Los primeros homínidos: ¿poderosos cazadores o carroñeros oportunistas? El debate sobre si nuestros más remotos antepasados fueron grandes cazadores que dominaban la naturaleza o si fueron más bien los últimos dentro de la cadena trófica en adquirir los alimentos ha estado siempre presente en el panorama historiográfico, siendo especialmente intenso en la década de los 80 del siglo XX.
Con los impulsos de la arqueología postprocesual, la zooarqueología y la arqueología del paisaje, nuevos elementos entraron en juego en un intento de arrojar más luz a este interrogante que todavía hoy se encuentra abierto, dado que ninguna de las corrientes parece imponerse en el debate entre la caza y el carroñeo. Estos nuevos elementos se basan en los análisis paleoecológicos y los estudios con carnívoros.
Los primeros homínidos, análisis paleontológicos
Por ello, la experimentación en diferentes zonas ecológicas como la sabana, un ambiente muy similar al cual habitaron los primeros homínidos, ha permitido observar dos posibilidades de acceder de manera primaria a las carcasas de los animales: muerte catastrófica del animal, lo que ocurre en momentos muy puntuales y solo afecta a una o dos presas, y carroñeo por confrontación con otros carroñeros, lo cual es arriesgado y peligroso.
Para entender mejor las posibilidades que ofrecen tanto la caza como el carroñeo, es imprescindible conocer los agentes que compiten con los homínidos por la accesibilidad a la carne.
Los primeros homínidos, estudios con carnívoros
Los carnívoros son esos agentes que compiten con el ser humano en la captura y consumo de la carne. Como grandes predadores, consumen todo tipo de presas de cualquier tamaño y especie, produciendo una gran dispersión de los restos óseos de las víctimas. Entre los predadores más eficientes en esta tarea de dispersión encontramos a las hienas, capaces de dejar únicamente restos de mandíbulas y algunos huesos largos.
La destrucción y dispersión de los huesos será mayor cuanto mayor sea el tiempo de actuación de estos animales. También dependerá de si se trata de carnívoros gregarios o solitarios, pudiendo haber diferencias de actuación en relación a la especie. Todos estos comportamientos han sido observados por parte de los investigadores en las zonas de Tanzania y Etiopía, lugares de gran importancia para la Prehistoria y que cuentan con algunos de los yacimientos prehistóricos más antiguos como Olduvay o Kobbi Fora.
Otros de los datos de mayor importancia para estos análisis son los relacionados con el hábitat de estos predadores. Así, por ejemplo los grandes predadores prehistóricos debieron habitar en zonas boscosas y aluviales que permitirían al Homo habilis carroñar una gran cantidad de presas con un mayor refugio que el que ofrecen las zonas abiertas.
Todos los datos que aportan los carnívoros permiten diferencian entre patrones de fracturación de los huesos, marcas de dientes y dispersión de los restos tras la caza. Y permiten comparar los datos observados con las acumulaciones óseas de en los yacimientos.
Los primeros homínidos, el debate sobre la caza y el carroñeo
Tras décadas de estudios y experimentación en torno al tema, todo lo que poseemos es una gran cantidad de datos contrastados, que además en muchos casos resultan ambiguos y que en parte demuestran la gran inconsistencia de las teorías cerradas que abogan por una u otra opción. Por ello, en este artículo nos limitamos a realizar un balance sobre ambas para dejar que sea el lector quien se decante por una de ellas.
En lo referente a los restos taxonómicos encontrados en un yacimiento, cabe esperar que una representación poco especializada sea síntoma de un acceso secundario a las presas. Del mismo modo, si entre estos animales encontramos abundancia de individuos infantiles y adultos, esto sería una muestra de una estrategia oportunista (¿carroñera?), aunque también podría significar un comportamiento especializado en la caza en este tipo de edades.
Los yacimientos con presencia abundante de cráneos podrían responder a una estrategia de carroñeo, frente a la existencia de partes esqueléticas ricas en carne. Aunque con estos mismos argumentos los defensores de la caza postulan que podría ser una parte seleccionada del animal intencionadamente.
La situación de las marcas de corte en los huesos también tiene argumentos a favor y en contra del carroñeo. Los argumentos a favor se centran en que dichas marcas se sitúan en partes del animal con escaso valor nutricional como falanges, sin embargo los defensores de la caza postulan que la abundancia de restos de este tipo indica un gran volumen de carne consumida y por lo tanto de una actividad cinegética activa.
Con estos datos han surgido nuevas preguntas en relación a ambas técnicas cinegéticas; no obstante, seguimos lejos de alcanzar una única visión sobre las estrategias económicas de nuestros más remotos antepasados.
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