El Virreinato del Río de la Plata nació en 1776, en el marco de las Reformas Borbónicas, obedeciendo varios objetivos, entre ellos, la consolidación de la dominación colonial en las fronteras del Sur del imperio, reforzar la defensa militar frente a la amenaza de conquista por parte de otras potencias europeas, un mayor control sobre el cobro de impuestos, y para lograr cierto desarrollo en determinadas ramas de la producción interna.
Hasta la creación de la nueva jurisdicción virreinal, Buenos Aires no se caracterizaba por tener un gran desarrollo demográfico, urbano ni productivo, estando más bien ligado al comercio ilícito. Al ser elegida como capital del Virreinato del Río de la Plata, su situación cambiaría favorablemente, gracias a la instalación de un mayor aparato burocrático colonial (virrey, Audiencia, Consulado, etc.), y porque con la integración de las minas del Alto Perú a su jurisdicción, tenía más alcance a dichas riquezas (todavía hacia finales del siglo XVIII la plata altoperuana representaba cerca de un 80% del total de las exportaciones).
Producción y mercados en el Virreinato del Río de la Plata
Al mismo tiempo, es preciso tener en cuenta el desarrollo de las diversas regiones que integraban el nuevo Virreinato del Río de la Plata. La zona más rica, desde el punto de vista productivo y de la acumulación de metales preciosos era el Alto Perú, con la presencia del Cerro Rico del Potosí (uno de los más destacados del mundo en la materia), en torno al cual se articulaban distintas producciones de insumos para la minería, alimentos, mercurio y especialistas en transporte.
Desde por lo menos fines del siglo XVI, Cuyo se venía especializando en la producción y comercialización de vinos, aguardientes y frutas secas, productos muy demandados en distintos puntos del espacio colonial como el Río de la Plata, el Paraguay, Chile y el Norte minero.
El Paraguay se orientaba a una especialización muy marcada en cultivos como la yerba mate, el tabaco y el algodón, consumidos en prácticamente todos los rincones de Hispanoamérica. Desde las últimas décadas del siglo XVIII, gracias a la estabilización de los conflictos con los indígenas de la frontera, y el crecimiento demográfico, comenzaron a ser posibles los envíos de cueros (en cantidades moderadas) hacia el puerto bonaerense, además de superar los 100.000 habitantes (mayoría de españoles –cerca del 75%- y de mestizos).
El crecimiento acelerado de Buenos Aires se vio acompañado por importantes medidas, como el ‘‘Reglamento y aranceles reales para el comercio libre de España a Indias’’ (12 de octubre de 1778), y varias reformas fiscales, que incluyeron una simplificación de los derechos que debían pagar las mercancías al salir de los puertos españoles y un nuevo sistema de recaudación y administración de lo recaudado, todo a cargo de oficiales reales.
Entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX se percibe, además, un aumento en los niveles de producción agrícola-ganadera mirando hacia múltiples mercados (envíos de mulas y vacunos en pie hacia el Alto Perú, exportación de cueros hacia Europa, extracción de piezas de sebo y grasa, más un abasto de trigo y de carne local cada vez más demandantes), concentrándose la producción en una campaña caracterizada por la coexistencia de distintas unidades productivas (chacras trigueras, estancias ganaderas, establecimientos mixtos, ocupaciones de medianos y pequeños campesinos no propietarios de la tierra, etc.), las cuales, en la mayoría de los casos, supieron complementar la ganadería y la agricultura.
Autor: Mauro Luis Pelozatto Reilly para revistadehistoria.es
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Fradkin, Raúl (2000). ‘‘El mundo rural colonial’’, en Tandeter, Enrique (Dir.). Nueva Historia Argentina. Tomo II: la sociedad colonial. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 241-284.
Garavaglia, Juan Carlos (1999). Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Buenos Aires, Ediciones de la flor.