El Coliseo de Roma albergó innumerables combates que definieron la esencia del gladiador, un guerrero cuya vida se forjaba entre la sangre y el estruendo de los aplausos.
Entre los nombres que resonaron en la arena, pocos alcanzaron la fama y la admiración que obtuvo Flama. Su destreza con las armas, su valentía inquebrantable y su rechazo a la libertad lo convirtieron en una figura casi mítica dentro del imaginario de Roma.
Su historia, tallada a golpe de espada y escudo, sigue siendo un símbolo de resistencia y entrega.