La RevoluciĆ³n Mexicana es abordada por algunos estudiosos como uno de los grandes mitos del siglo XX, en el entendido que fue un movimiento que contaba con grandes ideales que no se realizaron. A la par de los enfrentamientos militares, en ella se postularon el respeto a los derechos, el reparto agrario, la jornada de ocho horas de trabajo, el sufragio efectivo y quizĆ” el menos escuchado pero el mĆ”s impactante, ātierra y libertadā. Tiempo despuĆ©s cuando las acciones bĆ©licas se diluyeron, los gobiernos emanados de la RevoluciĆ³n quisieron ponerlos en prĆ”ctica de varias maneras con el objeto de resolver diversas cuestiones.
A fines de los aƱos setenta del siglo pasado empezĆ³ a perfilarse una revisiĆ³n histĆ³rica de la revoluciĆ³n mexicana y sus consecuencias, con estĆ” perspectiva se replanteĆ³ el estudio de este tema que hasta la fecha sigue dando de quĆ© hablar.
La RevoluciĆ³n Mexicana un tema polĆ©mico vista desde el siglo XXI
La RevoluciĆ³n Mexicana ha sido abordada mediante infinidad de escritos, algunos de ellos refutan sus metas, otros hacen la apologĆa del bando ganador, unos mĆ”s la analizan en perspectiva. Por ejemplo, sus alcances a largo plazo. De estos Ćŗltimos haremos especial menciĆ³n.
Antes de abordar la temĆ”tica es oportuno aclarar que no se pueden partir lanzas sobre la vigencia o muerte de los logros de la RevoluciĆ³n, en el entendido que nos separan ochenta aƱos de su terminaciĆ³n. A los muertos, como dijo un renombrado historiador no se les regaƱa.
Para la presente exposiciĆ³n se retomara la visiĆ³n que se tiene sobre una de las etapa mĆ”s significativas de los gobiernos que legitimaron su actuaciĆ³n con base en dicho episodio, tal caso es la gestiĆ³n presidencial de Miguel AlemĆ”n ValdĆ©s.Ā
Los gobiernos posrevolucionarios
Durante buena parte del siglo XX, los grupos polĆticos que han emanado de las pugnas y que tomaron el poder, han establecido un puente de uniĆ³n entre su proceder polĆtico-administrativo y el pasado, para ser mĆ”s precisos con la RevoluciĆ³n. Su ejercicio ha sido de este modo justificado ante los hombres y, por que no decirlo ante la historia.
Venustiano Carranza, fue el iniciador de los discursos en donde se hablaba de los nexos de su Estado, lĆ©ase gobierno con la gesta revolucionaria. De tal manera justificaba su posiciĆ³n. Los otros caudillos, como fueron los casos de Ćlvaro ObregĆ³n y Plutarco ElĆas Calles sustentaron la base de su poder en el hecho de asumirse como herederos indiscutibles de la RevoluciĆ³n.
No estoy mencionando que algunas de las grandes ideas que motivaron el enfrentamiento entre facciones se hayan perdido, gracias a la pluralidad del Constituyente se incluyeron en la Carta Magna del 17. No hay que perder de vista, que el modelo de RevoluciĆ³n que finalmente triunfĆ³ fue la diseƱada por los hombres de Sonora. ObregĆ³n, Calles y de la Huerta. Estos dirigirĆan los destinos del paĆs hasta la llegada de CĆ”rdenas.
Ahora bien, la cuestiĆ³n de la vigencia de la RevoluciĆ³n nos lleva forzosamente a la idea de los Ć©xitos materiales tangibles en nuestro presente, serĆa difĆcil acertar cuales son, sobre todo en estos tiempos calamitosos, en donde las promesas del reparto agrario, igualdad polĆtica y social se diluyen con la corrupciĆ³n y el salvamento de la banca. No existe en la realidad tangible, cotidiana un estado de derecho. SerĆ” un legado de la revoluciĆ³n o de la degradaciĆ³n.
