Maestro, político, místico y matemático, fundó una comunidad que combinaba saber científico, normas morales y creencias religiosas. En torno a su nombre se agrupan teorías sobre los números, la música, el cosmos y la reencarnación, todas ellas con un marcado carácter simbólico.
Aunque es difícil separar los hechos de las leyendas, el impacto de su pensamiento se mantuvo durante siglos en la filosofía, la ciencia y la cultura griega.
Los orígenes de Pitágoras
En Samos se educó en un ambiente de intensa actividad comercial y cultural. El contacto con las matemáticas babilónicas y la geometría egipcia pudo inspirar parte de sus enseñanzas. Sin embargo, su isla natal estaba gobernada por el tirano Polícrates, cuyo régimen centralizador y opresivo habría llevado a Pitágoras a abandonar Samos hacia el 530 a.C. Buscó entonces nuevos horizontes en el sur de Italia, en la ciudad de Crotona, donde fundó la escuela que marcaría su nombre en la tradición intelectual.
La comunidad pitagórica en Crotona
En Crotona, una próspera colonia griega, Pitágoras estableció una comunidad con tintes religiosos, filosóficos y políticos. Este grupo funcionaba más como una orden iniciática que como una escuela convencional. Los miembros vivían bajo estrictas normas de disciplina: compartían bienes, seguían reglas de silencio, practicaban la vida en común y se sometían a ritos de purificación. La dieta, basada en restricciones alimenticias, reflejaba un sentido de pureza espiritual.
La organización distinguía entre los “acusmáticos”, que recibían enseñanzas de forma oral y se centraban en normas de conducta, y los “matemáticos”, más próximos al círculo íntimo del maestro, que profundizaban en la teoría numérica y las ciencias. El juramento pitagórico, según el cual debían guardar secreto de las doctrinas, contribuyó a envolver la figura del fundador en un aura de misterio.
La influencia de los pitagóricos en Crotona fue tal que llegaron a participar en asuntos políticos, promoviendo un gobierno aristocrático basado en el orden y la armonía. Sin embargo, esta influencia despertó recelos entre otros grupos sociales, lo que acabó provocando tensiones y persecuciones. Las fuentes cuentan que la comunidad fue atacada y disuelta violentamente, lo que obligó a Pitágoras a huir a Metaponto, donde pasó sus últimos años.
La matemática y la música en Pitágoras
El nombre de Pitágoras está indisolublemente ligado a las matemáticas. Aunque resulta difícil precisar qué descubrimientos fueron suyos y cuáles corresponden a sus discípulos, la tradición le atribuye el famoso teorema que lleva su nombre: la relación entre los lados de un triángulo rectángulo. Más allá de esta fórmula, el pensamiento pitagórico sostenía que los números constituían la esencia de todas las cosas.
Los pitagóricos creían que las proporciones numéricas regían no solo la geometría, sino también la música. Descubrieron que los intervalos musicales podían expresarse mediante relaciones matemáticas simples: la octava, la quinta y la cuarta correspondían a proporciones entre longitudes de cuerdas vibrantes. Esta relación entre número y armonía condujo a la idea de que el universo mismo estaba estructurado siguiendo principios musicales, lo que dio origen al concepto de la “música de las esferas”.
La unión de matemática y música reflejaba la aspiración pitagórica de hallar un orden oculto tras la diversidad del mundo sensible. Para ellos, comprender las proporciones numéricas era un modo de acercarse a la naturaleza profunda de la realidad.
Doctrinas filosóficas y religiosas
Además de sus aportaciones científicas, Pitágoras transmitió ideas de carácter religioso y moral. Una de las más llamativas fue la metempsicosis o transmigración de las almas. Según esta creencia, el alma humana era inmortal y pasaba por diversas reencarnaciones, no solo en cuerpos humanos, sino también en animales. Esta doctrina explicaba las estrictas normas alimenticias de la comunidad, ya que el consumo de ciertos seres vivos podía considerarse un acto sacrílego.
La pureza del alma se alcanzaba mediante la práctica de la virtud, la música, la contemplación y el estudio. La vida pitagórica buscaba un equilibrio entre el conocimiento intelectual y la disciplina espiritual. La justicia, la amistad y la moderación eran valores esenciales que definían el ideal de vida en comunidad.
La concepción pitagórica del cosmos como un orden armonioso y numérico influyó en el desarrollo posterior de la filosofía griega. Platón, en particular, recogió muchas de estas ideas en sus diálogos, integrándolas en su propia visión de la realidad.
La posteridad de Pitágoras en el mundo antiguo
Tras la muerte del maestro, ocurrida hacia el 495 a.C., los pitagóricos se dispersaron, pero sus enseñanzas sobrevivieron. En el siglo IV a.C., autores como Filolao y Arquitas continuaron desarrollando la tradición matemática y filosófica del círculo pitagórico. Arquitas, por ejemplo, fue un destacado matemático y político en Tarento, conocido por sus estudios sobre geometría y música.
La influencia pitagórica se extendió también a Platón y, a través de él, a todo el pensamiento posterior. El Timeo, diálogo platónico sobre la estructura del cosmos, refleja claramente la idea de que el universo está gobernado por proporciones matemáticas. Más tarde, los neoplatónicos retomaron la visión mística y simbólica de los números, vinculando a Pitágoras con una tradición esotérica que se prolongó en la Antigüedad tardía.
Incluso en la matemática helenística, figuras como Euclides recogieron principios geométricos que, aunque sistematizados de otro modo, se relacionaban con las ideas iniciales del pitagorismo.
Pitágoras como figura mítica
El aura legendaria que rodea a Pitágoras es tan relevante como su pensamiento. Se le atribuyeron cualidades sobrenaturales, como la capacidad de recordar sus vidas pasadas, realizar milagros o comunicarse con los dioses. Algunas tradiciones lo describen como un semidiós o como alguien con un conocimiento superior que trascendía lo humano.
Estas leyendas, transmitidas por discípulos y por escritores posteriores como Jámblico o Porfirio, buscaban reforzar la autoridad del maestro y dotar de un carácter sagrado a su enseñanza. El hecho de que Pitágoras no dejara escritos propios favoreció la proliferación de interpretaciones, anécdotas y relatos fantásticos. Así, su figura se convirtió en un símbolo, más que en un personaje histórico claramente definido.
La dificultad para separar mito y realidad explica por qué Pitágoras sigue siendo un tema fascinante: representa tanto el inicio de la matemática griega como la persistencia de lo sagrado en la filosofía antigua.
El eco de Pitágoras en la cultura posterior
Durante la Edad Media, los escritos atribuidos a Pitágoras circularon en ámbitos cristianos, judíos e islámicos. La relación entre número, música y cosmos fue reinterpretada en clave teológica, especialmente en pensadores como Boecio, que transmitió estas ideas al Occidente latino. En el Renacimiento, la fascinación por la antigüedad recuperó con fuerza la imagen del sabio de Samos. La música de las esferas inspiró a filósofos naturales como Kepler, quien en el siglo XVII intentó demostrar que las órbitas planetarias respondían a proporciones armónicas.
Incluso en épocas más recientes, Pitágoras ha sido invocado como símbolo de la unión entre ciencia, espiritualidad y filosofía. Su nombre aparece asociado tanto a la matemática escolar como a tradiciones esotéricas modernas. Esta dualidad, entre la ciencia rigurosa y la mística simbólica, refleja la riqueza de su figura y la complejidad de su influencia.
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