supo resolver los acertijos que le deparaba el nuevo orden internacional, ā€”cualquier similitud con nuestra Ć©poca es pura coincidenciaā€” es mĆ”s se sentĆ­a aparte de los acontecimientos. Su microcosmos se reducĆ­a a los dictados de los tlatoanis en turno.

Parece que la constante de MĆ©xico, fue cerrarse a los empeƱos de un mundo afanado en acercar fronteras y tirar barreras. Los polĆ­ticos hicieron lo contrario. AlemĆ”n, quizĆ” uno de los mĆ”s progresistas, sin incluir claro a CĆ”rdenas, fue el que apartĆ³ a MĆ©xico de los intercambios econĆ³micos debido a que la clase econĆ³mica no estaba preparada para la competencia. Lo estarĆ” acaso hoy en dĆ­a.

Finalmente el siglo XX mexicano contando que tiene un inicio explosivo en donde hubo momentos de estabilidad la cĆŗspide del porfirismo con las fiestas del Centenario, aparecen en contra posiciĆ³n personajes que la historia los concibe como romĆ”nticos: Zapata y Villa. Estos pusieron con sus propuestasĀ  un buen susto a los intereses de la oligarquĆ­a; empero, sus esfuerzos por mejores condiciones de vida siguen tan vigentes desde el tiempo en que Humboldt vino a Nueva EspaƱa.

Autor: Fernando Leyva MartĆ­nez,Ā  Universidad Nacional AutĆ³noma de MĆ©xico paraĀ revistadehistoria.es

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