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La reconcentración de Cuba (1896-1898)

Relativamente poco conocida en España es la historia de uno de los episodios más negros del colonialismo. Se habla mucho de las matanzas de indígenas, su muerte por epidemias, la esclavitud, etc. propios de los siglos XVI o XVII. Pero no mucho se sabe de la llamada “reconcentración de Cuba”, acaecida durante la segunda Guerra de la Independencia cubana.

Cuba era uno de los últimos jirones de un antaño gran imperio colonial que España conservaba a finales del siglo XIX, y de lejos su colonia más rentable gracias a la producción de azúcar de caña, siendo España el máximo productor mundial en la época. Su economía basada en las grandes plantaciones esclavistas, hizo que la oligarquía cubana siguiera apoyando a la metrópoli española para contar con su ejército en el caso de una rebelión de esclavos. Sin embargo, tras la primera Guerra de la Independencia (1868-1878), la esclavitud fue finalmente abolida, por la que esa oligarquía fue perdiendo los motivos por los que mantener sus lazos de unión con una España que no les dejaba participar en su sistema político y decisorio.

De esa forma, los diferentes movimientos en favor de la independencia se fueron aunando hasta llegar a una nueva guerra comenzada en febrero de 1895. En un comienzo, la rebelión alcanzó gran fuerza en la zona oriental de la isla, donde menor había sido siempre la presencia española en el medio rural.

Por su parte, el gobierno de Cánovas del Castillo decidió:

“[…] luchar hasta la última gota de sangre y hasta la última peseta.”,

llegando a desplegar un ejército de hasta 150.000 hombres al mando del general Arsenio Martínez Campos. A pesar de la superioridad numérica, la estrategia de Martínez Campos de disgregar sus fuerzas por toda la isla para tratar de proteger el máximo de terreno resultó muy ineficaz, y la guerrilla cubana asolaba el medio rural, granjas, ingenios, llegando cada vez más al occidente de Cuba y tratando de ahogar económicamente a la administración española.

La reconcentración de Cuba (1896-1898)

Visto lo errado de la estrategia, el mismo Martínez Campos ofrece a Cánovas el abandonar su puesto al verse incapaz de llevar a cabo “acciones impropias de una nación civilizada”.

Así pues, en enero de 1896 Madrid nombró capitán general de Cuba al general Valeriano Weyler, experto en “reducir” rebeliones obreras o independentistas, tal y como había hecho en Filipinas pocos años atrás. Weyler expone su plan, que es aprobado y, apenas llega a Cuba lo pone en marcha con diligencia.
General Valeriano Weyler

La estrategia consistía por una parte en reforzar las trochas, dos murallas que dividían la isla de norte a sur, dedicando así el grueso del ejército a defender la zona de Cuba más rentable para los intereses españoles.

La otra parte del plan de Weyler consistía en el traslado forzoso de todos los civiles del medio rural a las ciudades y pueblos de cierto tamaño controlados por las tropas regulares. Con esto se perseguían dos objetivos: por un lado dejar claro quiénes eran los cubanos que apoyaban a la rebelión y quiénes los que no, o que al menos no la apoyaban de forma activa. Según el bando publicado por la administración, todo civil que viviera en el campo debía trasladarse a las ciudades en un determinado plazo y, una vez expirado, aquellos que fueran encontrados fuera de las zonas controladas por el ejército serían considerados rebeldes y enemigos de la corona. Por otro lado, se pretendía así generar una política de tierra quemada, pues en muchos casos eran los civiles del campo quienes abastecían y daban cobijo a las columnas rebeldes que acosaban a las fuerzas españolas con ataques de guerrilla.

Artículos describiendo el horror de la reconcentración

El plan iba acompañado por la creación de una serie de infraestructuras para alojar a los reconcentrados, con tierras cercanas a las ciudades donde estos pudieran plantar los alimentos para su subsistencia. Pero la realidad fue muy diferente.

La administración trató de llevar un registro de todos los afectados, pero estos no son muy fiables. Se calcula que en apenas unas semanas, unos 500.000 cubanos se vieron afectados por la orden de reconcentración (de una población total de alrededor de 1.700.000), teniendo que abandonar sus casas, tierras y granjas de las que vivían. Sólo en La Habana fueron reconcentradas unas 120.000 personas. Al llegar a las ciudades, apenas se habían construido barracones para alojarlos, y la mayoría tenían muy malas condiciones. Las tierras asignadas para la agricultura eran en su mayoría de pésima calidad, casi no aptas para la siembra, y las mejores quedaron con frecuencia en manos de terratenientes.

Caricaturas de Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst vestidos como The Yellow Kid, satirizando su papel como tergiversadores de la opinión pública de EE.UU. para ir a la guerra contra España.

El hacinamiento, las nulas condiciones higiénicas, el poco abastecimiento de alimentos que llevó a cabo el gobierno, combinado con la acción de la guerrilla cubana, provocaron importantes hambrunas, seguidas por la aparición de las enfermedades típicas de un clima tropical. Ante tales condiciones, el aumento de la mortandad no se hizo esperar. Las cifras varían mucho, y en general provienen de la historiografía cubana y de la prensa estadounidense de la época, cuyos magnates estaban muy interesados en presionar para que EE.UU. entrara en la guerra de Cuba. Aún con todo, la cifra más aceptada calcula que entre 1896 y 1898 entre 150.000 y 200.000 cubanos murieron a causa de la reconcentración de Valeriano Weyler.

Niño desnutrido por la reconcentración

Realmente no fue una política del gobierno español pensada para la aniquilación física del enemigo,  como la violencia de Estado que se empezaría a ejercer a principios del siglo XX por Alemania en sus colonias africanas o el Imperio Otomano contra los armenios. Pero tampoco se hizo apenas nada para evitarlo y es algo que conviene que no caiga en el olvido.

Autor: Sergio Martínez Gil para revistadehistoria.es

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