La rebelión del verano de 1843 que terminó con la expulsión del general Espartero del poder fue apoyada por un amplio espectro de las fuerzas sociales y políticas del país, incluyendo entre estas a una buena parte de los progresistas que lo habían llevado al poder en 1840. El bombardeo de Barcelona dejó claro el autoritarismo del regente y precipitó un movimiento insurreccional en su contra, quedando aislado con el único apoyo de los despectivamente llamados ayacuchos.
Tras unos meses de gobierno encabezado por los progresistas y proclamada la mayoría de edad de Isabel II, en diciembre de ese mismo año los moderados se hicieron dueños absolutos del poder .Pero la actuación más controvertida fue el regreso de la antigua Ley de Ayuntamientos de 1840, de carácter radicalmente centralista y antidemocrático y que había provocado la rebelión contra la regente María Cristina tres años antes. Estas medidas produjeron un amplio descontento popular en toda España. Por todo ello a finales de 1843 se preparó ya una insurrección en todo el país.
Los límites de la rebelión progresista de 1844 y los mártires de la libertad
Las demandas de los insurrectos en Alicante estaban revestidas de un carácter más social que político, aunque en su manifiesto hablasen de «la caída del ministerio rebelde». Para lograrlas era necesario levantar en armas el país, intentando expulsar con determinación al gobierno, implantando uno nuevo que introdujese también políticas económicas que favorecieran a las clases bajas.
Entre el 27 y el 28 de enero Boné puso a su favor a algunos oficiales de la ciudad y castillo de Santa Bárbara, apoderándose del mismo y consumando el pronunciamiento, aprovechando el ambiente festivo que se vivía por la celebración del carnaval. Pronto la mayoría de la ciudad secundó el pronunciamiento, dando vivas a la reina y a libertad, al compás del himno de Riego.
El capitán general de Valencia, Federico Roncalli, por orden del ministro de la guerra, se dirigió a Alicante y declaró el estado de excepción en todo el distrito militar, ordenando el bloqueo de la ciudad por mar y tierra.
Desde Murcia el brigadier Juan Antonio Pardo se dirigió hacia Alicante, derrotando y capturando a un grupo de hombres de Boné el 5 de febrero en una escaramuza cerca de la localidad de Elda, lugar en dónde la milicia se había negado a secundar el alzamiento, logrando Boné escapar y quedando los revolucionarios confinados entre las murallas de la fortaleza alicantina desde el día 7.
Roncalli con el mencionado refuerzo de Pardo, puso en una situación insostenible a Alicante y al propio Boné y sus seguidores, viviéndose situaciones de tensión entre los dirigentes de la rebelión y los comerciantes y almacenistas de la ciudad .
Ante la negativa a negociar de los insurrectos y su amenaza de fusilar «a todos los que no profesan principios liberales», Roncalli, presionado por el gobierno, respondió con contundencia: los rebeldes hechos prisioneros en el enfrentamiento de Elda fueron pasados por las armas el 14 de febrero. El hambre y la desesperación se extendió por la ciudad, bombardeada por el vapor Isabel II, que hubo de batirse con la artillería del castillo.
Sin embargo la situación se agravó todavía más al ordenar los revolucionarios el 1 de marzo el reclutamiento general de todos los varones entre 18 a 50 años. Finalmente soldados, milicianos y pueblo llano se acabaron rebelando contra el líder de la revolución.
Abandonado por todos finalmente el cabecilla de la revuelta salió junto a un reducido número de seguidores en las primeras horas del día 6 de marzo siendo detenido horas después .
Según el cronista Jover: «El pueblo presenció la entrada de las tropas silencioso y triste». Finalmente, el 8 de marzo Pantaleón Boné y sus 23 compañeros fueron fusilados en postura indigna , en lugar posteriormente bautizado como paseo de los mártires de la libertad. En sucesivos días se produjeron más fusilamientos en otros puntos de la provincia.
La situación de represión excepcional se prolongó durante 1844 y 1845. Las autoridades requerían informes sobre la actitud de diferentes personas durante la rebelión. Los principales implicados en los sucesos tuvieron que exiliarse y no regresar hasta que las aguas no se hubiesen calmado varios años más tarde.
Fue, en definitiva, la puerta de entrada a la Década Moderada, que mantendría en el poder entre mayo de 1844 y julio de 1854 al liberalismo conservador . La reacción de 1844 permitió la consolidación de un gobierno formalmente liberal pero en la práctica claramente autoritario. Siguieron diversos intentos de levantamiento, llegándose a hablar en medios periodísticos de la preparación de una nueva bonetada en Alicante en 1845.
Autor: Luis Pueyo para revistadehistoria.es
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