He encontrado en un ya viejo libro sobre fascismo europeo[1] algunos elementos históricos que considero de interés reseñar aquí. Entre ellos, un elemento textual cuyo autor es José Antonio Primo de Rivera. Lleva por título “Norma Programática del Movimiento”, cuya fecha es de noviembre de 1934, aparecida en un libro de 1941[2].
Primorriverismo y Falangismo
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Creemos en la suprema realidad de España. Fortalecerla, elevarla y engrandecerla es la apremiante tarea colectiva de todos los españoles. A la realización de ésta tarea habrán de plegarse inexorablemente los intereses de los individuos, de los grupos y de las clases.
La grandeza e indisolubilidad de España era un punto irrenunciable para el ejército nacional ya en tiempos de guerra, en buena parte debido a las ideas heredadas de Primo de Rivera. Por ello, se llama a la unidad de todos los españoles con el fin de engrandecer la patria española, y, en un sentido corporativo (típico de los Estados fascistas) llama a hacer converger los intereses de todos los individuos en favor de dicho engrandecimiento. Pero, ¿En qué sentido?
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España es una unidad de destino en lo universal. Toda conspiración contra esa unidad es repulsiva. Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos.La Constitución vigente, en cuanto incita a las disgregaciones, atenta contra la unidad de destino de España. Por eso exigimos su anulación fulminante.
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Tenemos voluntad de Imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el Imperio. Reclamamos para España un puesto preeminente en Europa. No soportamos ni el aislamiento internacional ni la mediatización extranjera.
Respecto a los países de Hispanoamérica, tendemos a la unificación de culturas, de intereses económicos y de poder. España alega su condición de eje espiritual del mundo hispánico como título de eminencia en las empresas universales.
Otro de los puntos centrales de unión con los principales movimientos fascistas europeos es la “voluntad de Imperio”. España ha sido, y debería volver a ser (según Primo) uno de los Imperios más poderosos del mundo: Tal es la grandeza y el destino que había de deparar a España, y la política transoceánica con los países iberoamericanos debía estar orientada igualmente a la preeminencia de España en lo que José Antonio Primo de Rivera denomina “Hispanoamérica”[3] con un claro interés político, y que sin duda denota su intencionalidad imperialista.
Ya en tiempos posteriores a 1939, la política exterior española se orientó igualmente en este sentido (la connivencia con algunas dictaduras iberoamericanas así lo atestigua).
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Nuestras fuerzas armadas –en la tierra, en el mar y en el aire- habrán de ser tan capaces y numerosas como sea preciso para asegurar a España en todo instante la completa independencia y la jerarquía mundial que le corresponde. Devolveremos al Ejército de tierra, mar y aire toda la dignidad que merece, y haremos, a su imagen, que un sentido militar de la vida informe toda la existencia española.
Otro de los axiomas perennes del nacionalismo primorriverista es la exaltación continua del orden impuesto por la fuerza (en este caso las fuerzas armadas), también como instrumento primordial destinado a devolver a España la grandeza que, en teoría y siempre según J. Antonio Primo de Rivera, le corresponde como una de las grandes naciones protagonistas de la historia del mundo.
Franco hizo muy suyos este y otros puntos del Falangismo, si bien ello no le impidió pedir ayuda extranjera cuando fue preciso (en este caso, de Alemania y de Italia), con el fin de restablecer esa unidad y esa vida de orden tan característica de los españoles, que P. de Rivera describe bien cuando habla de implantar un “sentido militar” en la vida de todos los españoles.
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España volverá a buscar su gloria y su riqueza por las rutas del mar. España ha de aspirar a ser una gran potencia marítima, para el peligro y para el comercio. Exigimos para la Patria igual jerarquía en las flotas y en los rumbos del aire.
Aquí haré un breve inciso, principalmente para destacar la importancia del encuentro de Hendaya entre Franco y Hitler, en el cual, según Serrano Suñer, España pidió contraprestaciones excesivas para la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial, hasta tal punto que el propio Hitler las vio inviables y excesivas (todo en el caso supuesto de que el Eje ganase la guerra), y no (o tal vez no) fue la negativa de Franco a entrar en la contienda lo que hizo recular a Hitler en su intención de hacer entrar a España en la guerra. Lo que no está tan claro, por tanto, es la intención de Franco de no hacer entrar a España en la misma.
En definitiva, la vida militarizada y extremadamente ordenada a la que Primo de Rivera pretendía reducir la existencia de los españoles, un sueño que parecía más propio de alguien que presidía un movimiento extremista y minoritario en el seno de la sociedad española (en Europa el fascismo era predominante entonces en algunos países[4]) vio finalmente la luz tras una guerra civil que costó unas (cifras aproximadas) 615000 vidas, entre combatientes, civiles y represaliados durante el régimen, gracias a lo cual se impuso en España el programa primorriverista de la mano del ya mencionado triunfo del “Movimiento”, ya que Franco, políticamente, se limitó en principio a implantar ideas provenientes de movimientos políticos anteriores a él (principalmente de Falange).
Autor: Eloy Andrés Gómez Motos para revistadehistoria.es