En este aspecto nos detendremos y profundizaremos en los ālogrosā econĆ³micos. Estos fueron debidos en gran medida a la propaganda que hubo en la Ć©poca de los gobiernos militares (preludio del presidente AlemĆ”n) ya que fue una etapa de relativa calma dentro de la era posrevolucionaria. La complicada situaciĆ³n polĆtica, agravĆ³ por lĆ³gica la estructura econĆ³mica, los planes que se presentaron fueron bĆ”sicamente la reactivaciĆ³n del modelo porfirista, la economĆa repuntĆ³ gracias a las exigencias internas.
Claramente se puede distinguir la herencia del movimiento armado y tambiĆ©n sus dolencias, de Ć©stas Ćŗltimas, al parecer es donde se legĆ³ en demasĆa. Por ejemplo, Lorenzo Meyer, en La segunda muerte de la RevoluciĆ³n mexicana analiza las condiciones de esta etapa y su proyecciĆ³n a futuro, es decir nuestro presente. En su libro menciona que las demandas esbozadas en 1910 en buena medida siguen vigentes, en parte por su cumplimiento a medias. En dicha obra tambiĆ©n se menciona que de alguna manera el proyecto de paĆs generado durante el periodo de AlemĆ”n, se vino abajo. El llamado āmodelo estabilizadorā, no funcionĆ³ por varios factores, uno de ellos, quizĆ” el mĆ”s importante, fue la nula planeaciĆ³n de la economĆa a largo plazo. Su plan consistiĆ³ en satisfacer sus demandas con horizontes limitados, es decir como taltoani.
La era de Miguel AlemĆ”n, seƱala el cambio de los gobiernos militares por los civiles. La transiciĆ³n al parecer serĆa compleja, pero la prensa exhibĆa a estĆ” como una empresa de grandes alcances. MĆ©xico tenĆa garantizado su futuro. Los civiles una vez en el poder, pusieron en marcha el proyecto de paĆs que tenĆan en mente, para ello construyeron por doquier. El plan era dotar al paĆs de suficientes obras para llegar a la modernidad. ParecĆa estar la bonanza al alcance de la mano. La instrumentaciĆ³n corriĆ³ a cargo de hacer todo lo que el presidente mandarĆ”. MĆ©xico, pudo gracias a los largos aƱos de la administraciĆ³n militar, entrar a una etapa de desarrollo, ahora estĆ” serĆa seƱalada por los gobiernos civiles. Al sexto aƱo de gobierno, las secuelas eran notorias, habrĆa que replantear el programa. Sin embargo eso le tocarĆa al sucesor.
El fenĆ³meno alemanista es por demĆ”s interesante. El mexicano se sumĆ³ al sueƱo de grandeza que ofreciĆ³ durante su campaƱa por la presidencia. Los logros estaban al alcance de la mano. Por ejemplo la construcciĆ³n de carreteras, hospitales, el desarrollo de la pugante industria, la minerĆa, la consolidaciĆ³n de la extracciĆ³n del petrĆ³leo y demĆ”s infraestructura serĆa en pocos aƱos la puerta de entrada a la prosperidad. En pocas palabras, el Estado se lanzĆ³ a fondo en la creaciĆ³n de las obras necesarias para el engrandecimiento del paĆs. El cuerno de la a abundancia, que representa la figura de la repĆŗblica, era todo un vaticinio.
ĀæCĆ³mo llegĆ³ MĆ©xico a este nivel? La respuesta es que durante la dĆ©cada de los cuarentas, la industria mexicana habĆa experimentado un rĆ”pido crecimiento. El cierre de los mercados europeos y la concentraciĆ³n de la industria norteamericana en la producciĆ³n bĆ©lica, le permitieron verse libres de la competencia en el mercado interno, a la vez que se le abriĆ³ la posibilidad de exportar manufacturas a CentroamĆ©rica y a los mismo Estados Unidos. Sin embargo, desde 1944 comenzaron a sentirse los efectos del reinicio de la competencia por parte de la industria del vecino del norte. Las altas tasas de inflaciĆ³n en MĆ©xico, superiores a las registradas en los Estados Unidos, de entrada pusieron en desventaja a los productos mexicanos que se vendĆan en el exterior.
