Los primeros navegantes de al-Andalus

En el manuscrito conocido como la Crónica del Moro Rasis y supuestamente escrita por la familia de Muhammad ibn Musa ar-Razi, dice:

“Las Espanias son dos […] una Espania es á Levante del sol, et la otra es al Poniente; et la Espania que es contra el Poniente, corren sus rios contra la mar grande que cerca todo el mundo”.

El autor de la crónica daba por sentado que la tierra era redonda y que un mar la rodeaba en su totalidad. Los árabes habían traducido a los filósofos griegos y por tanto, sabían perfectamente que Eratóstenes de Cirene en el siglo III a.C. había medido la circunferencia de la Tierra dando la cifra de 39.614 kilómetros.

Los primeros navegantes de al-Andalus

Los andalusíes estaban acostumbrados a navegar por las costas de al-Andalus tomando como referencia los accidentes geográficos del litoral, como el macizo del Montgó en la costa de Denia en Alicante, o el Mulhacén de Granada que podían divisarse desde el mar. La navegación sólo era posible en primavera y otoño; con los vientos del este y el oeste, se podía llegar al punto más extremo del Próximo Oriente Mediterráneo, que era el puerto de Acre en la bahía de Haifa, actual Israel, y  por otro lado a la bahía de Cádiz.

La brújula constituyó un gran adelanto para la navegación europea de los siglos XIII y XIV. Generalmente se acepta que se inventó en China en el siglo XI. Los árabes no demostraron gran interés por este instrumento de navegación. Es probable que para ellos no fuera  imprescindible, acostumbrados a cielos despejados, eran expertos en la interpretación de la geometría del firmamento ya que desde tiempos antiguos cruzaban los desiertos con la única guía de las estrellas. Les sería más útil el astrolabio descrito por al-Biruni que la aguja imantada, a diferencia de los navegantes del norte de Europa que tenían que valerse de la brújula bajo cielos frecuentemente nublados.

El mundo medieval tenía sus límites bastante precisos en Occidente. Allí se encontraban las columnas de Hércules. La idea popular era que a partir de allí  se extendía “El mar de las Tinieblas”, el Mare Tenebrosum para los latinos y el Bahr az-Zalam (بحر الظلام) para los árabes. Más allá no había tierra según el lema “Non Terrae Plus Ultra”. Sin embargo, en los manuales cultos de geografía árabe se negaban estas creencias populares. Como dice el historiador Paul Lunde, una de las hazañas más grandiosas del espíritu humano fue llegar a suprimir la partícula “Non” del lema latino.

Para los navegantes el límite de las Columnas de Hércules sería más político que físico. En el siglo X magrebíes y andalusíes ya habían recorrido los mares del Atlántico y el Índico y dominaban por completo el Estrecho de Gibraltar (Vernet). Pero no eran los únicos, posiblemente los barcos bizantinos utilizaban los puertos del sur de la Península Ibérica cuando aún se hallaban bajo el poder del Imperio Romano de Oriente. Y a partir del siglo X las costas del océano eran patrulladas por la potente armada andalusí de Abderrámán III.

No solamente se navegaba por el Atlántico, sino que desde la antigüedad había faros construidos por griegos y romanos para orientar a los navegantes a todo lo largo del litoral atlántico europeo hasta llegar a Inglaterra donde se encontraban los dos faros romanos de Dover, como dos ojos mirando al Continente desde su punto más cercano.

Así pues, la mitología medieval sobre el miedo al océano Atlántico se basaba en leyendas populares que poco tenían que ver con los conocimientos científicos de la época. Las islas de Madeira y las Azores fueron conocidas por los navegantes hispanoárabes. Los árabes conocían las Canarias como las Islas Eternas y transitaron por el Atlántico y el Mediterráneo a tal punto que al decir de Ibn Hayyam (987-1075) en su Muqtabis:

“no navegaba por la costa andalusí ningún navío sin conocimiento del gobernador de Pechina-Almería”

que era el principal puerto de al-Andalus.

Autor: Leopoldo de Trazegnies Granda para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

– Aledris, Xerif (Al-Idrisi). “Descripción de España” Editorial Maxtor. Valencia, 2008.

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