A orillas del Nilo, Tebas se alzó como el corazón palpitante de un imperio donde los faraones hablaban con los dioses a través de piedra, ritual y poder.
Entre sus templos colosales y necrópolis ocultas, Luxor fue más que una ciudad: fue escenario sagrado, trono de Amón y punto de partida de conquistas y eternidades.
Su legado, grabado en columnas y relieves, sigue evocando el eco de un Egipto que soñó con vencer al tiempo.