El Plan econĆ³mico de Avila Camacho se vino abajo. Por ello cuando Miguel AlemĆ”n tomĆ³ posesiĆ³n como presidente seƱalĆ³ que era necesario conciliar la puesta en prĆ”ctica de su proyecto de crecimiento que implicaba fuertes inversiones gubernamentales y crĆ©ditos accesibles con el lĆ³gico control de la inflaciĆ³n. De entrada segĆŗn declaraciones pĆŗblicas hechas por RamĆ³n Beteta: el gobierno decidiĆ³ seguir una polĆtica que no fuese ni inflacionista ni deflacionista, que conservara la estabilidad de nuestra moneda y que acelerara la actividad econĆ³mica del paĆs.[1]
Fiel a sus compromisos de campaƱa, el gobierno de AlemĆ”n fue tomando una serie de medidas de apoyo a la industria. Entre ellas sobresalen el alza de aranceles y, especialmente, el mecanismo de licencias o la prohibiciĆ³n de varias importaciones, a fin de proteger el mercado interno, a los industriales, empresarios y a la oligarquĆa.
Los esfuerzos gubernamentales se orientaron paralelamente a la modernizaciĆ³n del sector agrĆcola con el proĆ³sito de que Ć©ste pudiera cumplir con el papel que se le habĆa designado. En consecuencia se destinĆ³ un mayor presupuesto a proyectos de irrigaciĆ³n.
En otras palabras, el gobierno de AlemĆ”n se esforzĆ³ por otorgar los apoyos econĆ³micos solicitados por el sector privado, y en ocasiones fue aĆŗn mĆ”s lejos. Como resultado Ć©ste obtuvo altas ganancias. El objetivo de esto y la implementaciĆ³n de leyes como la de Atribuciones EconĆ³micas, fue frenar el efecto de la Guerra de Corea[2]. Las recesiones cĆclicas comenzaban.
La crisis amenazaba el ādesarrollo estabilizadorā. El efecto Corea āotros han sido tequila, Vodka, Sakeā sobre la economĆa y la avanzada norteamericana en mercados nacionales y extranjeros tenĆa amenazada a la economĆa mexicana. Se optĆ³ por cerrar las fronteras a muchos productos y poner una barrera a la economĆa mundial. MĆ©xico se encerrĆ³ en sĆ mismo.
Estos planes se vinieron abajo en el mismo momento en que se terminĆ³ con el sexenio. El presidente entrante Adolfo Ruiz Cortines, tuvo dadas las circunstancias, que hacer frente a la emergencia nacional, el proyecto econĆ³mico alemanista no habĆa dado lo que se esperaba, el paĆs acrecentĆ³ su deuda con el exterior. Las crisis por los malos manejos pĆŗblicos serĆan recurrentes. De tal manera que el ruizcortinismo se enfrentĆ³ a estĆ”, montĆ³ una administraciĆ³n en la que se hizo poco, a comparaciĆ³n de la anterior. El paĆs, a pesar de estĆ” dura prueba, se mantuvo en el rumbo que fijaron los herederos de la RevoluciĆ³n. Comenzaba el milagro mexicano, el paĆs se hacĆa y deshacĆa periĆ³dicamente.
En la forma, MĆ©xico era el mismo, sĆ³lo que la visiĆ³n gubernativa de AlemĆ”n no correspondiĆ³ con las expectativas de la poblaciĆ³n. Su plan de llegar a la modernidad chocĆ³ con viejas estructuras sociopolĆticas que desvinculaban la teorĆa de la realidad. Los distintos MĆ©xicos no estarĆan presentes.
