Son famosas las mujeres envenenadoras de la antigua Roma, pues se creía que el envenenamiento era un acto típico de las mujeres. Esto se debía a que eran ellas quienes más familiarizadas estaban con el manejo de las plantas que se empleaban en la preparación de remedios medicinales.
Además, en la mentalidad romana se les achacaba a las mujeres un carácter retorcido y vengativo. Por ello, si el arma de los romanos era la espada, las romanas se servían de los venenos. A lo largo de la historia de Roma se conocen episodios de envenenamiento protagonizados por mujeres envenenadoras tanto de forma individual como colectiva.
Remedios medicinales, pociones y venenos
Había venena que acababan con los problemas estomacales, que conseguían enamorar locamente a la persona objeto de deseo, o que ponían fin a embarazos no deseados.
Las mujeres envenenadoras se trasmitían los conocimientos necesarios para la fabricación de venena de generación en generación, con unas técnicas que resultaban misteriosas para los hombres.
Sus objetivos eran predominantemente médicos, y especialmente ginecológicos, pero, sin duda alguna, los venenos más conocidos son los empleados con fines mortales.
Mujeres envenenadoras en Roma
Conocemos a distintas mujeres romanas juzgadas por envenenamiento, como Canidia, o Martina, quien fue acusada de envenenar a Germánico, sobrino del emperador Tiberio. En el año 153 a.C., dos mujeres envenenadoras de nombre Licinia y Publilia fueron condenadas a muerte por haber envenenado a sus maridos.
Locusta fue una mujer nacida en la Galia en el primer siglo de nuestra era. Experta en venenos, se decía de ella que los probaba todos en pequeñas cantidades hasta hacerse inmune a ellos. Una vez establecida en Roma se dedicó a vender sus pócimas, elaboradas fundamentalmente con arsénico, pero también con otros ingredientes como setas y hierbas venenosas.
La habilidad de Locusta se hizo tan famosa que incluso la familia imperial requirió sus servicios. Había sido condenada a muerte por ser la causante de diversos envenenamientos, pero en el año 54 d.C., antes de que pudiera ser ejecutada, la emperatriz Mesalina la contrató para deshacerse de su esposo Claudio.
Muerto Claudio, le sucedió Nerón, hijo de Mesalina, quien también acudió a Locusta, en su caso para acabar con la vida de su medio hermano Británico, quien a pesar de ser un adolescente era un rival para el puesto de emperador.
Parece ser que en esta ocasión el veneno de Locusta también surtió efecto, y con ello consiguió dar un paso más en su carrera, ya que Nerón la acogió como su asesora personal en materia de venenos e incluso organizó una escuela donde podía entrenar a otros en su oficio y probar las diferentes sustancias tanto en animales como en criminales condenados.
No obstante, todo tiene un fin, y tras la caída de Nerón su sucesor Galba acusó a Locusta de centenares de asesinatos y en el año 69 d.C. la condenó a una muerte atroz.
Mas mujeres envenenadoras
Además de estos sucesos, han pasado a la historia procesos de envenenamientos colectivos protagonizados por otras romanas. El caso más antiguo del que tenemos noticia data del año 331 a.C., cuando tras la muerte de diversos personajes destacados en circunstancias sospechosas, una esclava confesó a las autoridades romanas que las responsables eran las esposas de los fallecidos.
Se registraron las casas de las veinte acusadas y se encontraron varios preparados sospechosos. Dos de estas mujeres, Cornelia y Sergia, ambas pertenecientes a la aristocracia romana, señalaron que se trataba de medicinas, pero fueron obligadas a beber las pócimas y murieron, confirmando el delito.
Casi doscientos años más tarde, los sucesos volvieron a repetirse en varias ocasiones. En el año 186 a.C. varias mujeres fueron acusadas de envenenamiento y condenadas al estrangulamiento a manos de sus familiares, y entre los años 184 y 180 a.C. se produjo un episodio conocido como el de los envenenamientos de las Bacanales.
Entre esos años se había producido una epidemia que había afectado tanto a la ciudad de Roma como a distintas comunidades rurales y que había provocado la muerte en circunstancias misteriosas de personajes tan ilustres como el cónsul Calpurnio Pisón. Las autoridades llevaron a cabo un exhaustivo proceso de investigación que dio con más de 2000 mujeres culpables de haber envenenado a sus parientes masculinos influenciadas por los rituales religiosos del culto a Baco, conocidos por su relación con el vino y el desenfreno.
Entre ellas destacaba, por su posición social, la propia esposa del cónsul fallecido, Cuarta Hostilia. En su caso, el crimen estaba motivado por su deseo de colocar a su hijo Quinto Fulvio Flaco en el puesto del cónsul asesinado, que era su padrastro. Tanto Cuarta como el resto de las acusadas fueron condenadas a muerte.
No solo mujeres envenenadoras…
A lo largo de la historia de Roma, las muertes por envenenamiento fueron un fenómeno no demasiado infrecuente que, como hemos visto, se produjo tanto de forma aislada como conjunta.
A pesar de que las mujeres envenenadoras eran las acusadas más comunes, también se conocen casos de envenenadores, así como de suicidios por envenenamiento, siendo uno de los casos más conocidos el del filósofo Séneca, a quien Nerón obligó a poner fin a su vida mediante la cicuta.
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