Los logros de la RevoluciĆ³n Mexicana
La pregunta que se plantearon durante el ruizcortinismo, teniendo como base la experiencia anterior, ĀæHubo realmente una RevoluciĆ³n? De ello no hay la menor duda. Los hombres que participaron en ella no vislumbraron los acontecimientos polĆticos de su obra. Las respuestas a esta cuestiĆ³n nos ponen en el terreno de los supuestos. Con esa lĆ³gica si la RevoluciĆ³n la hizo el pueblo, de esto no existe la menor duda; empero, los triunfadores una vez convertidos en gobierno se olvidaron de sus promesas vertidas enĀ campaƱa.
Con Venustiano Carranza el orden constitucional, roto por los aƱos de guerra, quedĆ³ reinstalado. Personajes que se habĆan enriquecido en el porfirismo pudieron regresar al paĆs. ĀæHubo cambios? Las clases en el poder polĆtico y econĆ³mico de antaƱo se acomodaron nuevamente en la nueva era. Las reglas del juego polĆtico cambiaron, no se establecerĆa por mucho tiempo el caudillismo. Incluso el caudillo guardarĆa las formas.
Sin embargo, la clase econĆ³mica del Antiguo RĆ©gimen se combinĆ³ con la clase polĆtica que surgiĆ³ de la RevoluciĆ³n. Los oligarcas del porfirismo pactaron con la clase revolucionaria. El dinero siguiĆ³ circulando, al parecer segĆŗn los estudios de la Ć©poca el nivel de vida del mexicano bajĆ³, pero despuĆ©s en los cuarentas se vio claramente una mejorĆa sustancial debido al auge econĆ³mico que pudo poner en marcha Miguel AlemĆ”n, el famoso cachorro de la RevoluciĆ³n. Se tenĆa la estructura para progresar.
Los polĆticos de la posrevoluciĆ³n mantuvieron sus vĆnculos con el pasado y su justificaciĆ³n para mantenerse en la cĆŗspide. Los poderosos constantemente aducĆan a que su autoridad estaba emanada de la RevoluciĆ³n. Los lideres del Partido oficial tambiĆ©n se referĆan a estĆ” como un ejemplo de sacrificio en aras de la patria. En la otra cara de la moneda, no hubo logros para la mayorĆa de la poblaciĆ³n; en cambio, los hubo para la familia revolucionaria. El movimiento armado para ellos trajo prosperidad, lujo confort. Por lo menos a alguien le sirvieron los ideales del Plan de Guadalupe, Ayala y Agua Prieta.
De estos tres planes el comĆŗn denominador fue la toma de la conciencia popular, la bĆŗsqueda de apoyo para emprender una serie de medidas tendientes a conseguir una meta, a excepciĆ³n del de Ayala, los otros dos manifiestan abiertamente el afĆ”n por la toma de poder. DespuĆ©s de la renuncia de DĆaz, estĆ” serĆa la preocupaciĆ³n de los polĆticos en pugna: el poder.
Una de las herencias de la confrontaciĆ³n bĆ©lica fue sin lugar a dudas que el Estado mexicano se fortaleciĆ³. De este hecho emergiĆ³ sĆ³lido, la instituciĆ³n fue omnipresente. Por ejemplo, Carranza fue el iniciador de esa obra, Calles su operador, quien gozĆ³ de sus privilegios y largos aƱos en el poder tras el trono.
Los planes fueron la justificaciĆ³n para acceder al poder. Una vez en Ć©l la ācausaā se olvidarĆa para convertirse en gobierno y desde tal posiciĆ³n permanecer en Ć©l por medio de la fuerza, la mentira y la corrupciĆ³n, es decir entierro, encierro o destierroā El pueblo fue manipulado. La lecciĆ³n de manejarlo fue asimilada, en la medida de lo posible, no se convocarĆa su participaciĆ³n para dirimir conflictos de relevo en el poder.
1929, seƱala el final de la guerra cristera. El Estado mantuvo el control de la vida polĆtica, social y econĆ³mica. A la par de lo anterior, es mĆ”s importante aĆŗn para los efectos de largo plazo, la fundaciĆ³n en ese mismo aƱo del partido polĆtico oficial: el Partido Nacional Revolucionario (PNR). Abuelo del actual PRI.
Al igual que antes de 1940 el Estado no se limitĆ³ a invertir en la infraestructura, sino que ademĆ”s siguiĆ³ extendiendo su control directo en importantes sectores de la economĆa como, por ejemplo en la producciĆ³n de acero, la fabricaciĆ³n de maquinaria y aparatos, la industria y comestibles. De modo que entre 1940 y 1967 la participaciĆ³n del Estado en la formaciĆ³n total de capital nunca estuvo por debajo del 30%. El resultado de este desarrollo fue la formaciĆ³n de una economĆa mixta que hasta principios de los aƱos noventa siguiĆ³ siendo caracterĆstica de MĆ©xico.
La participaciĆ³n del Estado en el auge econĆ³mico del periodo de posguerra; sin embargo, no se limitĆ³ a su intervenciĆ³n directa en los mencionados sectores de la economĆa. MĆ”s bien creĆ³ un marco polĆtico y social particularmente favorable para este crecimiento, reduciendo al mĆnimo los efectos de la crisis que suelen resultar de un acelerado crecimiento econĆ³mico.
Por debajo de la superficie del āmilagro mexicanoā sin embargo, se hacĆan notar en creciente medida focos de crisis desde los aƱos sesentas, que en primer lugar, serĆan seƱalados con base en el ejemplo del desarrollo agrario posrevolucionario.
La RevoluciĆ³n Mexicana en nuestros dĆas
En los Ćŗltimos aƱos la historiografĆa mexicana ha abordado varios temas. Uno de ellos es el anĆ”lisis de los momentos mĆ”s importantes del siglo que fenece: la RevoluciĆ³n Mexicana, el movimiento estudiantil, las revueltas campesinas. Para ello se ha impuesto la moda maniquea de analizar lo bueno y lo malo, lo claro y lo oscuro de tal manera se habla de los triunfos y fracasos de la RevoluciĆ³n. Es una tema polĆ©mico. Que pude explicarse tentativamente por medio de la argumentaciĆ³n de los momentos mĆ”s importante de la polĆtica de los presidentes que se legitimaron gracias a su discurso en donde la RevoluciĆ³n mexicana era algo vivo, tangible, cercano, una mina de justificaciones.
La sociedad mexicana de los ochentas y noventas vive la sensaciĆ³n generalizada de un cambio de Ć©poca, la sospecha de una gran transiciĆ³n polĆtica e histĆ³rica. La pregunta obligada es acerca de la herencia de la RevoluciĆ³n. No lego bienestar para todos, solidaridad, renovaciĆ³n moral, democracia, participaciĆ³n ciudadana. Entonces ĀæquĆ© fue la RevoluciĆ³n? Madero fue asesinado y con Ć©l tambiĆ©n la democracia, de lo anterior no hay duda. ĀæEntonces que pasĆ³ con los ideales?
En perspectiva histĆ³rica la era AlemĆ”n, en donde la transiciĆ³n fue el cambio del mando polĆtico. Supuso en el mejor de los casos una mejora. El modelo econĆ³mico heredado se podĆa mantener. Los generales se regresaron a sus cuarteles. Los civiles ocuparon la presidencia y los puestos pĆŗblicos mĆ”s relevantes. El plan econĆ³mico tomĆ³ otro rumbo que el asignado por el Ćŗltimo militar en la presidencia.
La gestiĆ³n de Miguel AlemĆ”n es crucial para entender el proceso histĆ³rico en donde el programa polĆtico civil se impuso. ĀæCuĆ”les fueron los logros? A corto plazo pareciera que la propaganda oficial apoyĆ³ decididamente la actuaciĆ³n polĆtica de AlemĆ”n salvo que los problemas financieros se le endosaron en esa Ć©poca las consecuencias de la guerra de Corea, lo cierto es que la bonanza econĆ³mica de los primeros aƱos del presidente Avila Camacho se truncaron en poco tiempo, en vista del restablecimiento del comercio mundial. MĆ©xico, no supo resolver los acertijos que le deparaba el nuevo orden internacional, ācualquier similitud con nuestra Ć©poca es pura coincidenciaā es mĆ”s se sentĆa aparte de los acontecimientos. Su microcosmos se reducĆa a los dictados de los tlatoanis en turno.
Parece que la constante de MĆ©xico, fue cerrarse a los empeƱos de un mundo afanado en acercar fronteras y tirar barreras. Los polĆticos hicieron lo contrario. AlemĆ”n, quizĆ” uno de los mĆ”s progresistas, sin incluir claro a CĆ”rdenas, fue el que apartĆ³ a MĆ©xico de los intercambios econĆ³micos debido a que la clase econĆ³mica no estaba preparada para la competencia. Lo estarĆ” acaso hoy en dĆa.
Finalmente el siglo XX mexicano contando que tiene un inicio explosivo en donde hubo momentos de estabilidad la cĆŗspide del porfirismo con las fiestas del Centenario, aparecen en contra posiciĆ³n personajes que la historia los concibe como romĆ”nticos: Zapata y Villa. Estos pusieron con sus propuestasĀ un buen susto a los intereses de la oligarquĆa; empero, sus esfuerzos por mejores condiciones de vida siguen tan vigentes desde el tiempo en que Humboldt vino a Nueva EspaƱa.
Autor: Fernando Leyva MartĆnez,Ā Universidad Nacional AutĆ³noma de MĆ©xico paraĀ revistadehistoria.es
ĀæEres Historiador y quieres colaborar con revistadehistoria.es?Ā Haz Click AquĆ
Aguilar CamĆn, HĆ©ctor y Lorenzo Meyer, A la sombra de la RevoluciĆ³n Mexicana, MĆ©xico, Cal y Arena, 1989.
Beteta, RamĆ³n, Tres aƱos de polĆtica hacendaria, perspectiva y acciĆ³n. MĆ©xico, secretarĆa de hacienda y CrĆ©dito PĆŗblico, 1951.
Blanquel, Eduardo, āLa RevoluciĆ³n Mexicanaā, en Historia mĆnima de MĆ©xico, MĆ©xico, El Colegio de MĆ©xico, 1983.
Brading, David, Caudillos y campesinos en la RevoluciĆ³n Mexicana, MĆ©xico, fce,1980.
ā āFrancisco Bulnes y la verdad acerca de MĆ©xico en el siglo XIXā en: Historia Mexicana, vol. XLV, nĆŗm. 179, enero-marzo de 1996.
Castro MartĆnez, Pedro, Adolfo de la Huerta y la RevoluciĆ³n Mexicana, MĆ©xico, inehrm, 1992.
DĆaz Soto y Gama, Antonio, La revoluciĆ³n agraria en el Sur y Emiliano Zapata, MĆ©xico, Ediciones el caballito, 1976.
Dulles, John, Ayer en MĆ©xico, MĆ©xico, fce, 1980.
Gill, Mario. Episodios nacionales. MĆ©xico, Editorial Patria.1960.
Gruening, Ernesto, MĆ©xico y sus viajeros, Nueva York, 1921.
Knight, Alan, La RevoluciĆ³n Mexicana. MĆ©xico, Grijalbo, 1986.
Krauze, Enrique, El amor de la tierra: Emiliano Zapata, MĆ©xico, fce, 1987.
Francisco I. Madero. El mĆstico de la libertad. MĆ©xico, fce,
Lara Pardo Luis, De Porfirio DĆaz a Francisco I. Madero, la sucesiĆ³n dictatorial, MĆ©xico, inehrm, 1985.